Me gusta el deporte, adoro el deporte en casi todas sus formas y puedo decir que he sido un privilegiado: los Tours de Induráin, el gol de Iniesta, todo lo de Nadal, un español (Gasol) ganando un anillo en la NBA y otro (Alonso) un mundial de F1. He vivido a Phelps y a Messi, he sentido volar a Usain Bolt y vibrado con Jordan y con Bryant y con LeBron sin tiempo para relajarme, he visto arrancar prejuicios como monstruos a las hermanas Williams y a Tiger Woods y luego a Simone Biles, a Lomu y a Dan Carter aunque yo me quedo con Gavin Hastings porque en su día (no sé por qué) elegí a Escocia para vibrar con este tinglado, a Hamilton y a Schumacher, a Rossi y a Márquez, unos Juegos en Barcelona… y ahora he escuchado a un italiano quejarse de las malas artes de un adversario. Sí, creo ya lo tengo todo.
Estaba Gattuso (¡Gattuso, el que mordía tibias en sus ratos libres para no perder la forma!) muy molesto con la actitud del Granada en Nápoles: que si perdían tiempo, que si el planteamiento ultradefensivo, que «si esto lo llega a hacer un equipo italiano, estaría en todos los periódicos», que si «se jugó muy poco, hace falta más respeto», etcétera. Entiendo perfectamente, pero 'per-fec-ta-men-te', cómo se siente la afición del Nápoles. Podemos hacernos a la idea de lo que sintieron, de esa rabia contenida viendo cómo el rival usaba todas las páginas ocultas del 'Manual del otro fútbol' para convertir el partido en un estercolero sin ritmo… ¡porque es exactamente lo que Italia sublimó y mostró al mundo durante muchos años! Entre que en España atravesamos una crisis de juego morrocotuda y tenemos que recurrir a aquello y que (no lo olvidemos) el Granada es ocho veces menor por presupuesto, casi cualquier cosa menos morder tibias era lícita en Nápoles para mantener el 2-0 de la ida. Aunque no nos guste ese estilo, da cierto gustito devolverles algo de lo que nos hicieron.