Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


La crisis va para largo

03/06/2020

Las crisis, como el inmarcesible paso del tiempo, ponen a cada uno en su sitio. Son la mejor vara de medir para conocer la verdadera capacidad de gestión de un representante público y hasta su propia decencia. Lo que toda la vida hemos entendido como estar o no a la altura de las circunstancias o, si lo prefieren, estar a las duras y a las maduras, que diría el refranero. La actual crisis tiene como mínimo tres vertientes que la convierten en un sunami aún de incalculables efectos: sanitaria, social y económica. Enderezada la primera, a tenor de los datos que nos ofrecen las autoridades sanitarias, y contenida la segunda por el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que parece conllevar el ingreso mínimo vital, nos queda la tercera por frenar su imparable impacto negativo entre las empresas y las familias. Pero, lamentablemente -y aquí enlazo con lo que apuntaba en la primera línea-, esta crisis nos desvela también una cuarta vertiente que, por sus perniciosos efectos, no es nada menor: la extrema pobreza política.

Da igual casi donde mires, porque la destreza para embarrar, con perpleja facilidad, el oficio de la noble política se extiende por doquier en este país. Si te fijas en el Gobierno de la nación, no hay día sin que alguno de sus miembros pise un charco tras otro, se acuerde de la madre o el padre del contrario político o, sencillamente, mienta sin despeinarse. Y en la oposición, sucede otro tanto, no nos engañemos. Ha sido relajarse el número de fallecidos por la pandemia y, como lobos hambrientos, han salido en manada a ver quien da el mordisco más grande, sin importarles lo reciente del duelo o la angustia de tanta gente que ni siquiera ha podido despedir a su ser querido.

La crisis nos deja, de momento, a políticos desaparecidos del mapa como si les hubieran aplicado un ERTE; a muchos otros, abonados de forma inmune a la mentira, y a no pocos, dedicados con estoicismo a las cuitas internas del poder, parapetados en esa machacona y grandilocuente milonga de que lo único que les motiva a actuar así es por el bien del conjunto de la sociedad. En fin, me temo que esta crisis va para largo, porque hunde sus raíces en un fango abyecto y miserable.