La Bandeja da la nota

Sergio Arribas
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No son músicos, aunque los cinco tocan un instrumento. Inventores del Tin-Tonic (tinto y tónica), ellos no ensayan, más bien «entrenan», todos los martes, desde hace 28 años, de bar en bar.

Integrantes Miguel Mediavilla (que toca el helitón), Luis Peñalosa (saxofón), Pepe Santamaría (clarinete) y César Gutiérrez (trombón de varas), además de José Velasco (ausente), integran La Bandeja. - Foto: Rosa Blanco

Cuenta Pepe Santamaría que visto el éxito de aquel primer martes de ‘escapada’, la cuadrilla decidió comprar una agenda. La libreta se antojaba necesaria para anotar el reparto de cargos de la recién creada agrupación —desde el director hasta el tesorero— pero también —y sobre todo— para ir plasmando en papel las anécdotas y episodios de aquella incipiente aventura, al estilo de un ‘cuaderno de bitácora’. «Llevamos 28 años y todavía no hemos comprado la libreta», desvela Pepe, entre carcajadas, uno de los cinco miembros de ‘La Bandeja’.

El nombre no obedece al instrumento de trabajo de un camarero, pese a que el grupo es conocido en infinidad de bares de la ciudad. Deriva de la palabra ‘banda’, la musical, la que integran músicos con instrumentos, fundamentalmente, de viento, o de cuerda y percusión. «Como somos pocos y además no somos músicos, sino ‘musiquejos’, pues no somos banda sino bandeja, con la particularidad de que los músicos ensayan y nosotros solo entrenamos, los martes», explica César Gutiérrez.

Además de Pepe —que toca el clarinete y el timple charango— y César —armado con un trombón de varas—, son miembros de La Bandeja quien fuera concejal por IU, Luis Peñalosa —que se maneja con el saxofón— y Miguel Mediavilla, que no pasa inadvertido, pues porta un enorme y llamativo helicón, un instrumento de viento-metal de la familia de los saxhornos que pesa hasta 10 kilos. A ellos se une un quinto miembro, José Velasco —‘Pepe Corpus’—, que «anda un poco pachucho» y que el último año apenas ha podido acudir a la cita semanal de los martes, cuando el veterano grupo de amigos recorre con sus instrumentos distintos bares de la ciudad —no menos de seis o siete— para tomarse unos vinitos y, de paso, elevar con su música el ambiente de los locales que integran su itinerario.

La agrupación se creó en 1991.La agrupación se creó en 1991. - Foto: Rosa Blanco«Somos jóvenes, golfillos y nos gusta el pan y circo», apunta Miguel, el único ‘profesional’ de la cuadrilla relacionado con la música, que fuera propietario de la mítica tienda ‘Corchea’, experto en afinar pianos y en el arreglo de instrumentos. «Este año sumamos 386 años», añade Pepe, en alusión a la edad de los miembros de La Bandeja, desde los 71 años de César hasta los 82 y 84 años de Miguel y Pepe.

Todo arrancó en 1991, cuando César abrió la Librería del Torreón de Rueda, en la calle Escuderos. El local se convirtió en punto de encuentro de los amigos, reunidos para merendar, tomar un vino y charlar. Un día Luis llegó con su saxofón. Pepe no le fue a la zaga y llevó otro ‘saxo’. Miguel llevó una ‘caja’ y a César, el anfitrión, el menos avezado en notas y melodías, le dejaron unas claves de percusión. Por la librería también pasaban Salva Lucio, que tocaba el clarinete y Fernando Blanco. Siempre era un martes. Un día el grupo decidió abandonar el refugio y salir a tomar los chatos con los instrumentos. Miguel dejó la caja y tomó el helicón y César adoptó un trombón de varas, porque «como no se nada de música, solo era mover esto, así. Ya cogeré las notas, pensé, aunque sea al aire».

