Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Harry Potter

10/12/2021

La agenda conservadora estadounidense ha sido siempre modesta, porque salvo el aborto, ha mantenido una indiferencia absoluta sobre cualquier concepto que roce la esfera privada. Esto no es gracias a una tolerancia inteligente sino a su incapacidad para poner de acuerdo a un grupo heterogéneo. La legislación no habría avanzado tan rápido sobre el divorcio o el feminismo sin el apoyo conservador y las relaciones sexuales fuera del matrimonio no se habrían popularizado tanto. En Estados Unidos, los protestantes y judíos han demostrado una sensibilidad distinta a la de la Iglesia Católica americana, la cual observa con impotencia cómo su feligresía no secunda con pasión sus enseñanzas o las de Dios, según se mire.

El peculiar estado de Tejas ha endurecido la legislación contra el aborto al impedir su ejecución una vez se produzca el primer latido del feto. Los abortistas no entran a discutir la cuestión de fondo, sino que rechazan las consecuencias del embarazo no deseado en las mujeres. Incluso obvian las declaraciones racistas o eugenésicas de los precursores del aborto.

Esa franqueza es el gran valedor de la interrupción voluntaria del embarazo. Mientras exista personas que no acepten el resultado de sus actos, la batalla política estará perdida. Ahora mismo en Estados Unidos se está librando una batalla ideológica encarnizada entre el movimiento trans y las feministas tradicionales, las cuales están perdiendo miserablemente como los provida en su época.

Las feministas están haciendo una firme defensa del sexo biológico como determinante, mientras que los trans recurren a la voluntad como elemento constitutivo del género. El acoso que están sufriendo las feministas no es teórico y su falta de apoyo social es preocupante. Es un buen momento para que los conservadores norteamericanos demuestren pragmatismo apoyando a las feministas tradicionales. Demasiada gente quiere imponer estilos de vida sin comprender que el bien a proteger es la libertad, pero con una prudencia responsable. Ahora hay que sumar no dividir.

Vivimos en una sociedad donde los límites personales están marcados por el deseo y la voluntad propia. Lamento decir que es una trayectoria dolorosa, abocada a la frustración e insatisfacción personal. No somos dioses todopoderosos y cuando lo olvidamos el resultado siempre es trágico. Se ha instalado el pensamiento que hay que tener empatía con el dolor de la víctima, cuando deberíamos dedicar todos nuestros esfuerzos en ayudar a esa persona a canalizar su sufrimiento de manera constructiva. Recrearse en el dolor nos impide pasar página y madurar.