Los secretos del atentado de Wojtyla

Javier Villahizán (SPC)
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El ataque a Juan Pablo II por Ali Agca en la Plaza de San Pedro aún esconde numerosas incógnitas sobre quién organizó y por qué este intento de magnicidio, una secuencia que lleva a la pista búlgara, rusa o incluso a la implicación de la CIA

Los secretos del atentado de Wojtyla

El próximo jueves se cumplen 40 años del atentado contra Juan Pablo II por parte del terrorista turco Mehmet Ali Agca en la Plaza San Pedro del Vaticano. Y desde entonces, salvo que la autoría material fue llevada a cabo por el activista otomano, poco más se sabe sobre este intento de magnicidio contra el Pontífice polaco, uno de los Papas más queridos tanto dentro del mundo cristiano como fuera de él.                 Las preguntas son aún muchas, pero dos son fundamentales para arrojar algo de luz: ¿Quién y por qué organizó el atentado contra Karol Wojtyla? Dos respuestas aún sin contestación a pesar de las múltiples pistas en todas direcciones.

El atacante, que fue detenido inmediatamente tras descerrajar cuatro disparos al Santo Padre, reconoció que había actuado individualmente movido únicamente por convicciones propias, por lo que fue condenado a cadena perpetua. Sin embargo, un año mas tarde, el terrorista perteneciente a la agrupación ultraderechista turca Lobos Grises cambió su versión y aseguró que el ataque había sido preparado por los servicios secretos búlgaros, estrechamente ligados al KGB, y que él era solo un ejecutor.

Esta pista llevó a la Justicia italiana a ordenar la detención de tres ciudadanos de ese país del Este: Segei Antonov, representante de la aerolínea nacional búlgara Balkan en Roma, Todor Aivazov, funcionario en la embajada búlgara en la capital italiana y Zheliu Vasilev, secretario del agregado militar en la legación diplomática. 

Al final, el juicio sobre la llamada pista búlgara acabó con la absolución de todos los acusados por falta de pruebas.  No obstante, el tribunal dictaminó que el atentado contra Juan Pablo II fue resultado de una conjura internacional.

Fuese así o no, lo cierto es que es difícil de imaginar que en 1981, con una política de bloques aún en vigor entre Oriente y Occidente, con dos mundos claramente enfrentados -la antigua URSS y EEUU-, los servicios secretos búlgaros -satélite del Pacto de Varsovia y de Moscú- pudieran llevar a cabo una acción autónoma y de ese calado sin el conocimiento, cuando no el consentimiento, de su superior directo, es decir la antigua Stasi, los servicios secretos de la República Democrática Alemana (RDA) y en última instancia de la temida KGB.

Sin embargo, la sorpresa sobre la pista búlgara la dio el propio Karol Wojty?a cuando en mayo de 2002 en Sofía afirmó al entonces presidente de Bulgaria Georgi Parvanov que jamás había considerado esa línea de investigación. «Nunca he creído en la pista búlgara en el atentado perpetrado contra mí, era una insinuación y una gran injusticia contra el pueblo búlgaro», dijo. 

La pregunta, entonces, ya no era quién o por qué se organizó el atentado, sino quién y por qué indujo a Ali Agca a hablar de la pista búlgara.

La cuestión es si aquel atentado es un ?misterio ruso, o, incluso, si forma parte de los grandes secretos de la Italia de los últimos 40 años. 

Pero las hipótesis no acaban ahí. Los Lobos Grises de Turquía llegaron a apuntar a la CIA y a Estados Unidos en el complot contra el Papa, sin aportar ningún tipo de prueba al respecto. 

Incluso, los servicios franceses de contraespionaje habían advertido al Pontífice, con tres semanas de antelación, que se estaba tramando un atentado contra él.

Una de las conjeturas más extrañas fue la que ofreció Ali Agca 29 años después del atentado en noviembre de 2010. En declaraciones en exclusiva a la televisión pública turca TRT, el terrorista culpó al entonces secretario de Estado del Vaticano, Agustino Casaroli, de haber sido el cerebro que supuestamente orquestó el asesinato del Pontífice. Pero no fue el único, Agca también acusó al ayatolá Jomeini y al Gobierno iraní de atacar a Wojtyla.

Secretos insondables. Quizás algún día se conozca la verdad de uno de los episodios más dramáticos de la Historia del Vaticano o si fue todo realmente obra de un loco solitario con afán de protagonismo.