El pintor del cielo de Segovia

Aurelio Martín
-

Las salas de La Alhóndiga acogen una exposición de Antonio Román, con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento, artista de campo y maestro en expresar con sus pinceles la luz de rincones y paisajes de la ciudad a través del estilo personal

Imagen de Antonio Román con su caballete pintando un paisaje - Foto: D.S.

La clave de la pintura de Antonio Román González se encuentra en haber sabido robarle instantes a la intimidad de Segovia, conocer cuándo su cielo vestía de azul o alcanzaba unos contrastes como si se tratara de un telón de escenario mientras la luz de los focos de este teatro simulado, los rayos de sol, iluminaban la figura de edificios y torreones, se colaban jugando con las esquinas de las calles o convertían en amarillo y rojo transparente las hojas de los árboles de la Alameda del Parral, filtrándose de forma traviesa.  

Convertía en una explosión de luz los almendros en flor delante del skyline de la ciudad, con unas manchas de color que caracterizaban la tendencia última de sus obras, su forma de expresión, abandonando a su estilo el realismo al que tiende la acuarela. 

Una exposición en las salas de La Alhóndiga, por iniciativa de la familia, en colaboración con el Ayuntamiento, con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de este artista enamorado de su tierra,  pone de relieve la maestría de un pintor original, incansable observador de la luz y conocedor al milímetro de rincones y paisajes, de carácter fuerte y enérgico, que limaba con su permanente sonrisa y con los últimos chistes que recababa en Madrid, su residencia habitual, entre semana, donde fue director de arte de agencias de publicidad, hasta que fundó la suya propia, después de haber ejercido como ilustrador y diseñador.  

Una de las obras del pintorUna de las obras del pintor - Foto: D.S.Sus más allegados, desde familiares a amigos o alumnos, le recuerdan cantando mientras pintaba, quizá como muestra de felicidad por haber llegado a tiempo para captar el momento, a robar la luz,  y plasmarlo en su lienzo,  siempre con rapidez y trazos seguros, inquieto, temperamental, pero sobre todo bueno, en el estricto sentido de la palabra que le quiso dar a su ‘Retrato’ el poeta Antonio Machado,  también paseante de la alameda que el Eresma baña. 

caballete.  El que fuera viejo granero medieval, ganado para la cultura, recibe al público con algo tan íntimo como los compañeros del autor, su caballete, sus paletas, sus colores y sus brochas, incluso el gorro con el que se cubría por si se revelaban los perseguidos rayos de sol.  No fue pintor de estudio, sino un todoterreno que salía en atardeceres y amaneceres, lloviendo a cántaros o pisando nieve, siempre en la búsqueda de la inspiración y persiguiendo cada cambio de tonalidad de su modelo, Segovia, a quién dedicó el 95% de su obra.  Llamado el ‘pintor de los rincones’ bien podría ser definido también como el pintor del cielo de Segovia y de su habilidad por convertir en arte esa transparencia, la limpieza que le proporciona su cercanía a la Sierra del Guadarrama, o las alteraciones que acompañan a cada estación. 

Tras una selección de más de un centenar de cuadros, por las salas se distribuyen 76 obras, muchas inéditas, algunas dispuestas para una exposición que estaba preparando pero que no se llegó a celebrar, además de otras seis que ponen de relieve la tradición familiar por el arte, la escuela Román, dos de su abuelo Manuel, de finales del siglo XIX, otras dos de su padre, Alfonso, y dos más de su tío,  Faustino, con quien ya iba a pintar cuando contaba con siete u ocho años.  Como hija y como alumna, licenciada en Bellas Artes, Marta Román –la segunda de tres hermanos– argumenta que no quieren que la obra de su padre quede en el olvido: «Ha sido un artista, un pintor muy relevante y conocido en Segovia y, aunque hayan pasado 20 años, él sigue vivo, su obra es totalmente actual».

Marta Román en la sala de exposiciones Marta Román en la sala de exposiciones - Foto: A.M.Quien por influencia del artista Dominique salió a Madrid, donde pintó las grandes carteleras de los cines de Gran Vía y pasó por los estudios Moro, hasta recalar en la publicidad, que es lo que dio de comer a su familia, era extraordinariamente metódico, recuerda su hija, no sin que le traicione la voz por la emoción. Con residencia en la capital madrileña, sus fines de semana y las vacaciones las pasaba en Segovia, siempre con una agenda parecida: «Cada sábado y cada domingo, a las nueve de la mañana, ya estábamos tomando cafetito en el bar ‘Jeyma’, para irnos a pintar a las nueve y diez; y luego por la tarde, después de comer,  en vacaciones salíamos todos los días mañana y tarde».

Desde el lado más artístico, Marta Román define a su padre como un innovador en la técnica de trabajar la acuarela, con pinceles diferentes –«brochas de veinte duros»–,  un buen dibujante y un buen pintor, porque llega un momento en que no necesita dibujar, sus formas se construyen a través del pincel con el color; «ve su luz, sus cielos, sus almendros, y lo trabaja directamente en la acuarela, es realista pero con mucha expresión, el cuadro cuenta muchas cosas, es la formación académica», matiza la hija del artista. 

  Su trayectoria es amplia, con premios y exposiciones. En 1986 fue miembro fundador del Grupo Aqua y se inicia como profesor de la Escuela Municipal de Pintura; socio de número de la Sociedad de Amigos del Museo de la Acuarela Mexicana; miembro de honor de The San Francisco Museum of Contemporary Hispanic Art; en 1995 es seleccionado por la Goya Art Gallery para la exposición Los Mejores de la Acuarela Española (25 artistas en Goya Art Gallery New York). En Segovia expuso de forma individual en La Casa del Siglo XV (1976); la Sala Jesús Unturbe (1970); el Torreón de Lozoya (1980 y 1989) y La Alhóndiga (1997), así como en otras salas de Madrid, Barcelona, Oviedo ySigüenza (Guadalajara). 

Cuentan que Antonio Román decía que él había sido árbol y que se le daba muy bien pintar los árboles porque se identificaba plenamente con ellos... Pero sacaba el  perfecto, desde el modelo que tenía delante realizaba modificaciones que hacían la obra más atractiva, también los rincones y paisajes...

 

Creador de escuela 

Además de su profesión y su pasión por pintar,  Antonio Román  (Segovia, 1943-Madrid, 2000) no estaba cerrado en su mundo y tuvo la generosidad de transmitir sus conocimientos creando escuela, en 1987, a través del Grupo Aqua, en cuyo origen participaron siete pintores. Junto con Frutos Casado de Lucas que, como Román, trabajaba en Madrid, donde ambos habían pintado con la agrupación de acuarelistas, acercaron esta idea a Segovia, a la que se unieron  José Orcajo, Luis Labrador,José María Heredero, Luis Rivero y Faustino Román.  Luego se fue ampliando con otros acuarelistas como Pedro Manzanas y Antonio Regidor.  Fue el germen de la formación para muchos jóvenes –y no tanto–, en la técnica del agua. Para sus colegas más próximos, Antonio era atrevido, hay a quien impactaban los cielos que pintaba, y siempre fue inquieto para renovarse.