Antonio Pérez Henares

LA MAREA

Antonio Pérez Henares

Escritor y periodista. Analista político


Marlaska, inhabilitado como ministro y como juez

06/04/2021

El relato es bien sencillo, dejemos las florituras para los sonetos con endecasílabos. El ministro del interior y la directora general de la Guardia Civil siguiendo sus instrucciones ordenan al jefe de la Guardia Civil de Madrid, coronel Pérez de los Cobos, que le de información sobre una investigaciones que un juez le ha ordenado expresamente y por escrito que permanezcan en absoluto secreto. Así lo manifiesta ante el requerimiento pero se le insiste. O sea se le impele a que viole la ley. Y como el coronel se niega a violarla quien la viola entonces es el ministro y la directora general quien, furiosos, lo cesan fulminantemente. Exactamente por eso: por cumplir la orden de un juez y negarse a violar las leyes. Con un agravante añadido. El ministro ha sido, antes de entrar en política, un juez relevante y con prestigio.

El coronel Pérez de los Cobos también tiene el suyo, como hombre de honor, de probada hoja de servicios contra el terrorismo y el secesionismo y no le falta afición ni vinculación con con el Derecho. Su hermano fue presidente del Tribunal Constitucional. Entiende, aunque para ello no hace ni siquiera falta ser jurista, hasta yo mismo lo entiendo, que se ha cometido una flagrante violación de sus derechos y del Estado de Derecho. Y acude a los tribunales.

El Juez de la Audiencia Nacional no solo le da la razón sino que en un auto, calificado de durísimo pero que tan solo refleja la realidad mas cruda, ordena que se le reponga en su cargo y señala con toda claridad a quienes ha cometido la tropelía. Grande Marlaska, el ministro que un día tuvo prestigio como juez, se encastilla en su cargo, no asume responsabilidad alguna y presenta recurso para no tener que cumplir la orden dada por el juzgado.

La gravedad de lo sucedido supondría, en cualquier nación que no estuviera en el sincope continuo de pisotones a las leyes y haberlos convertido en hechos cotidianos protagonizados por los mas altos cargos políticos, un escándalo de magnitud tal que hubiera obligado a los responsables a una dimisión inmediata y colocado al presidente del Gobierno en una situación peliaguda. Aquí no. En realidad ya casi es agua pasada. El ministro sigue tan campante, Sánchez lo arropa y los que debieran hablar callan. Pero no por ello hemos de callar los demás. No es tolerable y si es cada vez más toxico que nos "acostumbremos" a estos desafueros. Que no solo no parecen afectar a quienes los cometen sino que los premian. Sean estos ministros o separatistas contumaces.

Marlaska fue un juez respetado. Como ministro ha perdido, y no solo por esto sino en una cadena de dislates sectarios y soberbias encadenas, todo aquel prestigio. Hasta acabar en lo que está, condenado por conculcar la Ley, lo que en su caso supone doble tacha. Ello lo inhabilita , aunque se niegue a aceptarlo, para el cargo político que ocupa pero además, y en el futuro para volver a su profesión anterior, para regresar a los juzgados. Pues ¿en que razón cabe que un juez que viola las leyes pueda juzgar a nadie?

Quede ahí la pregunta pero antes del punto final permitan una reflexión global sobre el asunto mas allá de Marlaska. Y son las puertas giratorias de jueces y política. Cuando un juez acepta un cargo político, de manos de un partido político, debería quedar ya para siempre aparatado de emitir sentencia alguna pues si algo se supone que es sagrado es que el juez no puede ser juez y parte. Y parte, de partido y partidista si algo se demuestra es que lo son para los restos.