El lazareto, primer hospital de pandemias de Segovia

A.M.
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Regentado por la Orden de San Lázaro, enclavado en extramuros, su descripción se conoce por un documento de 1616 aunque no se conoce la fecha exacta de su construcción

A la derecha de la imagen, el lazareto bajo el Alcázar - Foto: D.S.

Situado en el campo, extramuros, junto al río Eresma, próximo a la Fuencisla, Segovia contó con un hospital de pandemias, un  lazareto, conocido con este nombre porque estaba regentado por la Orden de San Lázaro, que extiende este tipo de centros por Castilla, a partir del siglo X, principalmente para enfermos de lepra o sarna, que no producían una gran mortalidad, como la tuberculosis, sostiene el médico Juan Manuel Garrote, autor de libros como «Médicos segovianos ilustres del siglo XX». 

No hay fecha exacta de su construcción pero si diversas teorías, desde el año 1000 o hacia 1370,  por su importancia en el tratamiento de la peste bubónica, así como en otros episodios epidémicos, aunque su descripción no se conoce hasta un documento de 1616, desapareciendo como centro hospitalario en el siglo XVIII.  Terminó teniendo un uso residencial para familias humildes, en plena posguerra, hasta der derribado  en los años sesenta del siglo pasado.  

Garrote sostiene que, uno de los marqueses de Villena, en 1380,  hace un panegírico sobre por qué los enfermos de peste tienen que irse al lazareto de Segovia y retirarse de la ciudad. En su opinión, «a lo largo de los siglos allí se fueron tratando los pacientes epidemiológicos; está  bien traído que el hospital esté fuera de la ciudad porque los pacientes epidemiológios, como ocurre ahora con el coronavirus, donde más se contagian es en las zonas urbanas, por eso era bueno retirar a los enfermos a zonas alejadas del centro», matiza.

El inmueble fue derribado en la década de los sesenta del siglo XXEl inmueble fue derribado en la década de los sesenta del siglo XX - Foto: D.S.También, en paralelo a la situación que se vive actualmente por los efectos de la pandemia, hubo que sumar la crisis económica, hasta el punto de que, la epidemia de peste padecida en 1599 supuso el inicio del fin de la prosperidad económica e industrial en que se verá envuelta la ciudad durante el siglo XVII. Tanto es así que la recesión influyó en  la  práctica ausencia de arte barroco en la ciudad y el inevitable deterioro de la asistencia sanitaria, en particular a los menos favorecidos. Y, curiosamente, analizando la historia, se comprueba cómo hay medidas sanitarias que coinciden con las actuales,  aunque el doctor Garrote fija en el siglo XIXla normativa para luchar contra las enfermedades contagiosas que se emplea en la actualidad. 

Aún perduran ciertas reminiscencias de celebraciones religiosas por  la curación de la peste, como las fiestas en acción de gracias a San Roque, que se vienen celebrando en el mes de agosto, en memoria de la intercesión del santo para terminar con el brote.

Así, el día de su festividad de 1602, según el historiador segoviano Diego de Colmenares: «Salieron [se interpreta que curados] del hospital de Convalecientes mas de 500, de San Lázaro [el lazareto], 626, y en días continuados de los demás hospitales otros muchos...Luego el obispo partió a la corte para informar de la sanidad de la ciudad y de la comarca, para que se restituyese el comercio, hasta entonces prohibido, con lo que todo se trocó en votos, procesiones y fiestas en hacimiento de gracias». 

José Luis Gómez, de 72 años, memoria viva del antiguo lazareto, donde nacióJosé Luis Gómez, de 72 años, memoria viva del antiguo lazareto, donde nació - Foto: D.S.En su libro ‘Evolución de la Política Socio-Sanitaria en la ciudad de Segovia: Siglos XV-XIX’, la historiadora del Arte y enfermera, Araceli García Esteban, recoge que, a partir de 1590, se produjo el primer descenso demográfico importante, como consecuencia de la peste que padeció la ciudad, que se mantuvo hasta 1602. Colmenares, testigo de esta época, describe la trágica epidemia: «El viernes 20 de febrero de este año 1598, enfermó en nuestra ciudad el primero de esta dolencia con una seca o tumor en la garganta, murió el lunes siguiente (...). Decretó la ciudad se tapiaran las entradas».

Se trataba de la peste bubónica, enfermedad producida por la picadura de pulga infectada siendo sus manifestaciones más características la aparición de ‘bubones’o tumefacciones infecciosas de los ganglios inguinales o axilares. 

Ante esta situación, el Concejo tuvo que tomar una serie de medidas preventivas, asistenciales y de carácter general para evitar su propagación entre las cuales,  Araceli García recoge textualmente de Colmenares: «Primeramente se prohibieron todas las juntas o concursos, comedias, escuelas y aun sermones; diputáronse [designaron] personas en parroquias y barrios, que visitando las casas, avisasen de los enfermos y sus enfermedades;situáronse hospitalidades fuera de la población; las ermitas de Santa Lucia, Santa Catalina y las plagas al oriente, y el hospital de San Lázaro[lazareto](...) decretóse que cirujanos, barberos y todos los sirvientes de los hospitales vistiesen cuero o bocaci, para resistir algo el contagio».

