Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Madrid

03/05/2021

Es evidente que el clima político que ha terminado por asentarse en la campaña electoral madrileña es tan desproporcionado como preocupante. Esa mezcla corrosiva de amenazas, insultos, virulencia y cordones sanitarios han terminado por dibujar un escenario que nada tiene que ver con lo que debería ser un debate preelectoral, con tensión, firmeza y contraposición de ideas y propuestas, pero también con respeto y consideración. Lo preocupante, además, es que ese clima de tensión no se quede solo en el ámbito de la política, ni dure solamente hasta el día de las elecciones. Amenaza con extenderse y con prolongarse. Y ese es el peligro, que estos niveles de odio que se perciben a menudo en la política terminen por extenderse a la sociedad, o a una parte de ella, y que se prolonguen, sea cual sea el resultado electoral, hasta convertirse en modo de comportamiento habitual en el ámbito de la política, trasladado a las instituciones representativas.

¿Hay riesgo de que eso ocurra? Desde luego, no es descartable. Vivimos un momento delicado en todos los aspectos, en lo social, en lo económico y hasta en lo psicológico, porque cuando está afectada la salud colectiva, todo está afectado. La alta sensibilización que se ha acumulado en esta etapa, llena de incertidumbres y desasosiegos, deriva fácilmente en desconfianza y desafección. Todavía no hace mucho tiempo, una profunda crisis económica aún no superada nos hizo evidente que cuando ese estado social se traduce en indignación de un amplio sector de la población, la tendencia a adoptar posiciones extremas, radicales e intolerantes, se intensifica. Y luego hay factores que no ayudan mucho; el uso de las redes sociales con fines incendiarios es sin duda uno de ellos, como lo es el frentismo sociológico y cultural que solo concibe una dialéctica cerrada de amigos y enemigos.

En medio de todo esto, Madrid no es cualquier cosa; como capital del Estado proyecta imagen de país y hasta cumple una cierta función de centro de referencia para el resto. Va a ser imprescindible que, celebradas las elecciones, se haga allí un serio esfuerzo de distención y de recuperación de convivencia. Será lo mejor para todos.