Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Raquel

01/12/2022

El reconocimiento, un pequeño gesto de una fundación pequeña, adquiere, por su naturaleza, una dimensión mayor en el entorno hosco en que nos movemos. La Fundación Hospital Optimista acaba de otorgar por votación el premio Capitana Optimista a Raquel Jiménez Rico, auxiliar de Enfermería del Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila. No me pasa desapercibida la noticia leyendo el Diario de Ávila, por mucho que la cotidianeidad nos arrebate con informaciones dotadas, presuntamente, de más calado y profundidad más trascendente.
No lo son. Lo de Raquel sí es importante. El trabajo de Raquel y de todas las que son como ellas consiste en poner una sonrisa en la vida de los enfermos, hacer más «cómodo» el dolor, compartir con los familiares la zozobra y atender profesionalmente los momentos duros en que la salud disputa con la vida. ¿Puede haber algo más importante, por mucho que los zumbones de la actualidad quieran que lo importante sea lo de los próceres?.
Este premio singular de una Fundación singular (dedicada a positivizar lo concerniente a la asistencia sanitaria desde una perspectiva humana) es un aldabonazo para considerar el trabajo que hacen los y las profesionales de la Enfermería, eslabón decisivo de una cadena en la que todos, tarde o temprano, nos veremos y cuyo auténtico valor y cuyas verdaderas calidades sólo se conocen cuando se comprueban y no sólo cuando se enuncian.
Dice Raquel que trata de «ser empática y alegre» y de «valorar a la gente que acompaña al paciente» con humor, alegría y escucha. «Un dolor se puede curar pero a veces la parte humana no». Ésa es su técnica. Y bien pensado, como receta, sería sumamente conveniente para una sociedad como la nuestra, maximalista, extremada, desvalorizada, soberbia por demás. Raquel representa a quienes además de curar el cuerpo a veces curan el alma en los hospitales. Adviento.