Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


El caso de la reportera de televisión

12/09/2019

Claro que España no es como Méjico, donde a un periodista le vuelan la tapa de los sesos a las primeras de cambio; ni siquiera es la Rusia de Putin o China, donde al informador incómodo le pueden caer, así como así, 15 años en cárceles que son como celdas del infierno. No, España es un país con una libertad de expresión envidiable: obviamente decreciente, sí, pero todavía envidiable. Y también donde a una reportera de televisión -la Española en este caso, pero también ocurrió algo semejante a otra colega en Antena3- le pueden lanzar una pedrada a la cabeza por estar cubriendo una manifestación en Barcelona -la Diada- y tener en el micro las siglas de un medio que no gusta a los manifestantes. 
Que no digo yo que los seiscientos mil que fueron a la Diada a lanzar gritos independentistas -con todo el derecho del mundo, oiga- sean los lapidadores; sé muy bien que eran una escasa minoría, pero la mayoría los dejó hacer: colocarse delante de las cámaras, tirarlas al suelo, hacer gestos obscenos tras la reportera y, finalmente, la pedrada. Todo un espectáculo que TVE hizo, por cierto, muy bien mostrándolo a sus espectadores para hacer patente la vergüenza nacional y, supongo, catalana. 
No me constan, y bien que las echo de menos, las protestas corporativas ante el desmán, pero claro: si el president de la Generalitat y uno de los animadores de la Diada puede ir a Madrid a decir ante una audiencia básicamente periodística que él se pasa las leyes por ahí e invita a una confrontación con el Estado, ¿por qué la muchachada de los CDR no van a tirar la piedra y ni siquiera esconder la mano? Y ya que estamos: si el máximo representante del Estado en Cataluña, es decir, el mencionado señor Torra, anima al incumplimiento de las leyes, porque hay, dice, cosas superiores a este cumplimiento ¿qué puede impedir a un choricillo mangarle la cartera a un turista en el metro? 
En absoluto estoy contra la Diada, aunque en sus últimas ediciones nada tenga que ver esta celebración con el espíritu con la que fue creada la fiesta nacional de Catalunya en 1980: todo está ya falseado, empezando por la historia de aquel 11 de septiembre de 1714. Pero cuando organizaciones -llamémoslo así- como los Comités de Defensa de la República (catalana) se adueñan de la calle, y de las cabezas de las reporteras, me echo a temblar. ¿Estaban ensayando qué hacer para cuando se conozca la sentencia contra los golpistas presos? Sigamos temblando, porque, en este ensayo, la reacción de los medios oficiales, incluyendo, ya digo, los corporativos, ha sido mínima, casi nula. Y la reportera se ha quedado con la pedrada.