Editorial

Sánchez apura la cuenta atrás con la mirada puesta en las elecciones

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Mientras apura sus últimos días en Doñana, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, va teniendo cumplida información por parte de sus subalternos -como José Luis Ábalos y Adriana Lastra- y, sobre todo, de su asesor, Iván Redondo, de los movimientos que se están dando de cara a una posible investidura, con negociaciones a varias bandas, y siempre con un socio preferente muy enfadado con él y más dividido que nunca: Unidas Podemos. 

El reloj sigue imparable su camino y queda poco más de un mes -23 de septiembre- para que el Rey disuelva las Cortes y se convoquen unas elecciones que, según todas las encuestas, le favorecen, ya que pueden suponer el acta de defunción de Podemos y una caída de Ciudadanos, que no se puede quitar la rémora de Vox en los Gobiernos de Andalucía, Murcia y Madrid, ni el cordón sanitario al líder socialista.

Claro que el madrileño lo quiere todo sin apenas contraprestaciones después de salir reforzado -o al menos eso es lo que le transmite su círculo más cercano y los trabajos del polémico barómetro del CIS de Tezanos- de la fallida sesión de investidura, con un Pablo Iglesias muy tocado que no olvida los metadatos que se cocieron en Vicepresidencia y que le dejaron en muy mal lugar en las negociaciones tras filtrarse las mismas con ligeras variaciones. Tirando de hemeroteca, hay muchos ejemplos de Gobiernos a la portuguesa -sin coalición- en España. Basta ver que desde 1986, y con la excepción de la mayoría absoluta de 2011 de Rajoy, tanto socialistas como populares han echado siempre mano de los nacionalistas vascos y catalanes, aunque en el caso de estos últimos el eufemismo -utilizado por Sánchez en su última intervención- es patente, ya que ahora son independentistas a secas. Normalmente, no se trataba de completar programas, sino de contrapartidas, no solo económicas, sino también educativas, que, a la larga y según los expertos, se han acabado convirtiendo en fábricas de separatistas con una imagen distorsionada o simplemente inexistente de la unidad de España.

Pero donde se puede apreciar la existencia de Ejecutivos libres de ataduras con sus socios de investidura en los últimos años es, por ejemplo, en el Gabinete Rajoy de 2016, en el que las abstenciones de un PSOE comandado interinamente por Javier Fernández le pasaron luego factura. También se vieron pactos contra natura, como la alianza un lustro antes entre PP e IU -Redondo fue clave- para echar a los socialistas de Extremadura. En 2012, los comunistas dieron un cheque en blanco a los progresistas en Andalucía, algo que también hizo Génova con Patxi López en 2009 para que fuera lehendakari. Eran otros tiempos.