¿Por qué el martes? «Ojo, siempre es el primer martes de la semana», bromea Pepe, antes de añadir: «el martes es el día mas tonto de la semana». La Bandeja solo sale en «época escolar», desde octubre hasta junio, con la excepción del 9 de septiembre —cuando la cuadrilla se desplaza a los encierros de Pedraza—. No salen en Navidades ni en Semana Santa, aunque sí en los días previos a la ‘semana de pasión’, la única ocasión en la que el itinerario por los bares lo realizan disfrazados, con un mandil y un gorro. No son La Bandeja, sino la ‘Cofradía de los Marmitones de la Última Cena’; momento en el que cambian la interpretación de jazz, pasodobles y música cubana por saetas. «Somos muy profesionales, aunque no nos dejan subir a los balcones, sabedores de que el cantaor de saetas siempre se arroja al Cristo o a la Virgen», aclara César.

En papel. El artista José Luis López Saura inmortalizó al grupo en un dibujo. En papel. El artista José Luis López Saura inmortalizó al grupo en un dibujo. - Foto: Rosa BlancoPara Luis Peñalosa, La Bandeja supone una «gamberrada musical», aunque «nos tienen admitidos en los bares y nos dejan entrar sin problema. Antes era más tímido, pero estos me hicieron perder la vergüenza». El exconcejal desvela cómo el único que canta bien de los cinco es Pepe, especialmente las canciones de corte sudamericano.

El grupo no admite ser contratado, pese a que no le faltan ofertas, y rara vez accede a las peticiones de los clientes de los bares por donde transitan, porque «nos gusta ir a nuestro aire», dice César; mientras Luis confiesa que la canción que más interpretan es «el cumpleaños feliz», algo a lo que no se pueden negar. «Muchas veces tocamos lo que nos tararean. No hay problema», añade Pepe, mientras César aclara que ‘Paquito el Chocolatero’ siempre estuvo fuera de su repertorio. Los miembros de La Bandeja suelen citarse en Casa Vicente, en la calle Colón, donde disfrutan de una ronda y, como añadido, de la que les invitan los dueños del establecimiento. A partir de este punto, no hay destino fijo, aunque «nunca tomamos más de un chato en un bar. Lo nuestro es alternar», aclara Miguel. 

EL TIN-TÓNIC. Todo se paga ‘a escote’ —se parte de una aportación inicial de diez euros—, aunque nunca faltan oyentes y espectadores que gustan invitar a los músicos, quienes, por otra parte, se cuidan mucho de que el alcohol no se les suba a la cabeza. Por eso, inventaron lo que César denomina el Tin-Tonic, esto es, una mezcla de vino de Rioja y tónica Schweppes. 

Piden cuatro vinos y una tónica que se reparte entre las copas. El refresco amortigua los efectos del alcohol.  «Es una mezcla superior a la del tinto de verano. Pedimos un ‘tt’ y en los bares ya saben lo que tienen que poner», explica César, que recuerda cómo, en ocasiones, y para escapar de la rutina, el itinerario de La Bandeja es insospechado.

«Antes salíamos de Casa Vicente y cogíamos el primer autobús urbano que apareciese. Un martes íbamos a chatear a San Lorenzo, otro a Nueva Segovia, otro a San José… y luego siempre volvíamos andando», comenta Luis.

La actividad de La Bandeja está exenta de incidentes, si se exceptúa aquella ocasión en la que, en la hoy avenida del Acueducto, les arrojaron un huevo desde un balcón. «En lugar de marcharnos, pues estuvimos un par de horas tocando», explica Pepe; mientras César recuerda otro episodio que habla de una época de «esplendor» de la cuadrilla. Era un negocio de hostelería recién inaugurado, en Navidad, y les invitaron a cenar a cambio de enfundarse unos disfraces de Papá Noel y animar la entrada del establecimiento. «Al día siguiente —apunta— nos dijeron que el dueño no volvería a invitarnos. Fue mucho público, pero comentó que por el gasto que le habíamos hecho en bebida, no le compensaba».

Los miembros de La Bandeja, premiados por el Bar Santana, que suele ser cada martes el último lugar de su ruta, presumen de que son «incontratables», de que no hacen bolos. «Nos han dicho que vayamos a un pueblo, a una finca… bueno, si es martes y si nos llevan y nos traen, nos lo pensamos», señala César, que recuerda que, hasta el primer martes de octubre, no volverán a sacar sus instrumentos. Y serán 29 años.