Segovia, peor que el resto para encarar la desescalada

David Aso
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La provincia inicia una carrera casi imposible hacia una 'nueva normalidad' desde el 22 de junio. Tiene opciones de completar la desescalada en ese plazo, sobre todo en zonas del medio rural, pero no será fácil por su situación sanitaria y económica

Segovia, peor que el resto para encarar la desescalada

Segovia encara el calendario de desescalada en peores condiciones que la mayoría tanto por su situación sanitaria, con indicadores que la mantienen entre las zonas más castigadas del país por el coronavirus; como por la económica, dada su excesiva dependencia de la hostelería, el comercio y en general de los servicios. Aun así no debe darse por hecho que no pueda alcanzar la llamada ‘nueva normalidad’ el 22 de junio, la fecha que ha esbozado el Gobierno, ya que los criterios para ir superando fases siguen sin definirse de manera objetiva; pero lo tiene realmente complicado. Sobre todo en las zonas más pobladas, y con más opciones de liberarse de restricciones en el medio rural, después de que el Ministerio de Sanidad se haya abierto a aplicar una desescalada asimétrica dentro de la propia provincia, por zonas básicas de salud, a propuesta de la Junta.

De la fase 0 no se va a descolgar ninguna zona porque, a estas alturas, Sanidad no se va a oponer a que el 4 de mayo se viva en Segovia la reapertura de establecimientos con cita previa para la atención individual de clientes, empezando por las peluquerías, que ya se preparan. También podrán regresar a la actividad bares y restaurantes por la opción de ofrecer comida para llevar, aunque no se espera que sean muchos los que lo hagan; y los paseos de personas mayores, y no tan mayores, contribuirán a alimentar esa imagen de paulatino desconfinamiento. 

La fase 1, la que se prevé que empiece en España el 11 de mayo, también puede ser alcanzable para Segovia, pero no seguro, con el reinicio parcial de ciertas actividades, principalmente comerciales. Es la fase de la controvertida reapertura de la restauración limitada a unos pobres niveles de aforo del 30% para sus terrazas y nada en su interior, algo en apariencia inviable para cualquier hostelero con empleados por cuenta ajena, de ahí que la patronal hable de plante (la edición inicial de este artículo se cerró el jueves 30 de abril y el sábado 2 de mayo el Gobierno elevó el aforo máximo de terrazas al 50%). También es la fase de la reapertura de hoteles y alojamientos turísticos, salvo zonas comunes, con unas restricciones que llevan a creer que éste será un levantamiento inútil para estos negocios.

Es a partir del 25 de mayo (fase 2) cuando se prevé autorizar desplazamientos a segundas residencias dentro de una misma provincia, pero está por verse que a Segovia se le permita alcanzar ese peldaño sin excepciones en ninguna área de salud, en previsión de hipotéticos rebrotes. Se supone que es entonces cuando los establecimientos de restauración de más de 70 metros cuadrados podrán reabrir el interior de sus locales con una ocupación de un tercio del aforo para garantizar la separación entre clientes, pero el propio sector hostelero sigue viendo difícil funcionar en esas condiciones. 

Lejos queda en todos los sentidos la fase 3, por tanto, con el plazo inicial fijado a más de un mes vista (8 de junio); y tiempo para que pase de todo de aquí a la primera fecha de ‘nueva normalidad’ (22 de junio), ya con desplazamientos entre provincias, ¿pero cómo se van a medir realmente las condiciones de cada una para superar cada fase? Se cuentan por decenas los indicadores epidemiológicos, de movilidad y económico-sociales que ha planteado el Ministerio de Sanidad, pero no ha fijado umbrales concretos para determinar si se cumple o no cada uno. La idea es evaluar todos en su conjunto, de modo que los criterios objetivos se dispersan y eso hace que todo sea posible. No obstante, dos parámetros generales se perfilan fundamentales: la capacidad del sistema sanitario de cada provincia y la situación epidemiológica. Según el peso que se le quiera dar a cada uno en la toma de decisiones, se irán pasando fases o no. La Junta hará su propuesta subjetiva y el Gobierno central será el que tenga la última palabra.

1.- Situación epidemiológica:  tendencia positiva, pero no bajo control.

