No nos lo podemos permitir

Fernando Jáuregui
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No, no podemos permitirnos más dilaciones. Constato que, en muchos sentidos, España sigue semiparalizada por la falta de acuerdos políticos para llegar a un Gobierno central estable. Me preocupa crecientemente que la posibilidad de ir a unas nuevas elecciones, al no poderse pactar la investidura de Pedro Sánchez, empiece a ser un hecho aceptado con normalidad en cenáculos, mentideros y hasta en los medios más solventes. ¿De verdad llegaremos al extremo de que no haya otro remedio que ir a las cuartas elecciones generales en menos de cuatro años? Pagaríamos un altísimo precio en concepto de marca España, aunque esos comicios redundasen en un fortalecimiento de los dos mayores partidos 'clásicos', es decir PSOE y PP. Una posibilidad que, por cierto, empieza a ser vista como un beneficio desde algunas ópticas, que constatan que los 'emergentes' andan de error en error, y tiro porque me toca. No, no nos lo podemos permitir. Bastantes plumas se ha dejado la democracia española, un día admirada por la manera como hizo la Transición desde la dictadura, con las trapisondas de los últimos cuatro años, a un lado y al otro del Ebro. Cuando, como es mi caso, tienes que recorrer España y hablar ante audiencias de todo tipo, percibes el desconcierto, el descontento.

No he encontrado a nadie, ni uno solo -y he hecho mis propias encuestas con todos cuantos me reunía, varios centenares desde las elecciones generales-, que se opusiese a la posibilidad de que Ciudadanos y Partido Popular se abstuviesen en la votación de investidura para facilitar que Pedro Sánchez, al fin y al cabo el claro ganador en las elecciones, gobierne en solitario, sin adherencias extrañas que me parece que ni él mismo desea. Aunque quién sabe, tratándose de Sánchez el silente. No, no nos podemos permitir seguir haciendo una política partidista y no de Estado. Hay líderes políticos -dos de los cuatro 'grandes'_ que aparecen bastante desnortados, errabundos en sus propias ambiciones injustificadas y sin fundamento. Pero ocurre que todos son necesarios para un consenso de reforma regeneracionista y de defensa de una Constitución con cambios, sí, pero que siga amparándonos a todos, catalanes, desde luego, incluidos. No, no podemos permitirnos hacer una política surrealista, en la que los verdaderos problemas del país -¿para cuándo un gran pacto contra la exclusión, por ejemplo?- andan como ausentes y en la que cada día se generen nuevos problemas, planteamientos y ocurrencias sin precedente en cualquier otro país sensato. Ya no nos podemos permitir perder más tiempo. Ni tratar de calmar nuestra indignación ante quienes solo luchan por la poltrona. Este es, me consta, un país paciente, que está comenzando a indignarse. No me hablen, por favor, de ir a unas nuevas elecciones: sería el fracaso de toda la nación, aunque, de paso, acabasen con la carrera política maltrecha de un par de trapecistas que yo me sé . Que no nos lleven al ridículo de otras elecciones. No lo harán, desde luego, ni con mi voto ni con mi silencio. 

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