Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Feria y fiestas

12/09/2022

Nuestra Región siempre tuvo bien distribuidas las ferias y fiestas patronales en el tiempo; seguramente porque a lo largo de la historia esas celebraciones se consolidaron teniendo en cuenta los ritmos vitales de sus habitantes, las labores en que se ocuparon, los trabajos y los descansos. De manera que se fueron eligiendo momentos que tenían que ver con el entorno y con el medio de vida. Luego se añadía la perspectiva religiosa, con invocación de alguna destacada referencia en el santoral, porque una cosa y otra eran inseparables en la cultura popular.

Basta un simple repaso por las capitales de provincia de la Región, aunque la relación podría extenderse a una gran parte de las poblaciones que la integran. Las celebraciones festivas se concentraron siempre en dos periodos relacionados con las faenas agrícolas, porque ese era el acontecimiento que condicionaba la forma de vida a lo largo de una prolongada etapa en que la agricultura era nuestra fuente principal de riqueza. Un grupo de festividades se agrupaban en la época inmediatamente anterior al inicio de la cosecha, principalmente de la cosecha del cereal, entrando el verano. Es el caso de León, Burgos, Soria, Segovia o Zamora, que adoptaron como referencia religiosa a San Juan o a San Pedro. El otro grupo se correspondía con el fin de la cosecha, cuando empezaba a declinar el verano y, en algún caso, se avistaba la vendimia como más próxima actividad. Ahí podían situarse Palencia, Valladolid y Salamanca, cada una con sus matices patronales y sus adaptaciones, pero con predominio de las devociones a Vírgenes patronas de cada lugar. Fuera de la doble agrupación quedó siempre algún caso particular por razones locales: que Ávila capital fijara su principal festividad en octubre, mirando a Santa Teresa, no necesita mayor explicación.

Valga este simple recorrido festivo para valorar lo que ha ocurrido este año, como muchos ciudadanos, testigos directos, han podido observar. Tras dos años de carencia festiva, la añoranza acumulada, fruto del arraigo de esa tradición a que me refería, ha explotado de manera espectacular. Y está bien que sea así. La memoria colectiva que identifica a la ciudadanía y la vincula a los lugares y momentos que marcan su existencia también se hace con el impulso festivo. Y, si está bien así, que siga siendo así.