Segovia vivía entre el miércoles y el jueves de esta semana su primer intervalo de 24 horas sin un solo fallecido por covid-19 en el hospital desde el 19 de marzo, y al día siguiente el segundo. Es un dato para la esperanza, sí, pero hay muchos más que se deben tener en cuenta en una provincia que ya ha perdido más de 600 vidas por covid-19 o por síntomas compatibles, con una tasa de mortalidad que supera incluso la de Madrid. Y aparte, para bien o para mal, son muchos más los parámetros que se van a evaluar en cada fase de desescalada.

El número de contagios aumenta en la provincia a un ritmo que no supera el 2% desde el pasado 8 de abril, pero el caso es que sigue subiendo. Y además, la Consejería de Sanidad pone el foco especialmente sobre el mapa de zonas básicas de salud: mide el número de casos que se detectan en ellas cada 7 y cada 14 días para marcar en verde aquellas en las que no se ha detectado ningún nuevo enfermo de covid-19 o con síntomas compatibles en esos intervalos, y Segovia no tiene ninguna zona básica de salud en ese nivel; si bien también ahí se ve progresión positiva.

La desescalada asimétrica que plantea la Consejería de Sanidad supone ir facilitando que avance el desconfinamiento, como mínimo, en las zonas básicas de salud que se encuentren en verde cuando toque evaluar.  Aunque, por otro lado, la entrada en juego de otros parámetros deja abierta la puerta a que Segovia no se descarte de antemano, aparte de que queda margen para que mejore (o no) la situación.

2.- Sistema sanitario: mejoría clara, pero solvencia engañosa.

La primera referencia para medir la situación y capacidad del sistema sanitario es la ocupación del hospital, aunque también se debe tener en cuenta la Atención Primaria, que no deja de ser el principal dique de contención de una enfermedad que, mayoritariamente, se está pasando en los domicilios. Si se mira únicamente la ocupación del Complejo Asistencial, en cualquier caso, ciertamente la evolución de las últimas semanas ha sido muy positiva. El centro ha llegado a estar muy por encima del 100% de su capacidad ordinaria (más de 300 pacientes, cuando en condiciones normales tiene 263 camas) y esta semana se ha mantenido con menos de 200 hospitalizados, teniendo en cuenta que además dejaron de ser mayoría los enfermos por covid-19.

Especialmente solvente aparenta ser la situación de la UCI en el hospital de Segovia, pero es engañosa. Para nada refleja la estadística la demanda real de asistencia que está requiriendo la provincia. En condiciones normales el complejo segoviano cuenta con diez camas para los pacientes más críticos, ha llegado a disponer hasta de 17 con motivo de la emergencia sanitaria y a lo largo de esta semana podría decirse que le ha sobrado espacio al mantenerse con entre siete y ocho pacientes, casi todos por covid-19. Esa presión asistencial sólo ha supuesto una ocupación de entre el 70% y el 80% de las camas iniciales, el segundo porcentaje más bajo de toda Castilla y León. ¿Pero cómo es posible que siendo la provincia más castigada de la Comunidad por el coronavirus tenga la mejor situación en este parámetro? Pues simplemente, y por desgracia, porque la mayoría de los pacientes segovianos se ha tenido que trasladar a las UCI de Valladolid, ya que si no la de Segovia estaría colapsada desde hace semanas.

De hecho, sólo en la UCI del Hospital Río Hortega de Valladolid permanecían esta semana hasta diez pacientes segovianos, tantos como caben en condiciones normales en la UCI del Complejo Asistencial de Segovia; y en la del Clínico Universitario, nada más y nada menos que 16. Entre los dos centros vallisoletanos sumaban por tanto 26 pacientes que, junto a los ocho críticos que sí están ingresados en el hospital de Segovia, harían un total de 34, justo el doble de la capacidad de su UCI extendida y más del triple de los que caben en condiciones normales.

3.- Movilidad: alto riesgo para Segovia.

