«Soy feliz en Brieva, cada uno elige su final»

A.M.
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La estrella cinematográfica que trabajó para míticos directores de cine eligió la localidad segoviana hasta el final de sus días

«Soy feliz en Brieva, cada uno elige su final» - Foto: Rosa Blanco

Una de las características personales que tenía Lucía Bosé era criticar abiertamente aquello que le parecía mal. A poco de aterrizar con su museo en Turégano se quejó en una entrevista de Víctor Amela en ‘La Vanguardia’ del olor de los purines de los cerdos, ella que había pintado de blanco todo el museo, un color que le fascinaba, incluso para su ropa, argumentando que se encontraba ante «el imperio de los cerdos».  Aquello molestó pero quien había trabajado a las órdenes de míticos directores como Giuseppe de Santis, Antonioni,  Buñuel, Fellini o Bardem seguía adelante con la idea d quedarse por tierras de Castilla, en Brieva: «Soy más segoviana que madrileña, es un pueblo divino porque somos cincuenta personas, no nos peleamos nunca». 

Apurando un cigarro, en una entrevista con EL DÍA, quien también rodó con Chávarri, Mercero o Josefina Molina,  aseguraba estar encantada en Brieva: «Es un lujo vivir ahí, es tranquilo, lo que más me gusta después de una vida bastante movida, porque mi vida ha sido bastante intensa… Ya es hora de retirarse, me retiré antes de los ochenta años, estoy encantada de la vida, no lo cambio por nada, cada vez que voy a Madrid, al médico o a ver algún amigo, es una lucha, voy lo menos posible». 

Ni siquiera su hijo Miguel y sus nietos pudieron retenerla en Panamá, donde permaneció dos años. Lo tenía claro: «Todo el mundo me pregunta qué hago en Brieva, primero mis hijos, no entienden cómo puedo vivir en Brieva, yo soy feliz en Brieva, uno elige su final, casi siempre la gente no prepara el final de su vida…».   

Pasaba el día leyendo y recortando, práctica que le divertía porque era para ella como una meditación, colocando después los trozos y otros objetos sobre platos. Ahí comenzó su proyecto ‘Piatti’,  platos, bajoplatos y espejos decorados a su modo y espejos con actrices y artistas, como Marilyn Monroe, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ava Gardner o María Callas, también toreros, pero con un interés especial por Frida Kahlo, de quien dicen que hizo del dolor su arte, a quién dedicó una serie especial.    

Compraba los periódicos los sábados y los domingos, pero principalmente se dedicaba a la lectura de temas exotéricos,  además volvía a releer todo lo que leyó cuando tenía veinte años: «Me he leído ocho libros del novelista japonés Yukio Mishima, he vuelto a leerme a Carlos Castañeda, que es maravilloso, cuatro libros,  todo lo que pillo;  a Charles Baudelaire, en italiano, encontré un libro que me regaló un amigo, leo casi siempre en italiano, me encanta.  Así paso la vida, encantada, hago lo que quiero vamos…». A Picasso lo consideraba como el «hombre más extraordinario que he conocido, un genio».

Con sus platos recorría galerías, como Zaca, en La Granja, o cuando, este verano, compareció en Brieva con otros artístas locales, para promocionar la cultura en Brieva:  el pintor Domingo Otones, el diseñador de ropa Carlos Burrys y la ilustradora Mónica Carretero. Sus platos formaban parte del ‘arte povera’ (arte pobre) o artesanía entendida como «arte que sana».

Pero seguía fumando: «Sí es el único vicio que tengo, mis hijos me dicen ‘mamá no fumes’ y yo les respondo que no me toquen las pelotas, que yo nunca les he dicho nada de no fumar, no beber o no emborracharse, tengo la contestación preparada».