Aurelio Martín

UNA COL

Aurelio Martín

Periodista


Proximidad tocada

27/09/2019

Si había una característica que sumaba puntos al Hay Festival,  desde su creación en Hay On Way, en Gales, en 1988, –definido por Bill Clinton como el Woodstock de la mente–,  era la de encontrarse en la proximidad con los escritores, incluso premios Nobel, y poder abordarles para hablar de su última novela,  siempre que se pudiera vencer la timidez, independientemente de tener la oportunidad de asistir a intervenciones de interés y altura, desde la pluralidad, tanto sobre cuestiones de actualidad, como de las últimas obras literarias, incluidas las de los superventas, trasladando el pensamiento al nivel que debiera de estar a veces en el conjunto de los seres humanos.   
Un ejercicio de poner la cultura y el debate a nivel de calle, cuando hay quien aún la sigue considerando como una cuestión de élites –en beneficio del desprestigio y de quitarle valor para no deprimirse porque carece de algunos de los valores más elementales– y si nos acercamos al discurso actual de algunos populismos algo que debe tenderse a destruir y de lo que no se quiere ni oír hablar, aunque esté escrito con k.  
La fórmula funciona, en Segovia se ha consolidado después de catorce ediciones y con un presupuesto público,  aunque se mantiene principalmente de los apoyos privados, que se podría considerar bajo en relación a la imagen que transmite de la ciudad al exterior y a los niveles de ocupación que se registran. Si desde los sectores económicos –algunos que se consideran imprescindibles, como hemos podido comprobar en sus últimas reivindicaciones– se valora el aumento paulatino de visitantes, este tipo de programaciones suman mucho, también desde la calidad.
Sin embargo hay que decir que no se entienden actitudes como la mostrada por Carlota Casiraghi,  diplomada en Filosofía por la Sorbona, hija de la princesa Carolina de Mónaco, de negarse a ser fotografiada durante su estancia en Segovia, incluso haciéndose proteger por una cápsula de personas que abrían paraguas ante la presencia de cámaras, aunque fuera en el interior.  Estas no eran las reglas del juego del romántico Hay, aunque haya sido una imposición ajena, puede que, incluso, derivada de la venta de alguna exclusiva en Francia porque sí se vio trabajar a fotógrafos del país vecino.  
Ahora que el vicepresidente Francisco Igea acaba de anunciar un apoyo incondicional a la actividad, que la considera «Marca Castilla y León»,  debe revisarse incluir a quien imponga no ajustarse a las reglas que caracterizan al evento, cuando, además, luego comparece ante centenares de personas, con su imagen ampliada en una pantalla gigante y, por si fuera poco, retransmitido en directo por Internet. El sentido común dice que se podía haber pactado algún encuentro con las cámaras, ordenado y organizado, máxime cuando los debates reivindican libertades y derechos, entre los que se encuentra el de la información, evitando un paripé que ha servido de muy poco, todo lo contrario. Esta no es cosa de unos paparazzi haciendo ‘robados’ en una playa de Saint-Tropez, es todo mucho más sencillo.