'Sit down, míster Sánchez'

Fernando Jáuregui
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Claro, a los españoles nos molestan los gestos que puedan implicar desprecio a nuestro país, incluyendo a nuestros dirigentes, aun cuando estos sean más o menos discutidos en el interior.

La ropa sucia se lava en casa, y no es Trump, el muy peculiar -por decir lo menos- Trump, quién para ordenar al presidente del Gobierno del Reino de España que se siente, haciéndole la cobra cuando Sánchez trataba de pegar la hebra con el dizque hombre más poderoso del mundo. La foto ha herido la sensibilidad nacional, aunque La Moncloa, como no podía ser de otro modo, quita hierro al feo gesto para con el presidente: era una broma, dicen.

El incidente de Osaka en la reunión del G-20 ha venido a culminar una semana en la que se han cumplido los dos meses desde las elecciones legislativas, que hasta ahora no parecen haber servido para mucho. Si quisiéramos hacer comentarios jocosos, diríamos que Trump exigió a Sánchez que se siente y serene el panorama político nacional a ver si da con la fórmula para poder formar de una vez un Ejecutivo superando la investidura de julio. Claro que el, ejem, ya digo que peculiar poseedor del tupé más notorio del planeta podría haber ordenado -sí, ordenado- que se sienten también al Rivera del "no es no" -menuda la que se está armando en el partido que lleva casi el color del tupé-, al Casado del "también no es tampoco", al Iglesias del "qué hay de lo mío"...

En fin, sit down everybody en un país del que no consta que Trump tenga especiales conocimientos; pero sí consta que a los Estados Unidos le interesa que permanezca estable, unido y sin ruidos. Pero claro, el ruido parece inherente a la política española. Un país casi literalmente en llamas, entre otras razones porque los incendios se apagan en febrero, con la prevención, y aquí este mes de febrero las mentes gubernamentales y de la oposición estaban en la batalla por el poder, o sea, lo mismo que ahora, y no en las llamas que vendrían. Son muchos los incendios que no se han apagado; tantos, que el ministro de Exteriores y de nuevo ministro de Exteriores, Josep Borrell, se queda con la cartera porque, sugiere modestamente, él es imprescindible para que la política externa española no se desmorone.

Lamento que ni él ni su jefe Sánchez percibiesen que este movimiento desnuda la real situación de provisionalidad en la que vivimos. Somos un país en funciones, con un Gobierno y una oposición en funciones, así que el peso que Sánchez acumuló en Europa con su victoria socialdemócrata se va difuminando algo más cada día que no logra consolidar un Gobierno creíble -ojo, digo creíble- para los ciudadanos.

Y así, pues eso: que alguien que se ha hecho célebre por su pésima educación, pero que manda mucho, se permite lo que en el mejor de los casos fue una broma necia con el hombre que sigue simbolizando el gobierno de España. Una imagen vale más que mil palabras, sobre todo cuando a la foto se une el que casi te nieguen la palabra cuando se la diriges a alguien. Va a hacer falta mucho más que el retorno de Borrell para que nuestro gran país, zarandeado hasta en la ONU a cuenta de un caso Cataluña que allí no comprenden -aquí tampoco-, regrese a ocupar el puesto que le corresponde. 

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