Elian Guerrero, reflejo de la ambición

Nacho Sáez
-

El boxeador dominicano afincado en Segovia Elian Guerrero se ve campeón. Aunque solo lleva dos combates como profesional, sus cualidades han llamado la atención incluso en Estados Unidos.

Elian Guerrero posa para El Día de Segovia. - Foto: Rosa Blanco

Cuenta su entrenador, David Gómez, que solo viéndole andar hace ocho años cuando le conoció supo que Elian Guerrero (República Dominicana, 17 de junio de 1987) podía ser campeón. Todavía no lo es, pero se ejercita con la rigurosidad que exige ese objetivo. Sesiones de mañana y tarde y una vida volcada en el boxeo. Subir al ring supone «un día más en la oficina» para este dominicano afincado en Segovia desde los seis años que apunta a convertirse en una estrella del deporte. Tras más de setenta combates como amateur, ha dado el salto profesional y no se corta: sueña con conquistar algún día el título mundial.

«Y varias veces», subraya sentado en uno de los bancos del gimnasio improvisado que su club, el Segoboxing, tiene montado en los bajos del pabellón Pedro Delgado. Hay pesas, alguna máquina y por supuesto un ring, donde Elian asegura que se siente a gusto. No le tiene miedo a los golpes (o al menos no lo transmite) y siempre se visualiza encima de la lona ganando: «Es uno de mis secretos. Siempre me lo creo». Sin embargo, la vida para él no ha estado siempre tan llena de certezas. Con seis años se vino a vivir a España con su madre y dejó atrás a su padre y a tres hermanas.

A ninguno les ha vuelto a ver, en parte por el precio de los billetes del avión y en parte también por su dedicación plena al boxeo. «Estoy entrenando siempre. Ahora mismo no tengo tiempo que perder», dice. Las pocas horas libres que le dejan los entrenamientos lo dedica a preparar a los alumnos de la escuela del Segoboxing, que superan actualmente el medio centenar. Unos cuantos niños que han visto en el boxeo su deporte. Como él en su día. Su entrenador no lo recuerda como un chaval conflictivo. «Era normal. Extrovertido, de ir a botellones y poco más. Pero no buscaba problemas. Ahora es un ejemplo», explica Gómez.

En pleno entrenamiento junto a su compañero de club Marconis Rosario.En pleno entrenamiento junto a su compañero de club Marconis Rosario. - Foto: Rosa Blanco

Elian –sin tilde porque su nombre real es Elianel– considera que ha tenido suerte. Al mudarse desde la República Dominicana a España, le llevaron desde el aeropuerto a Zamarramala, su casa en Segovia todo este tiempo. «Nada más bajar del coche conocí a Isaac, que tiene mi edad y que sigue siendo mi amigo», relata. Los posibles problemas de adaptación a los que se enfrentaba se quedaron en un miedo que no llegó a materializarse: «Fui al colegio de Zamarramala y mis amigos son los mismos que entonces. Valoro mucho la amistad. El otro día todos me vinieron a ver pelear».

El pasado sábado 20 de noviembre peleó por primera vez como profesional en Segovia. La velada fue feliz –ganó por KO técnico en el tercer asalto–, pero sintió la presión de competir ante los suyos. «Normalmente suelo hacer bromas y me río en el vestuario, pero esta vez estuve en silencio». Elian rompe algunos de los estereotipos asociados al boxeador. No reza antes de las peleas («Bueno, doy gracias a Dios a mi manera») y no menciona que tenga ningún amuleto. Solo escucha música. Reggaetón, trap, rap, hip-hop y hasta salsa. Quizás estos ritmos encarnen una de las claves de su velocidad de piernas, la virtud de su boxeo con la que se queda junto a su envergadura. «Para el peso en el que estoy (superligero) soy alto y tengo los brazos largos».

Su camino está por escribir. De hecho aún solo tiene los primeros renglones. De los 63,5 kilos en los que se encuentra le gustaría bajar a la categoría de ligero (61,23), pero su técnico le ve más en el welter (66,68)  o en el superwelter (69,85). Su actual fisonomía impresiona. Musculada pero atlética. Dicen que sus entrenamientos en las pistas de atletismo Antonio Prieto son un espectáculo. «Ha tenido marcas mínimas para ir a campeonatos de España y alguna vez entrenadores nos han pedido si podía hacer de liebre de sus atletas», asegura Gómez, que insiste en las cualidades «innatas» para el deporte de Elian. «Es un talento natural pero hay que explotarlo».

Cuida la alimentación y el descanso con la misma exigencia con la que se pone en guardia sobre el ring y lanza un crochet. La misma que le faltó para ser un buen estudiante. «Siempre me ha costado estudiar. El deporte es lo que mejor se me da», apunta mientras se termina de abrochar las zapatillas en un gimnasio en el que todavía está colgado el cartel de su última velada. La próxima aún no sabe cuándo será, pero su objetivo es que tenga ya seis asaltos. Un reto que tiene que cumplir para seguir escalando posiciones en el ranking –con solo dos peleas está entre los 25 primeros de España– y poder optar algún día a los cinturones de campeón.

La aventura de Estados Unidos que le sobrevoló la tiene aparcada. «Es algo que me despista. Si llega, perfecto, pero si no, no quiero interrupciones», subraya con rotundidad. Estuvo muy cerca de irse a Las Vegas hace unos meses, pero las condiciones del contrato que le enviaron no eran las que había pactado inicialmente así que deshizo la maleta. Seguramente haya sido su mayor decepción desde que a los 16 años comenzó a hacer kick-boxing. Sus inicios fueron en este deporte. «No se me daba mal, pero probé el boxeo y me gustó más», indica, al tiempo que revela su afición a ver vídeos de las estrellas del boxeo mundial: «Me fijo mucho en las cosas que hacen».

Todos tienen en común los estrechos vínculos creados con sus entrenadores. Elian también tiene una relación muy especial con el suyo. «Durante los combates trato de escucharlo. Al final cuatro ojos ven más que dos y, con que me diga un número o una palabra o un gesto, ya sé lo que tengo que hacer», tercia antes de hacer guantes con Marconis Rosario, campeón de Castilla y León y uno de sus compañeros en el Segoboxing. «Me encanta que dentro del boxeo llegas a conocer a mucha gente. Luego también que te motiva ver que cada vez eres mejor», concluye este proyecto de gran campeón.