En la piel de los alumnos de la IE

Nacho Sáez
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¿En qué barrios viven? ¿Cuánto dinero se gastan al mes? ¿Dónde hacen la compra? ¿Cuáles son sus restaurantes y bares favoritos? El Día de Segovia traza un perfil de los estudiantes de la universidad privada.

Giulia Camargo, en su piso de la plaza del Socorro. - Foto: Rosa Blanco

Hechos contrastados: hasta este curso, un estudiante de IE University se desplazaba por Segovia en dos Toyota Land Cruiser blindados y con los cristales tintados y acompañado por escoltas armados. Rumorología: se dice que pertenecía a la familia de una alta personalidad siria y que se alojaba en el Hotel Eurostars Convento Capuchinos (5 estrellas), donde tenía alquilada una planta entera para él. Las verdades y leyendas en torno a los alumnos de la universidad privada circulan sin freno por Segovia, donde un importante porcentaje de la economía local se mueve al ritmo que aquellos marcan. Muchos sectores productivos ya no entienden nuestra ciudad sin ellos. Pero ¿en qué barrios viven? ¿Cuánto pagan por los alquileres? ¿Dónde hacen la compra? ¿Salen de fiesta todos los días de la semana? ¿Están implicados en la vida de Segovia? El Día de Segovia ha querido responder a estas preguntas a través de un recorrido por los lugares que más frecuentan y a través de los testimonios de los propios estudiantes, que coinciden en señalar que viven en una burbuja aislada de la ciudad. Pero vayamos por partes.

Marc Alexandre Rimond estudia el Grado de Política, Derecho y Economía y disfruta de su segundo año en Segovia. Francés de pasaporte pero mexicano en realidad porque nació y ha vivido allí toda su vida, este joven de 20 años quiere ser diplomático y trabaja para ello en el campus del Convento de Santa Cruz la Real, adonde llegó tras participar en un programa de la IE y recibir una beca. «Siempre he sentido una conexión muy fuerte con Europa y, aunque soy un poco introvertido, España te obliga a dejar de serlo», cuenta mientras posa para la foto en uno de sus rincones preferidos de Segovia.

En la plaza de Conde Alpuente le gusta sentarse a leer. Se encuentra a pocos metros de la casa que comparte con dos madrileños estudiantes también de la IE y alumnos también del Grado de Política, Derecho y Economía. Paga 400 euros al mes de alquiler y dispone de otros tantos para sus gastos, al margen de la matrícula de la universidad, que cuesta 21.000 euros al año.

Egor Kas, aficionado a la fotografía, posa en el Alcázar.Egor Kas, aficionado a la fotografía, posa en el Alcázar. - Foto: Rosa Blanco–¿Cómo es su día a día?

–Me organizo un poco en torno a las clases porque no tengo un horario fijo. Hay días con clases por las mañanas, otros por las tardes, otros sin clase… Luego me encanta conversar sobre lo que sale en las noticias, sobre las clases… También cocinamos, salimos a tomar un trago o a casa de alguien, jugamos a juegos de mesa o me quedo leyendo o escribiendo en una especie de diario que tengo.

Marc, que forma parte del programa de jóvenes embajadores de la IE en Segovia puesto en marcha por la Concejalía de Turismo, es menos de discoteca y más de bar. En concreto de El Saxo, que también está cerca de su piso y que les permite «hablar y jugar a las cartas». En cuanto a restaurantes se queda con el Da Mario («Sus pizzas son de las mejores que he probado») o con la Taberna López, adonde iba sobre todo cuando aún vivía en la residencia The Factory, en San Lorenzo. Allí se concentran parte de los cerca de 1.500 alumnos de más de un centenar de nacionalidades que estudian en el campus de Segovia de IE University, que constituyen uno de los principales motores de la economía del barrio.

Julie Doyelle, en el supermercado.Julie Doyelle, en el supermercado. - Foto: Rosa BlancoBien lo sabe el restaurante Pi&Ta, situado en Vía Roma justo enfrente del centro de salud, que los recibe a diario con comida casera (para llevar si lo desean) a buen precio. «Para el sector de la hostelería y la alimentación es muy importante sentirnos reconocidos y, aunque son gente joven, ha habido veces que algunos han venido y han dado la enhorabuena al cocinero. Para mí es un detalle más importante que lo económico o cualquier otro», apunta uno de los responsables de este negocio familiar, Ángel Petrov, que no oculta la trascendencia que tiene la IE: «Pero no sólo para nosotros. No sólo vienen aquí. Salen de fiesta, usan taxis…».

