Si de verdad nos creemos que Ceuta es tan España como Segovia (lo dice el ministro Marlaska y lo diría con toda seguridad cualquier militante del PP), Pablo Casado no debería convertir el conflicto fronterizo en una pedrada contra el Gobierno de la Nación, porque el problema de fondo es de integridad territorial y, por tanto, un problema de Estado.
No ha sido política migratoria la reciente pasividad fronteriza de la policía marroquí. Quienes bracean por buscarse la vida en el lado europeo de la frontera han sido carne de cañón de los planes soberanistas de Marruecos. Sobre el Sahara Occidental, en primer término, como Rabat ha reconocido públicamente. Y sobre Ceuta y Melilla, a largo plazo.
Todo esto viene a cuento del reciente viaje a Ceuta del líder del principal grupo de la oposición. Un mal paso del presidente del PP. No solo por el feo a los periodistas en relación con las preguntas sin respuestas sobre el horizonte judicial de la ex secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, sino sobre todo y muy principalmente, por hurgar en la herida de la crisis diplomática hispano-marroquí, aún abierta, pero con tendencia a desinflamarse, a mi juicio.
Hablamos de los límites en el ejercicio de una oposición responsable. Más allá de señalar la presunta torpeza del Gobierno de Sánchez a raíz de la subrepticia hospitalización del líder polisario (enemigo público número uno de Marruecos), Casado debía saber que la respuesta marroquí, en forma de indolencia fronteriza, encubría un ataque a la integridad territorial de España como medio de inducir su alineamiento en las tesis anexionistas de Marruecos sobre el Sahara Occidental.
O sea, un asunto de Estado, que también interpela al principal partido de la oposición. Y la peor manera de darse por aludido era acudir a Ceuta con posiciones de partido que, como se ha visto, solo han servido para poner en duda la fe del líder del PP en la libertad de Prensa. Dicho sea por el bochornoso espectáculo de las preguntas sin respuesta de los periodistas sobre el caso Cospedal, mientras abucheaban a los informadores los "espontáneos" asistentes a la rueda de prensa al aire libre.
Casado guarda silencio sobre el pasado inconfesable de su partido. Merece tratamiento diferenciado el hecho de que quiera desvincularse de un pasado turbio que, lo quiera o no, también es un vector del presente. De momento, quede constancia de que, en relación con la crisis diplomática hispano-marroquí, al PP no le quedaba otra que adherirse a la reacción oficial del Gobierno: ante un desafío implícito de Marruecos , una respuesta explícita de España: firmeza y determinación en la defensa de nuestras fronteras, que también son las de la UE, con "todos los medios que sean necesarios", a la luz del derecho internacional y los acuerdos bilaterales y multilaterales en materia de flujos migratorios. A Casado le sobró esa visita a Ceuta.