Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Impulso criminal

06/11/2020

Estoy convencido de que en 1942, William Beveridge no podía imaginar que su sesudo informe sobre la seguridad social podría llegar a tener un recorrido tan exitoso, justo cuando las posibilidades de derrotar a la Alemania nazi parecían tan lejanas. Dudo que los lectores de Camino de servidumbre de Hayek fuesen conscientes de hasta qué punto su libro era presciente del germen venenoso. Cualquier lector de Tolkien sabe que los atajos siempre son peligrosos.

La única conclusión factible es que como Ícaro, los humanos tendemos a pecar de soberbia, pensamos que nuestras construcciones intelectuales son brillantes y atemporales. Esta rigidez mental nos lleva a pensar que las cosas solo pueden ser de una manera y esa es solo la correcta; irritante inflexibilidad intelectual.

Cualquier individuo madura con el paso de los años, enfoca los problemas de manera diferente y adquiere enseñanzas que le permiten curtirse en un devenir no siempre exento de duras experiencias. No confundan estas palabras con relativismo, mas bien nos recuerdan que nuestro conocimiento de las cosas es parcial e influye en qué momento vital nos pille.

Esta reflexión exige una profunda humildad, porque como máximo nos atreveremos a dar sólo consejos a nuestros semejantes. Hay experiencias que hay que vivir en primera persona. Las enseñanzas de la vida y sobre todo sus cicatrices solo son valiosas si son voluntarias.

En Occidente hemos perdido el amor a la libertad, el aprecio al honor y el respeto a la verdad. Sin estos valores es imposible mantener una sociedad sana y en cuestión de tiempo dejará de ser próspera. Vivimos en la ilusión perpetua de que tenemos derecho a ser felices, disfrutar de seguridad material y gozar de bienestar físico.

No es el momento para explicar por qué estas demandas generarán frustración inmerecida. Lo relevante es que estamos al principio de un nuevo ciclo, lo cual garantiza un periodo de convulsión e inestabilidad. El estado de Bienestar como concepto político está muerto, aunque sus seguidores no lo sepan todavía.

Esta pandemia nos recuerda que sin esfuerzo, responsabilidad y riesgo, ninguna nación puede ser próspera. La legión de burócratas y expertos occidentales han confirmado que su soberbia no iba pareja a su eficiencia porque solo los suecos han sido conscientes de que era imparable. Tenemos que recuperar nuestro amor a tomar decisiones y aceptar sus consecuencias. Pueden no ser afortunadas, pero serán las nuestras. Hay que poner coto a la intromisión política en la actividad económica y personal.