Potxolo, el rinoceronte blanco

Sergio Arribas
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La ganadería Terrabuey, del restaurante La Brasería de Cuéllar, adquiere el buey más grande del mundo, con una altura de casi dos metros y un peso de dos toneladas.

Jorge Guijarro acaricia a Potxolo, en la finca de Cuéllar donde pasta. - Foto: D.M.

Un coloso cornúpeta, una mole de carne, un minotauro imponente. Sus dimensiones mastodónticas le asemejan a un monstruo mitológico, aunque es de carne —sobre todo— y hueso. Su criador, Tedy Sánchez, de Cárnicas Goya, en Legorreta (Guipúzcoa), prefiere compararle con un animal más terrenal. «¿Cómo es?, me pregunta la gente. Siempre digo que es como un rinoceronte, por su alzada, por los kilos, por como se mueve, porque cuando camina tiembla el suelo...pum, pum, pum. Son bichos que hasta que no los ves, la verdad, no te puedes hacer una idea. Son impresionantes». 

El criador vasco habla, en un video, grabado el pasado mes de octubre, de su animal más preciado, cuando este bovino, de nombre Potxolo, aún pastaba en el caserío Gurutxeta Txiki. «Tiene 7 para 8 años, aún es joven. Todavía hay que meterle más kilos de los que tiene ahora (…) está delgado».

Por entonces, Sánchez apuntaba, en el periódico Expansión, que Potxolo sería sacrificado, en un año o menos y que ya tenían tres clientes, tres asadores, con los que tenían apalabrado al animal.
Potxolo abandonó hace un par de meses el caserío de Legorreta. Está en Segovia, concretamente en una finca de Cuéllar, desde el mes de abril, tras ser adquirido por la ganadería Terrabuey, del restaurante La Brasería de la villa cuellarana. Se desconoce la cifra exacta de la compra del buey guipuzcoano, aunque se estima que esta ganadería segoviana, propiedad de la familia Guijarro, podría haber desembolsado unos 45.000 euros.

Potxolo pesa unos 2.000 kilos.Potxolo pesa unos 2.000 kilos. - Foto: D.M.

Potxolo es un buey de raza blonda de Aquitania. Con cornamenta bizca —un asta mira al suelo y otra hacia arriba— tiene una altura de 1,90 metros y en báscula pesa unos 2.000 kilos; guarismos que le convierten en el ejemplar vivo más grande del mundo. En los meses previos al sacrificio se le irá cambiando la dieta, favoreciendo que «coma por gula», en un proceso de engorde para el que Potxolo tiene todavía amplio margen.

Nadie duda que tras pasar por el matadero superará a Pezuñas, de raza rubia gallega, que también pastó en Legorreta, y que en 2013 saltó a los medios de comunicación por ser el bóvido castrado más grande del mundo. Pesó 1.238 kilos en canal (2.200 kilos antes de sacrificar).

«Todavía está en mantenimiento», afirma Jorge Guijarro, gerente de Terrabuey y La Brasería, sabedor de que el animal tiene margen de engorde antes de pasar por el ‘matarife’. Es más, la ganadería tiene otros planes inmediatos para el animal que no pasan, de momento, por conseguir sus lomos y chuletones. «Queremos que la gente disfrute de él, que sea un atractivo para venir a la finca», asegura Guijarro.

Potxolo, el rinoceronte blancoPotxolo, el rinoceronte blanco

El ‘fichaje’. «Cuando vimos a Potxolo en televisión, en una noticia, que en Legorreta estaba el buey más grande del mundo, a los tres días pues decidimos ir a por él. Fuimos a verle y le trajimos. Ya veis que feliz está aquí», dice el ganadero, que admite que el bovino «la verdad, come mucho». Potxolo tiene hoy libertad de movimientos, pasto y forraje a placer y kilos de maiz y cebada a su disposición.  Y en cantidades ingentes. En los últimos tiempos, antes de su traslado a Segovia, en la finca de Legorreta se merendaba unos 50 kilos al día.

El buey más grande del mundo comparte finca con otros 80 bueyes de distintas razas, un espacio abierto a las visitas. «Hoy por hoy —dice Guijarro— es el hotel de cinco estrellas de los bueyes. Nada más hay que ver las praderas en las que pastan. Al final el animal tiene calidad de vida y eso se nota mucho en las carnes», afirma el ganadero y regente de Terrabuey y La Brasería que recalca, además, que «somos pocos los que tenemos este tipo de fincas y los que damos auténtica carne de buey los 365 días del año». 

Potxolo es la ‘joya de la corona’ de la finca cuellarana. No en vano, supone uno de los principales reclamos para las visitas que ofrece la finca. Cuando sea sacrificado, el bovino saltará a la carta como uno de los manjares de La Brasería. Según expertos consultados, el precio que puede alcanzar un chuletón de Potxolo en carta no bajará de los 90 euros; aunque, con la fama acumulada, este precio puede quedarse corto. ‘Pezuñas’, a quien quitará el récord, fue sacrificado tras once años de crianza. Los chuletones de este buey, despachados en El Capricho, propiedad de José Gordón, se vendieron a 140 euros la pieza.