«Nos llaman para todo. Para subir a la Plaza Mayor, para ir a la estación de autobuses, cuando salen de fiesta... Y la mayoría pagan con tarjeta», celebra el presidente de la Asociación Radio Taxi, César Arranz. El cuidado estético figura entre sus prioridades, tal y como confirma Javier Plaza, que contabiliza a muchos de ellos entre los clientes de su peluquería de la calle San Vicente el Real, también en San Lorenzo. «En líneas generales son gente majísima y el trato personal es magnífico con casi todos, sobre todo este año», asevera. «Tengo un grupo de cinco chavales que viven juntos en un apartamento –dos italianos, un francés, un mexicano y un británico– y me pego buenas risas con ellos, aunque yo no tengo ni papa de inglés y algunos de ellos de castellano. Tengo otro de Líbano y hablamos de religión. A veces nos encontramos por la noche y nos tomamos una copita. Tienen un cariño molón al peluquero».

Poco tiempo le queda para retocarse a Giulia Camargo, que por las mañanas va a clase y por las tardes se desplaza a Madrid para trabajar en el departamento de marketing de la propia IE y sacarse un dinero extra. Esta brasileña de 21 años estudia el grado de Comunicación y Medios Digitales, es cantante y compositora, puede presumir de haber cofundado dos ‘startups’ –una para promocionar grupos españoles y portugueses cuya música está alejada de los paradigmas de la radiofórmula y otra de servicios relacionados con la Comunicación– trabaja en ‘The Stork’ (el periódico digital de los estudiantes)... Su currículum retrata a una joven inquieta pero feliz. 

Marc Alexandre Rimond, en la plaza del Conde Alpuente.Marc Alexandre Rimond, en la plaza del Conde Alpuente. - Foto: Rosa Blanco«No me estreso porque vivo en Segovia. Aquí todo es fácil. Es una ciudad chiquita, pero me encanta. Antes vivía en Cascais (Portugal). Se parece pero sin mar», bromea sentada en el sofá de la preciosa casa que comparte –por 325 euros al mes– con una mexicana y una alemana en la plaza del Socorro. En ella pasa la mayor parte de su tiempo libre. El resto lo emplea –con los 400 euros que le quedan para ella– en viajar (Cuenca y Budapest van a ser sus próximos destinos) y en salir de fiesta por Madrid los viernes. Los madrugones que se pega a diario le imposibilitan unirse a las juergas con sello ‘IE’ que se celebran cada martes y jueves en Segovia, pero le gusta la Fonda Ilustrada Juan Bravo, el restaurante Pasapán, el ‘Candy Bar’ y el ‘Irish’.

TRATO. Estos dos últimos son los nombres por los que los estudiantes de la IE conocen al bar de copas La Guagua y la discoteca Canavan’s-Theatre, respectivamente, donde hacen gala de su poder adquisitivo. «Tenemos un trato distinto con ellos porque vienen muchos», afirma Adolfo de la Mata, uno de los propietarios del Canavan’s-Theatre. «Vienen los martes y los jueves y a veces también los viernes. Somos su segunda casa y hay los que se portan bien y los que se portan regular. Pero se les castiga y al tiempo vuelven. Después es que hablas con un chaval de estos y no sabes quién es, pero a lo mejor es el nieto de una personalidad. Luego hay de todo. También depende de la ‘añada’. Hay años que vienen más latinos, otros más alemanes… Al ser muchos se gastan bastante, pero hay algunos que dejan poquito», relata el propio De la Mata, que desmiente la imagen de extravagancia que algunos asocian a los alumnos de la IE University. Aunque admite que ha vivido situaciones un tanto singulares.

«Me quisieron reservar la zona del DJ y me ofrecieron lo que quisiera, pero les dije que no para evitar problemas», desvela. «Una o dos veces han pedido cuatro botellas y se han gastado 350 euros. Pero a lo mejor eran diez personas. También hay veces que te piden alguna botella exclusiva y yo les digo lo que cuesta, pero ellos ya lo saben porque van por Madrid y pagan tres veces más que aquí». En opinión del copropietario del Canavan’s-Theatre, «Segovia es un chollo para ellos». «Es un sitio muy tranquilo, están muy juntos todos… Luego cuando se van a Madrid dicen que ya no es lo mismo. Aquí está todo a tiro de piedra. Son como una familia. Van todos a los mismos sitios», abunda, al tiempo que pone el acento en que «dejan muchísimo dinero en Segovia».

