Diego Izco

TIEMPO MUERTO

Diego Izco

Periodista especializado en información deportiva


Público

12/09/2020

Si alguien me cediera durante un par de minutos uno de los sillones guapos de la Federación o de la Liga, reclamaría cámaras y micrófonos a espuertas y, sin que nadie me preguntase, diría: «¿Que por qué digo que es imposible que de momento tengamos público en los estadios?¡Por esto!» y en un gesto dramático, perfectamente estudiado, sacar el mando a distancia y pulsar el 'play' y ver las imágenes de la celebración del gol en el Lens-PSG.

En ellas, por si no lo han visto, se ve a futbolistas locales acercándose a una valla para festejar el tanto de la victoria, y al fondo muchos espectadores -en Francia se permite con aforo reducido- sin mascarilla, sin distanciamiento social… pero lo más grave es que algunos han saltado al límite del césped y se abrazan a los jugadores locales. En principio, jugadores perfectamente controlados por la Ligue 1 en 'burbujas' vigiladas y estrictos protocolos. Esos tipos que se vuelven locos abrazando a Ganago (autor del gol) y a otros futbolistas, ¿estaban controlados? ¿Les hicieron tests previos? No, ¿verdad? ¿Qué hacemos ahora, poner en cuarentena a todo el Lens?

El fútbol es pura pasión en la cabeza del aficionado. Es imposible controlar la euforia en la atmósfera de un estadio, donde la alegría por un gol (el de un recién ascendido al campeón de Liga, en el caso que les refiero) es mucho más contagiosa y se propaga a mucha más velocidad que el coronavirus. Durante unos segundos, el forofo pierde los papeles. No recuerda que debe usar mascarilla, que no se puede abrazar a nadie o por qué el aforo al estadio está limitado. Es un instante de ciega sinrazón del que se recupera poco después, deseando que nadie haya captado su festejo y, en estos días, deseando que ese desconocido al que acaba de abrazarse no le haya contagiado. O al revés. Y así, mejor que todavía sigan vacíos…