La luz, el color, el paisaje y los monumentos de la ciudad, junto a otros puntos de la provincia, son la base con la que se forman los alumnos becados de las facultades de Bellas Artes españolas, que tienen en Segovia un lugar para pintar y convivir, desde 1954, como sostiene la coordinadora de este curso promovido por la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce,  Susana Vilches, que forma equipo con la directora artística y decana de la Facultad de Murcia, María Victoria Chezner, y el encargado de la producción,  Fernando Ransolí, junto con 16 alumnos, incluido uno nacido o residente en Segovia, que recibe una beca especial.

Decía el historiador Luis Felipe de Peñalosa que «Segovia es sitio sin igual para residencia de pintores. Su excelente temperatura estival y sus suaves y templados otoños permiten gozar su luminoso ambiente, la belleza de sus perspectivas, la variedad de sus paisajes y el pintoresco encanto de sus alrededores». Y así se ha consolidado esta actividad que se inició en la residencia de paisajistas del monasterio de El Paular, en el lado sur de la Sierra de Guadarrama, en 1919, con el que Segovia compartió programa entre 1948 y 1953, hasta que se quedó como residencia definitiva, con el impulso de historiadores como el marqués de Lozoya oJoaquín Pérez Villanueva, así como de los académicos de la Real de San Quirce, desde su director, Rafael Cantalejo, a Carlos Muñoz de Pablos, Antonio Ruiz oJuanManuel Santamaría, en la actualidad. Es precisamente Santamaría quien insiste en que la aportación del curso de paisaje de Segovia tiene una influencia «no reconocida en la pintura española». 

De hecho fueron becados muchos pintores con renombre, como Albalat, Genovés, Beulas, Michavila, Perujo, Lucio Muñoz, Enrique Gran, entre otros del más del millar que ha pasado por Segovia, la mayoría de los que viven dedicados a la pintura, tanto desde el lado artístico como del académico. 

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