Editorial

Sánchez y el PSOE no se fían de Pablo Iglesias y razones no les faltan

-

Ha llegado la hora. Transcurridos 85 días de las elecciones generales del 28 de abril, Pedro Sánchez pronuncia hoy su discurso de investidura en el Congreso de los Diputados sabedor de que con 123 diputados no será una legislatura fácil ni tampoco larga en el caso de que obtenga el plácet de la Cámara.

Las últimas semanas han estado repletas de órdagos tanto por parte del PSOE como de Podemos, formación cuyos 42 diputados son necesarios pero no suficientes para garantizar a Pedro Sánchez volver el martes con plenos poderes al Palacio de La Moncloa. 

Autodescartado Pablo Iglesias como miembro de un todavía hipotético gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, las negociaciones entre los dos partidos se han acelerado en las últimas horas para pactar los puntos programáticos en los que están de acuerdo y, sobre todo, los que se está en desacuerdo. Pero también se está hablando de los ministerios que irán a parar a miembros de la dirección de Unidas Podemos como Irene Montero -tanto monta, monta tanto Irene como Pablo-, Rafael Mayoral o Pablo Echenique, una vez que Pedro Sánchez aceptara que fueran integrantes de Podemos y no tecnócratas afines los que entraran en el Gobierno. Aunque parece que Podemos ha renunciado a ocupar carteras de Estado -Interior, Justicia, Defensa, Exteriores-, lo cierto es que el reparto se está complicando puesto que Sánchez no quiere prescindir de ministros como su secretario de Organización y responsable de Fomento, José Luis Ábalos, o de la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cartera que pretende controlar Podemos para llevar a cabo su reforma fiscal. Algo parecido ocurre con Teresa Ribera, titular de Transición Ecológica, departamento este al que aspira Podemos, al igual que al de Trabajo.

Aunque poco ha trascendido aún de los avances de los equipos negociadores, lo cierto es que, desde fuera, da la sensación de que ambas partes, especialmente el PSOE, no se fían de Pablo Iglesias.

Razones no le faltan a Pedro Sánchez para no fiarse y no sólo porque el líder de Podemos hiciera fracasar su primer intento de investidura allá por 2016. También porque, como él mismo dijo, no puede gobernar en España con los dirigentes de un partido que considera que en nuestro país hay presos políticos. Y lo va a seguir pensando pero, esta vez, desde dentro de La Moncloa.

Pero, tal vez, lo peor de todo es que Sánchez sabe que, si finalmente no da un golpe de mano que le dé margen al menos hasta septiembre, gobernará con un partido que será gobierno por las mañanas y oposición por las tardes. Difícilmente así se puede acordar el primer gobierno de coalición para España.