Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Brexit

03/02/2020

Seguramente habrán visto esas imágenes enternecedoras del Parlamento europeo tras la votación final del Brexit. Eurodiputados de todos los colores y de todas las nacionalidades, cogidos de la mano, entonando un tradicional cántico inglés de despedida. En nuestra lengua, porque siempre tuvo traducción, comenzaba diciendo: «llegado ya el momento de la separación…» Muchos de los presentes se abrazaban y lloraban; principalmente los eurodiputados británicos que no eran partidarios de tal separación y que ahora están obligados a dejar su escaño allí. Pero consumada está, y ya no tiene remedio. Lo que ayer se aprobó era justamente el documento final de separación, en la variante más drástica, una vez que no fue posible en todos estos años que han transcurrido desde el referéndum aprobar una alternativa más flexible porque no se encontró una fórmula a la que el Parlamento de Londres diera el visto bueno.
Es curioso. Estaban ya en marcha los análisis sobre cómo será el rumbo de la Unión Europea sin Gran Bretaña, y cómo será el rumbo de Gran Bretaña fuera de la Unión Europea, y, a la vez, algunos expertos empezaban a pronosticar que, cuando la siguiente generación ocupe el espacio de ésta que decidió irse, los ingleses volverán. Habrá otro referéndum, de retorno, y volverán. A alguno de ellos le oí razonar que de aquí a entonces habrán tenido tiempo de experimentar los inconvenientes de todo tipo que traerá consigo la salida, y estarán deseosos de volver. Empezarán a ver las trabas comerciales, a la libre circulación de personas, mercancías y capitales, al uso de servicios públicos en otros países de la Unión cuando sean un país tercero, y pedirán a gritos un referéndum de regreso.
Mis dudas tengo; pero, si es así, me quedé pensando que todo eso será si los demás países miembros estamos dispuestos a volver a negociar con ellos el retorno, y en qué condiciones. Y llegué a la misma conclusión a la que ya había llegado cuando se celebró aquel desdichado referéndum, fruto de un precipitado compromiso de campaña electoral. Que el referéndum es un poderoso instrumento democrático, sin duda; pero que si luego tienes reservas para aceptar lo que pueda salir, quizá lo más prudente es no convocarlo, al menos si no es estrictamente necesario.