Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Transición de justicia

10/07/2020

La transición justa que se promete como compensación a las cuencas mineras por su contribución durante siete décadas al desarrollo de España, es obligada, es la deuda no saldada y es, en consecuencia, de justicia. Treinta años de agonía, apunte que ocupó esta columna la pasada semana, han de servir de lección para el futuro.

La clausura de las tres últimas centrales de Castilla y León (La Robla, Compostilla y Velilla) se veía venir. Una vez cerradas todas las minas en 2018 no estaba justificada la quema de carbón importado. Esta concepción pragmática de la realidad, sin embargo, no puede eludir la obligación de establecer condiciones que eviten la despoblación y la muerte de estos territorios. El problema sobrepasa a las dos provincias afectadas. Castilla y León no se lo puede permitir.

Existe coincidencia en el lamento y hasta se ha puesto nombre descriptivo al Ministerio encargado de realizar la Transición Ecológica con el encargo de responder al Reto Demográfico que provoca. El consejero de Fomento de la Junta, Carriedo, ha enviado a la titular ministerial, Teresa Ribero, una carta tan sobrada de buenas recomendaciones como carente de exigencia y concreción. Las compañías eléctricas, solicita el consejero, deben inducir el proceso de reindustrialización. Se ha de potenciar la colaboración pública y privada para impulsar empresas con apoyo técnico y financiero.

Las compañías eléctricas se han limitado, hasta ahora, a proyectar parques de generación fotovoltaica y eólica que compensan la producción del carbón. Esto significa pan para hoy y hambre para mañana. La mano de obra será intensiva durante la instalación, a lo sumo un par de años. Pero solo existirá futuro si se afronta un plan integral riguroso, con plazos y proyectos públicos que sirvan de polos de atracción a la iniciativa privada. Ha de ser transcendido el marco municipal como territorio de actuación y los alcaldes han de olvidar comportamientos localistas del pasado, rayanos con frecuencia en el caciquismo. Altura de miras, generosidad y exigencia. En definitiva, aprender de lo que se ha hecho mal en los últimos 30 años.