Mentiras peligrosas

Desirée García (EFE)
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Líderes políticos de todo el mundo han popularizado en los últimos años las llamadas 'fake news' o noticias falsas como una forma de socavar la libertad de prensa

Mentiras peligrosas

Llegan a diario a los móviles, acaparando los muros de Facebook, apareciendo en los televisores, colándose en las conversaciones del trabajo, los jubilados preguntan por ellas a sus médicos y los niños, a sus padres. Las fake news o noticias falsas son ya algo cotidiano pero, ¿qué son realmente?
«Esto es una manzana. Algunas personas pueden decirte que es un plátano. Podrían gritar plátano, plátano, plátano una y otra vez. También poner plátano en mayúsculas. Incluso hay quien comience a creer que esto es un plátano. Pero no lo es. Es una manzana». En octubre de 2017, la CNN lanzaba esta campaña para intentar desprenderse de la etiqueta que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le había colocado al acusarle de publicar fake news cada vez que sus informaciones no le gustaban, al igual que a otros medios.
«Los políticos la utilizan como arma arrojadiza para desprestigiar la ideología del contrario», explica la periodista y profesora universitaria Myriam Redondo, una de las mayores especialistas en desinformación en España.
En los últimos años, dirigentes de todo el mundo han popularizado y desvirtuado el significado de la expresión noticias falsas para convertirla en una forma de atacar a la libertad de prensa. Además, el fenómeno de las fake news excede su literalidad: no son solo noticias, sino contenidos, ni son solo falsedades.
Es mucho más, es desinformación. Así hay que referirse a cualquier contenido noticioso falso que haya sido creado y difundido de forma deliberada, según expertas como Redondo o Claire Wardle, una de las referentes mundiales en fact checking o verificación de datos.
¿Por qué es importante el rigor terminológico? Como sostiene Wardle, «estamos en guerra». Y para ganar la batalla, es necesario identificar al enemigo.


¿A qué nos enfrentamos?

Se trata de «bulos, noticias con datos erróneos, contenido audiovisual manipulado o descontextualizado, informaciones que conectan datos o hechos con imágenes que faltan a la verdad, relatos fraudulentos, textos satíricos», enumera Wardle, también directora de First Draft, organización que trabaja para mejorar la calidad informativa en la era digital.
La circulación masiva de estas formas de desinformación ha creado una «intoxicación informativa a gran escala», según un estudio del Consejo de Europa.
En medio de este ruido, «lo que queda en la mente de la gente es la confusión», subraya Redondo. O una «emoción intensa» que lleva a compartir la información rápidamente.
«En las redes sociales todo va a través de las emociones. Si no sabes que está diseñado para hacerte reaccionar, puedes ser manipulado muy fácilmente», advierte Alexandre Alaphilippe, director de la ONG EU Disinfolab.
«Todavía no sabemos qué efectos genera en la intención de voto esta cuestión, pero cuanto menos confunde e influye», sostiene Redondo.
De hecho, las campañas del Brexit y la que dio la victoria a Trump en 2016 demostraron que la desinformación afecta a la calidad del sistema democrático, poniendo en circulación multitud de ideas y proclamas sin un auténtico «debate», y eso «no es justo», sentencia Alaphilippe.

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