Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


Bernardo Bayona

01/03/2020

Bernardo Bayona Aznar (1952-2019), parlamentario socialista y amigo mío (compartimos muchos años de responsabilidades en el Senado), llegó a ver publicado su último libro, referido al pensamiento de Francesc Eiximenis (editorial Tecnos, 2019), un franciscano catalán del siglo XIV que influyó con sus ideas pactistas y del control del poder a muchos filósofos europeos posteriores.
El libro está dedicado a su esposa Pilar -«cuyo amor y cuidados me han dado las fuerzas necesarias para escribirlo»-, y ella me invitó a intervenir en un acto, mezcla de presentación de su libro y de homenaje a su memoria, celebrado en Zaragoza, y en el que intervinieron o estuvieron presentes amigos como Alfonso Sáenz Lorenzo (senador socialista), Santiago Marraco (primer presidente de Aragón), Salvador Rus y Manuel González (de la editorial Tecnos), José Solana (colega de Bernardo en la universidad), y su hija, Clara Bayona Morales. 
Mi amistad con Bernardo comenzó cuando él llegó al Senado en 1982, tras el triunfo electoral del PSOE. Era la primera vez en la historia que se formaba en España un Gobierno socialista sin tener que depender de los apoyos de otros partidos, y eso estaba presente en nosotros, pues sabíamos que era un hito en la trayectoria de nuestro partido que entonces tenía ya 103 años de antigüedad. 
Ese interés por el tiempo pasado, por lo que supone la historia cuando se toman decisiones políticas, siempre fue un motivo de gozosa conversación entre Bernardo y yo, desde que nos conocimos en aquella legislatura mítica.     
De mis muchos recuerdos de Bernardo, retengo un instante: la tarde del 23 de febrero de 1984, cuando el senador Enrique Casas fue asesinado a tiros en su casa familiar en San Sebastián, por un grupo de pistoleros independentistas vascos.     
La noticia nos llegó debatiendo en comisión el proyecto de ley orgánica del Derecho a la Educación (LODE) y entonces suspendimos unos minutos la sesión. Bernardo Bayona era portavoz en la Comisión de Educación. Con plena autonomía decidimos continuar el debate, aunque muchos de nosotros nos dolían los ojos de contener las lágrimas. Los miembros socialistas de la comisión éramos conscientes del significado de proseguir con el debate parlamentario, la palabra retando a la barbarie.    
Bayona representa una circunstancia concreta y aleatoria pero que, al constituir la materia histórica de un periodo fundacional, se convirtió en una estructura que permanecerá hasta que el sistema político actual entre en crisis, algo que no es previsible por ahora, a pesar de las incertidumbres de nuestros días. 
Juan J. Linz, probablemente el mejor analista de transiciones políticas, distingue la transición a la democracia en España, caracterizada por ser obra de políticos jóvenes, comparada con otras transiciones en Europa. Linz señala que en Italia, Alemania, Grecia y Portugal, las transiciones las hicieron personalidades de las anteriores etapas democráticas, como Togliatti, De Gasperi, Adenauer, Schumacher, Karamanlis, Papandreu, Eanes y Soares, cuyos equivalentes españoles fueron Fraga, Carrillo, Ruiz Giménez y Gil Robles. 
En España la transición la hicieron líderes nuevos y jóvenes, como el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Felipe González.    La transición no fue recuperar la II República, sino integrarse en la Europa democrática y contraria al nacionalismo. 
Pero esa constante de personas jóvenes y nuevas no fue nunca una efebocracia, el culto adánico a una juventud que prescinde de la experiencia de los antiguos.
Al frente de la comisión de Educación estaba Bernardo Bayona, que por entonces tenía poco más que 30 años, pero Bernardo mantenía una relación estrecha y constante con veteranos como Pepe Beviá (entonces diputado, pero anterior senador portavoz en Educación), lo mismo que con Marta Mata, Alfons Cucó, Pepe Cabrera Bazán, Jordi Maragall o Carlos Barral, y otros muchos seniors.
Bayona y todos nosotros mantuvimos una relación con la generación de los veteranos que fue sencillamente de veneración. 
No hubo efebocracia porque respetamos el criterio de personas como Ramón Rubial, José Prat García, Pepe Carvajal (entonces presidente de la Cámara), Andreu i Abelló, Víctor M. Arbeloa, Arturo Lizón, Alberto de Armas, Jacinto Calvo, Manuel Díaz Marta, Rafael Fernández Álvarez, Jaime Pérez Llorca, Josep Vidal y Riembau, Carlos Barral, Marta Mata, Joan Codina, Antonio García Duarte, Antonio García Correa, Pepe Subirats, Josep Beviá o Fernando Morán, y otros tantos. Cada una de sus biografías era parte de la historia del PSOE, incluso de la historia de España. 
El rasgo de la transición española fue la síntesis de la historia con el proyecto democrático europeo. Al entrar en crisis aquella síntesis personal e ideológica, enseguida entró en crisis la síntesis entre el pasado y el presente, entre dos teorías de la renovación; en la práctica, entró en crisis esa alianza entre los veteranos y los dirigentes jóvenes que había sido el secreto del PSOE que estuvo identificado con la construcción de la democracia en España.
Bernardo Bayona ha sido un microcosmos de aquella época.