Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Estrategias cruzadas

26/02/2020

El ya expresidente del Partido Popular vasco, Alfonso Alonso, se ha despedido con elegancia de su cargo después de que con él no hayan tenido la misma gentileza a la hora de su relevo como candidato a la Lehendakaritza y su sustitución por Carlos Iturgaitz.

El exalcalde de Vitoria y ex ministro de Sanidad ha actuado guiado por la lealtad a su partido. Si hubiera decidido quedarse como presidente del PP vasco mientras Iturgaitz luchaba por los votos, el destrozo que habría causado entre sus potenciales votantes sería de magnitud incalculable, porque lo que peor consienten estos son los líos internos.

No obstante, Alonso ha dejado algunos recados a la dirección de su partido que están relacionados con la distinta manera de entender “lo que es España y como se vertebra su diversidad”. Es decir, las diferencias entre Alonso y el presidente del PP, Pablo Casado, son de la mayor magnitud por cuanto afectan al principal problema del país, el territorial, y que se amplía con una diferente manera de entender la política y el funcionamiento del partido, precisamente las dos causas que han precipitado su defenestración, nada pactada, y que entra en colisión con el respaldo que tenía de la organización que ha dirigido hasta el lunes. Un partido que resultaba molesto porque estaba dispuesto a mantener su capacidad de decisión sobre los asuntos de su competencia. A pesar de las diferencias y de su falta de capacidad para decidir ha pedido a la que era su gente que se ponga a disposición de Carlos Iturgaitz.

La designación de quien ya fue candidato a lehendakari ha sido aceptada por Ciudadanos, el causante de la crisis en el PP vasco por el acuerdo de las direcciones nacionales. Carlos Iturgaitz es uno de los representantes más genuinos del constitucionalismo, del antinacionalismo, de la defensa de la unidad de España –acrisolada en los años de plomo, lo que es innegable- entendido a la manera que lo hacen ambos partidos y que deja fuera a otros partidos no menos constitucionalistas.

La primera declaración de Carlos Iturgaitz ha sido para alabar la figura de Santiago Abascal, otro conspicuo representante del PP vasco del que se separó para crear Vox, aunque su guiño no ha hecho mella en la ultraderecha. Entre otras cosas porque Vox tiene su propio proyecto que es el de sacar el mayor número de votos posible para negociar desde una posición de fuerza. En las elecciones vascas sus votos no serán decisivos porque las tres derechas están muy lejos de amenazar el liderazgo nacionalista e incluso socialista, cuyos votos han crecido de forma exponencial en las últimas citas electorales con respecto a 2016. Desde Vox le han devuelto los cumplidos a Iturgaitz.

Menos clara está la estrategia de Ciudadanos. La del PP es tratar de que Vox vuelva a la casa grande de la derecha, deje de ser un socio competidor y acabe figurando con ellos en una lista única, por lo que trabajan Pablo Casado y su mentor José María Aznar. Ciudadanos debe aclarar cómo le afecta la derechización del PP, si sigue su estela y continúa de la mano de Vox o decide ocupar el espacio de centro que está cada vez más huérfano de defensores. Inés Arrimadas debe decidir lo que quiere y si lo que quiere le beneficia más a su formación o al PP, aunque logre un par de escaños en el Parlamento de Vitoria.