Aurelio Martín

UNA COL

Aurelio Martín

Periodista


Imagen controlada

21/09/2022

LaLiga de Fútbol Profesional, un asociación deportiva de carácter privado, de extraordinario poder, ha decidido realizar un control férreo sobre las retransmisiones de los partidos de fútbol televisados, bajo pago por supuesto, viniéndose a sumar de esta forma a la opacidad y falta de respeto a la libre información que vienen mostrando otras organizaciones, tanto oficiales, como partidos políticos o grandes empresas. Es decir enlatan el mensaje y es el producto que terminan ofreciendo sin la participación de los periodistas.   
Ya no solo no se realizan comparecencias sin preguntas, como la que llevó a cabo el líder del PP,  Alberto Núñez Feijóo, cuando hizo balance del curso político, o se pacta solo con dos medios públicos para que sean sus periodistas los que pregunten, como ocurrió con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando llegó a Lanzarote, para pasar unos días de descanso, no vayamos a hablar ya de Vox cuando impide el paso a sus actos a los informadores 'marcados', sino que es habitual que grandes compañías entreguen el producto enlatado, para que se reproduzcan sin tocar una coma. 
Ya era costumbre que los partidos políticos emitirán la señal en directo para las televisiones en sus actos públicos, con el fin de evitar que los telespectadores pudieran ver algo que no fuera políticamente correcto, nunca mejor dicho. También el Parlamento tiene su señal, no sea que alguna de sus señorías salga echando una cabezadita. 
Ahora, es el fútbol, que prevé ingresar 4.900 millones de euros por derechos de retransmisiones, que salen de Telefónica y DANZ, quien ha encontrado la 'fórmula mágica', para evitar que haya intermediarios que puedan interferir sus mensajes oficiales, aunque afecte a miles de telespectadores que tienen un derecho fundamental a la información veraz, aunque se trate de una organización privada, pero mandando sobre un deporte de masas.  
LaLiga producirá la señal y le llegará a quien esté al otro lado de la pantalla previo control de uno de sus 'comisarios'. Es decir, si hay una pancarta contra algún equipo o que critique a la federación o a cualquier club distinguido, ese plano no se verá nunca. Pero se llega a más, y es que serán suyos –pagados para que sigan el dictado–, los comentaristas y narradores, no sea que si fueran otros se les ocurriera hacer alguna pregunta 'impertinente' a alguno de los jugadores, fichados con los millones que reciben los clubes de este negocio. 
Pocas voces se alzan en estos recortes a las libertades, menos si vienen del 'deporte rey' pero, en conjunto con prácticas similares de control, se debilita la democracia, cuando la libertad de prensa se fundamenta en que los periodistas puedan tener independencia para realizar su trabajo. De esta forma la información audiovisual y de comentarios quedan sometidas a lo que diga quien manda. No solo se produce un daño a la pluralidad, ya de por sí afectada por la Ley del Fútbol y los canales de pago, sino que ofrece una visión parcial de parte interesada como es LaLiga.