El mercado del alquiler de viviendas está condicionado por su presencia. Al menos en el casco histórico, donde son ellos los que marcan los precios. «Pagan entre 250 y 400 euros por habitación, pero pueden llegar a 600», concede el presidente del Colegio de Agentes Inmobiliarios, Miguel Tovar. La Plaza Mayor está llena de pisos de estudiantes de la IE, que se dejan ver en los balcones. Egor Kas, que como Giulia estudia Comunicación y Medios Digitales, vive en la zona de La Potenda y paga 250 euros al mes. «Hay mucha gente de nuestra universidad que no tiene tantos recursos como se piensa», llama la atención este ruso que desde hace una década reside en Valencia.

Aficionado a la fotografía, al deporte y al teatro, cumple su tercer año en Segovia, donde le gustaría poder concluir sus estudios. «Me encanta. La mayoría de mis compañeros se quieren ir a Madrid, pero cuando he ido allí a ver a amigos lo he pasado fatal. Es muy estresante y me da miedo el año que viene cuando me tenga que cambiar. Segovia es perfecta para mí porque me encanta la historia. La primera vez que vine llegué en taxi a la universidad y no me dio tiempo a ver nada. Cuando salí, al acercarme al centro, descubrir el Acueducto fue una maravilla», revela mientras disfruta de un cortado en la cafetería del Alcázar. Este es uno de los lugares a los que se escapa en su tiempo libre para hacer fotos, cuando no está ensayando en el Club de Teatro de la universidad, del que es uno de los líderes, o cuando no está embarcado en algún nuevo proyecto. Participó en la realización de un vídeo promocional para el bar El Saxo, uno de sus preferidos junto al Pasapán («La comida es moderna y buena»), La Colonial («Allí solemos ir a por café») o El Diablo Cojuelo, «un sitio ideal», resalta, «para tomar un vino, una cerveza o comprar algo».

SUPERMERCADOS. La compra semanal la hace en el Mercadona o en el Carrefour Express ubicado enfrente de la Casa de los Picos, un establecimiento que también se beneficia de la estancia de lus alumnos de la IE. Julie Doyelle suele recurrir a él «sobre todo para urgencias». Vive cerca, en la zona de la Plaza Mayor, en un piso que comparte junto a una amiga a la que conoce desde los 15 años. Ambas llegaron a Segovia para estudiar –Julie, Business Administration, y su amiga, Arquitectura– y pagan un alquiler de 760 euros al mes (380 cada una). «Tampoco está mal», dice Julie, que posee nacionalidad francesa a pesar de que nació en Madrid y de que su familia siempre ha vivido allí.

Analizó las opciones que le ofrecían la Essade, la Bocconi y varias universidades francesas antes de decantarse por la IE, donde eligió además estudiar en el campus de Segovia en lugar de Madrid: «Hablé con otros estudiantes y todo lo que me dijeron de Segovia fue bueno». Un año y medio después, está plenamente integrada en la ciudad. Al menos una vez a la semana acude a montar a caballo a la Yeguada La Granja, suele comer en la cafetería de la universidad o en restaurantes como el Tuma, la Judería o el Pasapán y el Da Mario, ya citados por otros compañeros suyos, y algunos comerciantes ya la conocen y mantiene una buena relación con ellos.

Julie rompe un estereotipo que sí que reconocen Marc, Giulia y Egor: los universitarios de la IE viven en una burbuja en Segovia. «Mis compañeros son muy internacionales pero también muy cerrados. Encuentran su grupo y no se relacionan con otra gente. Les entiendo porque a mí me pasó cuando llegué a Valencia. Tienes miedo. Por suerte encontré amigos y, aquí en Segovia, salgo con segovianos», señala Egor. «No salimos del círculo IE-Acueducto-Alcázar, algunos no hablan una palabra de español después de cuatro años y no tenemos ningún contacto con los alumnos de la UVA, que además nos culpan de que los alquileres sean más caros en el casco histórico», añade Giulia.

Marc se ha propuesto romper esa burbuja, que incluso se manifiesta dentro de la propia universidad, «porque la gente se junta por nacionalidades», y pone como ejemplo su clase, «que ha servido un poco como experimento y estamos muy unidos». El director del Centro de Creatividad de la IE en la Casa de la Moneda, Carlos Redondo, admite que aún faltan barreras por romper, pero destaca algunas iniciativas de los alumnos de las que se ha beneficiado la ciudad: el diseño de la Casa de la Lectura, una recaudación de fondos a favor de la protectora Animalejos, una intervención en el colegio Fray Juan de la Cruz para decorar el patio, su participación en el concurso del ‘Poema Escondido’... «Está claro que hay de todo, pero tenemos chavales de 20 años que tienen una determinación de gente de 30. Algunos son talentos muy potentes y Segovia no se debe permitir el lujo de que pasen sin dejar su huella en la ciudad», concluye Redondo.