Quizá contagiados por la ineptitud de los representantes políticos, para encontrar una solución de gobernabilidad antes de llevarnos a las urnas, de nuevo, la sociedad en general está viviendo un clima de crispación que afecta a su día a día, hay un vacío individualizado, aunque solapado por el vértigo de la información constante, más bien opinión, en algunos casos sin haberla reposado convenientemete, pero siempre hay alguien que la compra. Para el poeta Antonio Machado, la libertad no consistía en decir lo que se piensa sino en pensar lo que se dice.
Frente al necesario crecimiento intelectual del individuo, al cultivo del pensamiento como elemento enriquecedor, solo impera la opinión rápida, sin análisis previo, cercana al insulto y con un corte partidario, populista. Los ciudadanos se ven absorbidos por una militancia que les empuja desde fuera y de la que no están sabiendo escapar, situándose en un constante desasosiego que les lleva al enfrentamiento de quien no opina lo que ellos. No se trasluce que haya felicidad y eso que, en una gran mayoría, quien más y quien menos, ha disfrutado de unas vacaciones y debería ver todo desde otra óptica, sobre todo más relajada. Lo que aflora en estos momentos son las frustraciones humanas lanzadas como dardos contra el de enfrente sin detenerse ni siquiera unos segundos en realizar un diagnóstico, para tratar de ponerle solución al problema. Se recurre a lo sencillo, atacar al otro para sacudirse los complejos.
Es un peligro este robo de libertad del individuo por la intoxicación del ambiente generalizada que se extiende como una pandemia y, sobre todo, porque se está cayendo en la trampa de quien maneja los hilos, abandonar la capacidad de pensar y dejarse llevar por la corriente del caos. Este ambiente es difícil para el desarrollo de la cultura, la que puede imbuir al individuo de un un espíritu crítico y llenar su vacío interior, encontrándose a sí mismo a través de la lectura, el arte o la opinión razonada en un debate que no tiene por qué ser coincidente en planteamientos. Hay que recuperar esa capacidad de moverse en libertad sin caer en la trampa de reaccionar como quieren los demás, por eso es aconsejable cultivar la mente.
Como cada septiembre, al final del verano llega a Segovia el Hay Festival, nacido en Hay on Way, Gales, pero que adquiere patente española porque la política se ha encargado de separar culturas en vez de unir voluntades, si es que entre los parlamentarios del Reino Unido, en medio de la locura, existe un acuerdo para romper con la Unión Europea. Desde hace catorce años está demostrado que escuchar voces que cultivan la pluralidad de ideas, desde el diálogo, o acercarse a los movimientos artísticos es un ejercicio que contribuye al enriquecimiento de la persona, sin caer en el misticismo, pero sí profundizando en el humanismo, olvidando lo banal que no propicia otra cosa que en enrarecimiento generalizado del ambiente, la contaminación del medio en el que nos movemos. Plazas abiertas, mentes abiertas.