El confinamiento ha obligado a David Llorente a modificar algunos de sus patrones mentales. Regresar a Palazuelos de Eresma lo asociaba al descanso y a la desconexión junto a la familia y los amigos. Sin embargo, en esta ocasión tiene que mantener sus rutinas de entrenamiento y encima sin poder subir a la piragua ni siquiera en el paraje de Entreguas, donde empezó. El yoga, la calistenia –un sistema de ejercicios físicos con el propio peso corporal– y sesiones de vídeo de bajadas suyas o de sus rivales se han convertido en su método para no perder el tono físico y para transformar este parón en una oportunidad.

«De una u otra forma todos los que compitamos en Tokio vamos a llegar en una situación similar y, quizás, el que sea más creativo en este momento saque ventaja. Yo quiero pensar que como he crecido en Palazuelos, un pueblo que no tenía ninguna tradición de piragüismo y pocas condiciones para practicarlo, puedo obtener un rendimiento de esta situación», reflexiona el palista segoviano, que no quiere pensar en una posible suspensión de los Juegos. «Me he metido tanto en la cabeza estos años que el 29 de julio de 2020 iba a estar allí que no contemplo otro escenario», señala.