Vergonzoso suspenso

Victoria Lafora
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Los datos del informe PISA son el reflejo demoledor de la mala calidad de la educación española, uno de los países con renta alta de la OCDE. De nada sirve desmenuzar el trabajo de los expertos para quitar importancia a la conclusión de que los alumnos españoles de quince años tienen mala comprensión lectora. Esto viene de lejos y no consuela que este curso no haya podido evaluarse por fallos en el análisis de la prueba, por otro lado, inexplicables.

La reacción de las autoridades educativas ha sido, como siempre, negar la mayor. Vender el lado menos malo del diagnóstico y culpar a los anteriores gestores. No es aceptable que el Secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, recuerde que, aunque el nivel de los estudiantes españoles está por debajo de la media de la OCDE, hay países que están peor. Pues claro, pero si seguimos así llegaremos al furgón de cola. Y lo malo es que vamos hacia atrás: en matemáticas se han perdido trece puntos de valoración desde 2015. También en ciencias estamos a la altura de Lituania o Hungría. Todo un palmarés. Es cierto que dramatizar no sirve para gran cosa, pero sí conviene analizar la trayectoria que la democracia española ha seguido en un tema capital como es la educación y la formación de unas generaciones que van a competir en un mercado laboral cada vez más complejo.

De entrada, hay que recordar que en cuarenta años la clase política no ha sido capaz de firmar un pacto de Estado sobre las líneas maestras de la las leyes de enseñanza. Que hay chicos en este país que en sus años de colegio han pasado por varios planes de estudio, con asignaturas que aparecían y desparecían en función de la ideología del Gobierno de turno.

Que los docentes, sacrificados y mal pagados, no gozan del prestigio social y del respaldo de las familias a la hora de exigir disciplina y conocimientos. Que, pese a ganar unas oposiciones, en la escuela pública se funciona con contratos de sustitución que se cancelan al llegar junio para recuperarlos al comienzo del curso, en septiembre. Algo que, sin exagerar, les homologa con los temporeros de la vendimia o el sector turístico.

Que la crisis económica, de la que todavía no hemos salido, y los recortes de gasto público del Gobierno de Rajoy se cebó, especialmente, con una Educación y una Sanidad que no han recuperado, todavía, las plantillas que perdieron en los años negros. Que faltan profesores. Que los centros están saturados y los ánimos de la docencia por los suelos.Que en concreto en Madrid, una de las Comunidades Autónomas que sale peor parada en el informe PISA, la rimbombante apuesta de Esperanza Aguirre por la enseñanza bilingüe en ingles, sin los medios necesarios, ha sido un fiasco más. Así las cosas, y teniendo en cuenta que en el debate electoral de los cinco candidatos a las últimas elecciones no se habló ni una palabra del tema educativo -demostrando lo poco que parece interesar a la clase política- la situación es más grave de lo que intentan decirnos.

A las nuevas generaciones les vamos a dejar un mundo invivible y ellos mucho peor preparados. Vaya éxito.

 

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