Una historia de vida y superación en 'Intocables'

D.S.
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Una historia en la que la integración social juega su papel más protagonista, se sube también a las tablas protagonizada por Roberto Álvarez, Jimmy Roca, Begoña Maestre e Iker Lastra.

Una historia de vida y superación en 'Intocables' - Foto: D.S

“Tiene que ser complicadísimo aguantar así”. No creo que fuera la única persona ayer en la sala en pensar esto, mientras transcurrían los minutos de ‘Intocables’ y Roberto Álvarez, en su papel de Felipe, seguía manteniendo los brazos y las piernas pegados a una silla de ruedas. ¿Cómo se pone freno a los movimientos reflejos cuando tienes sensibilidad? Cierto es que, desde la posición privilegiada del proscenio se podía comprobar que el actor aprovechaba los cambios de escena entre bambalinas para levantarse, cambiarse y regresar a su posición. Pero el simple hecho de aguantar firme una escena detrás de otra, con apenas un movimiento de cuello, la caída de un objeto, el transcurso de una conversación por la espalda o el revoloteo de un inquieto compañero de guion, parece un ejercicio de interpretación y concentración absolutamente exigente. Y sólo por eso, merece la pena no perder la oportunidad de ver la versión teatral de ‘Intocables’. 

La otra buena razón para no perder la ocasión, aunque esa ya la conocíamos, es la historia del artistócrata tetrapléjico Phillippe Pozo y su cuidador argelino Abdel Sellou, que derivó en el texto de Olivier Nakache y Éric Toledano, bien adaptado por Garbi Losada y José Antonio Vitoria. Y aquí quienes más han perdido han sido Omar Sy y François Cluzet, los actores que protagonizaron la película que dio la vuelta al mundo sembrando, sin piedad, una carcajada detrás de otra con la peculiar amistad de los dos protagonistas de la historia. Porque del mismo modo que ayer era imposible no pensar en lo complicado de que Roberto Álvarez permaneciera inmóvil, era imposible no pensar en la inyección de confianza y energía que tiene que suponer para cualquier intérprete escuchar en directo que su comedia funciona. Que no hay línea del guion que no acabe, al otro lado del escenario, en una risa. Que el texto, a pesar de la aparente crudeza de algunos de sus comentarios, se entiende sin compasión y sin condescendencia, pero con ternura. Con esa ternura que se tiene por uno mismo al apreciar que, quizás, el problema no está en los argumentos, sino en el prejuicio. Todo eso se lo perdieron Omar y François y lo han ganado Roberto Álvarez y un Jimmy Roca que, ayudado también por Begoña Maestre e Iker Lastra, aguanta muy bien el pulso cómico al primero. Una escena detrás de otra y con el único y acertado soporte escénico de unos paneles sobre los que se proyectan las imágenes prescindibles en el camino del cine a las tablas; desde las entrevistas a los candidatos a cuidador hasta las vueltas por la ciudad a toda velocidad en el coche deportivo.

‘Intocables’, en esta época en la que cualquier comentario se traduce en ofensa, no es una historia fácil. La suerte, tal vez, es que la película es de hace cerca de una década y diez años nos han dado para pensar que hay demasiadas cosas que nos molestan. Pero no ‘Intocables’; porque entonces, con su normalidad, ya nos emocionó, ya nos hizo reír, ya nos tocó y muchos ayer en el Teatro Juan Bravo de la Diputación queríamos recordar cómo y por qué nos había tocado. 

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Una historia de vida y superación en 'Intocables' - Foto: D.S.
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Una historia de vida y superación en 'Intocables' - Foto: D.S.

Entre los habituales espectadores del Teatro hay un chico con parálisis cerebral que, a un lado del patio de butacas, disfruta desde su silla de ruedas cada obra a la que asiste como cualquier otro espectador. Ayer, al cerrarse el telón después de una ovación que se prolongó reconociendo el trabajo del elenco, su madre se acercó a él y, mientras le colocaba una manta para protegerle del frío que hacía fuera, le preguntó si le había gustado. Él hizo un gesto. Sí. Touché él, touchés todos.