Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Por segunda vez

29/03/2021

Así es; por segunda vez ya nos disponemos a pasar una Semana Santa anormal, privados de tantas imágenes familiares que han formado parte de nuestras vidas durante tanto tiempo. Quién más, quién menos, tiene asociados estos días a alguna tradición: sea la de participar en procesiones o ceremonias o la de contemplarlas, con devoción o con admiración; sea la de realizar un viaje a algún lugar de interés, aprovechando alguna de esas ofertas tan atractivas que se anunciaban en los escaparates de las agencias de viajes; sea la de buscar tranquilidad y reposo en algún lugar apartado; sea, en fin, la de volver al pueblo, costumbre muy practicada en tierras como la nuestra, con tantos paisanos dispersos por el ancho mundo. La Semana Santa se había ido convirtiendo para mucha gente en un paréntesis vital donde se podían mezclar fácilmente sentimientos y recuerdos de muy variada naturaleza.
Cuando todo esto empezó hace ya más de un año, y se iba acercando la Semana Santa de 2020, y se anunciaba la suspensión de procesiones, y todo lo demás, en medio del estado de alarma de entonces y del confinamiento estricto en que estábamos, aceptamos resignadamente que no había otro remedio y que era la única solución para superar la pandemia por muy extraña que nos resultara aquella situación. Seguro que recuerdan que las televisiones se llenaron de imágenes de procesiones grabadas el año anterior, que se iban proyectando cada día como si formaran parte de una retransmisión en directo. Y todos, o la inmensa mayoría, pensamos convencidos que sería la única y última vez, que era un año excepcional y que no se repetiría más. Yo, desde luego, no recuerdo haber oído a nadie por aquel entonces afirmar que este año estaríamos en las mismas. Cierto que, sin confinamiento estricto, pero con la misma congoja.
Y así estamos, por segunda vez. Precavidos y temerosos de que una cuarta ola se nos eche encima, expectantes y ansiosos de que la vacunación se acelere, perplejos de que nos puedan visitar turistas de otros países, pero no del nuestro. Alguno habrá, simpático él, que nos recuerde estos días aquello de que «no hay dos sin tres». Mejor gritemos a coro eso otro que decimos con vehemencia cuando alguien nos hace una faena gorda: «!Que sea la última vez¡». Que de verdad lo sea.