Además, se exigía que, «cada día, al ponerse el sol en plazas y calles, se debían encender hogueras de enebro, madera olorosa, que por costa común se trajese de los montes de Sepúlveda (...) que las boticas se visitasen y proveyesen con cuidado y abundancia, y a los médicos se les acrecentasen los salarios públicos; que los difuntos fuesen sepultados dentro de seis horas a más tardar; que la ropa de camas y casa apestadas se llevasen en carros a lugares señalados para quemarla, que todos considerasen que daño y plaga tan general cuidado y amor con los afligidos, y procurasen aplacar  la ira divina con obras de penitencia». 

Continúa Colmenares dando información de los religiosos que murieron prestando sus servicios a los apestados, muchos de ellos en el Hospital de Santa Catalina, San Lázaro [lazareto] y Santa Lucía. 

Los estudios realizados por el historiador Ángel García Sanz, muestran que los registros de las defunciones suman 3.000 afectados, aunque en esta cifra no se contabilizan los fallecidos en los hospitales de San Lázaro, la Misericordia y en los que se instalaron provisionalmente en San Marcos o San Gabriel. Más del 10% de la población. El Concejo, por miedo a frenar la economía, había tardado varios meses en hacer pública la epidemia y en tomar estas medidas de salud pública, por lo que la peste se propagó afectando sobre todo a los barrios más poblados, San Millán y Santa Eulalia. Establecer un cordón sanitario, para conseguir su aislamiento, provocó un estrangulamiento del comercio y de las actividades económicas. En 1599, la peste también aparece en otras zonas de la provincia, como es el caso de Carbonero, donde en sólo tres meses se producen 300 muertos.  

En total, en la ciudad  se construyeron 1.065 tapias y 16 puertas, vigiladas y controladas por los ‘guardas de la peste’ aunque, pese a todo, Segovia, la próspera ciudad del siglo XVI, llegó al siglo XVIII en una situación de absoluto declive, apunta Araceli García.

 

Vivienda para familias humildes

Desde su creación, el lazareto funcionó varios siglos, incluso hay crónicas de haber tratado 80 enfermos en el plazo de un año, que en las epidemias la motalidad estaba en torno al 80-90%, según Garrote. En el siglo XVIII, desaparece como centro hospitalario al ceder sus bienes y rentas al Hospital de San Juan de Dios.  

Entre 1609 y 1616, se curan en este centro 89 enfermos, con un gasto en medicinas de 400 reales. La descripción dada por Colmenares, recogida en su publicación por García Esteban, hace pensar que de poco serviría este hospital durante la peste que padeció la ciudad a finales del siglo XVI, pero él mismo aclara que, durante los meses de junio y julio, las cuevas y campos estaban llenos de camas y enfermos, lo cual demuestra, una vez más, la precaria situación sanitaria que padecía la ciudad. 

Según Garrote, en 1902, se pensó en trasladar el lazareto al Puente de Hierro, pero no había mucho terreno y sigue funcionando como hospital de infecciosos, mientras que el centro sanitario de la ciudad era el de La Misericordia, desde el siglo XVI.  En la guerra civil fue hospital-cárcel donde los presos salían a pasear a los alrededores, frente al Alcázar. 

cólera morbo. No hay constancia del servicio que cumplió este lazareto, si es que lo hizo, durante el  brote de cólera morbo asiático en Segovia, en 1834, con olas hasta 1885, en los barrios de S. Lorenzo y de El Salvador, zonas de la ciudad con una población muy desfavorecida, donde la gente vivía hacinada con escasas condiciones higiénicas. Se estableció un pasaporte para cruzar  los cordones sanitarios y se fumigaba a personas y maletas. Militares descubrieron que en uno de los focos se encontraba en la fuente que había en la Plaza del Corpus, pues el bacillus virgula era el agente transmisor, recoge García en su libro. 

Pocos restos quedan de aquel lazareto,  cuya misión se explica en un desgastado cartel que instaló el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural yMarino del Gobierno que presidió Rodríguez Zapatero, para marcar el llamado ‘Camino Natural del Eresma’. 

Quien mantiene la memoria del lugar es el hostelero José Luis Gómez de Diego, que nació allí, hace 72 años, cuando se alojaron 11 familias muy humildes,  unas cincuenta personas, que aprovecharon la distribución de las antiguas habitaciones hospitalarias, después de haber sido desalojadas de las conocidas como viviendas protegidas, en los años cuarenta, derruidas para construir el Regimiento de Artillería. 

El inmueble, que permaneció en pie hasta los años sesenta del siglo XX, estaba dotado de una zona central donde se colocaba  el ‘staff’, y dos pabellones, uno a cada lado. Gómez recuerda nombres propios de los vecinos, que se reunían en tertulia, cada tarde, en el portal, mirando al sur, desde la señora Lucía, que habitaba una casa anexa, a la señora Julia y su marido Bruno, leñador, o la señora Margarita, viuda. Eran felices con un trozo de pan y aceite, de niños aprendieron a comer de gato, erizo o lagarto y hacían fiestas todos los vecinos cuando llegaban efemérides señaladas. A los pequeños nadie les llegó a contar qué hubo antes tras esas paredes...