Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


La apuesta arriesgada de Casado

02/04/2021

Cada vez que un líder político que pretende convertirse en inquilino de La Moncloa ha ligado su futuro al de otros dirigentes regionales la apuesta les ha salido bastante mal. Recuérdese que José Luis Rodríguez Zapatero se comprometió con Pasqual Maragall a aceptar el proyecto de nuevo Estatuto de Cataluña que le enviara el Parlament, y todavía vivimos de aquella circunstancia. Y otro tanto le pasó a Mariano Rajoy, cuando afirmó que él haría en España lo mismo que Jaume Matas en Baleares y Francisco Camps en la Comunidad Valenciana y acabó fuera del Gobierno por una onda expansiva de la corrupción político-económica en esas dos regiones.

El presidente del PP, Pablo Casado, ha unido su futuro al de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, porque considera que una victoria de su pupila le llevará en volandas al gobierno de la nación, como, dijo, la victoria de Alberto Núñez Feijóo contribuyó a la victoria de Mariano Rajoy, aunque en este relato se salte la otra mitad de la historia y se olvide del efecto de la crisis de 2008.

Pablo Casado ha realizado una apuesta arriesgada, porque si ningún terremoto político lo remedia, Pedro Sánchez está dispuesto a acabar la legislatura o a llevarla lo más cerca posible de su término y por tanto queda mucho trecho por caminar y circunstancias muy cambiantes por gestionar, -desde la remodelación del Gobierno a la ejecución de las ayudas europeas-, y para que tenga éxito se tiene que dar la primera condición sine qua non, que Isabel Díaz Ayuso gane las elecciones madrileñas con mayoría absoluta o una mayoría suficiente que lamine las posibilidades de Vox –sobe todo de Vox- de influir en su gobierno y que Ciudadanos desaparezca del mapa madrileño y en consecuencia del resto de España en las próximas generales.

Si finalmente Vox puede condicionar a Ayuso y exige formar parte del Ejecutivo madrileño, la estrategia de Casado habrá hecho agua, porque su viaje al centro se basa en la distancia con el partido de Santiago Abascal, con el que Ayuso se mimetiza y al que acogería con agrado en la Puerta del Sol. Si además Ciudadanos logra representación parlamentaria puede darse la circunstancia de que para el viaje emprendido no hacía falta alforjas, porque a los efectos de la comunidad autónoma, todo seguiría siendo una jaula de grillos con posiciones discrepantes dentro de la derecha como ha ocurrido en la media legislatura acabada, y dado que no parece que Edmundo Bal esté por la labor de apoyar un gobierno autonómico progresista, ni quiera ejercer de bisagra, ni acabar con los quinquenios de gobiernos populares en Madrid.  

Incluso puede darse la circunstancia de que el triunfo de Ayuso sea tan arrollador, que ni Vox ni Ciudadanos obtengan representación en la Asamblea y, sin embargo, no alcance la mayoría absoluta. Entonces la apuesta de Casado habrá entrado en bancarrota. Por ese motivo puede verse en la tesitura de aflojar la presión sobre la ultraderecha ante el temor de quedarse sin posibilidad de apoyos, como tantas veces le ha ocurrido al PP en la época del bipartidismo, de tal forma que esa benevolencia con Vox demuestre que el ‘basta ya’ era un ‘hasta pronto’ como el que pretende Pablo Iglesias. Si Ayuso obtiene la mayoría absoluta, es cierto que Casado habrá subido algunos peldaños de la escalinata de La Moncloa.