Ya se sabe que la movilidad entre Segovia y Madrid ha sido una de las principales causas por las que esta provincia se ha convertido en una de las más castigadas por el coronavirus. El ejemplo más polémico, incluso estigmatizado, lo representan los miles de madrileños que se desplazaron a segundas residencias en la sierra, pero no puede olvidarse el riesgo de contagio que propiciaron los miles de segovianos que debían desplazarse a diario a centros de trabajo de Madrid. «El AVE que va y viene», decía semanas atrás la consejera de Sanidad, Verónica Casado, en una entrevista con El Día de Segovia. De nuevo esta semana lo recordaba en dos de sus comparecencias de prensa, las del miércoles y el jueves, y esa sigue siendo una «preocupación» permanente ante el riesgo de un repunte de los contagios que podría provocar una «reescalada», en lugar de avanzar hacia una nueva normalidad que parece lejana.

4.- Situación económica: en números rojos.

Segovia tiene (o tenía) unas 72.000 personas ocupadas antes de que se desatara la pandemia. La hostelería, que puede sufrir pérdidas de facturación por encima del 40% en 2020, da trabajo directo a unas 6.000; y el comercio a una cantidad similar, pero también hay que contar con el empleo indirecto que propician estas actividades. Bien lo saben en los cebaderos, donde ahora no consiguen dar salida a cochinillos, lechales ni vacuno para cortes de alta calidad por el cierre de los restaurantes.

La provincia alcanzó su máximo histórico de paro en el primer trimestre de 2013 con un 26,94% y 16.000 desempleados, y esas cifras se pueden quedar muy cortas en comparación con las que se pueden ver en los próximos meses, según coinciden en apuntar los economistas segovianos consultados por El Día, el presidente de la Federación Empresarial Segoviana (FES) y los secretarios provinciales de los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO. Da vértigo, sobre todo, después de que el año pasado se cerrara con 9.000 parados, apenas la mitad de los que habrá pronto.

Difícilmente se recuperarán antes de un año los niveles de empleo previos a la crisis sanitaria, y eso según las predicciones más optimistas, de modo que hablar de ‘nueva normalidad’ con este panorama resulta hasta generoso. Todo son predicciones en el sentido más amplio del término, en cualquier caso, porque con la crisis sanitaria todavía abierta y sin tener clara su duración, todo es susceptible de empeorar. 

5.- La hostelería, paradigma de la inviabilidad.

Es evidente que cualquier negocio va a tener muchas dificultades para alcanzar unos niveles de ingresos mínimamente parecidos a los de antes de la crisis sanitaria, pero los de hostelería se perfilan como los más perjudicados, siendo un pilar esencial del tejido económico segoviano, por suerte o desgracia. Tal y como ha advertido la patronal de su sector, no puede haber un solo bar, cafetería, restaurante u hotel capaz de mantener las cifras de empleo anteriores a la crisis durante los seis meses siguientes a la reapertura con las condiciones de la ‘nueva normalidad’ que ha previsto el Gobierno, y menos aún en una provincia tan dependiente del turismo como Segovia. Si un local va a funcionar al 30% (o al 50%, según la corrección al alza anunciada el sábado por el Gobierno) parece lógico temer que no alcance siquiera ese volumen de negocio en proporción con el que tuviera hace dos meses, y menos aún teniendo en cuenta una variable difícil de medir, pero que va a ser muy importante: el miedo de los clientes. Miedo por parte de los segovianos, y sin previsión de poder atraer turistas, como mínimo, hasta bien entrado el verano. Pocos y tarde. Y en estas circunstancias, al hostelero le puede resultar menos ruinoso no subir la persiana que empezar a trabajar y mantener sueldos por unos ingresos bajo mínimos. 

Una variable clave será que el Gobierno permita que los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) justificados por el coronavirus, tanto en la hostelería como en otras actividades, se puedan levantar parcialmente sin perder las ayudas asociadas, como la exoneración de cotizaciones de los empleados. Es decir, que un restaurante (o cualquier otro negocio) que funcionara con seis empleados pueda reactivarse ahora con tres; que pueda recuperar esos tres puestos de trabajo sin perder por ello derechos adquiridos, mientras los otros tres empleados se mantienen amparados por las prestaciones. Sólo así, más ayudas complementarias que todavía deben pasar del papel a la realidad, se podrá empezar a hablar de una verdadera ‘nueva normalidad’, ya sea a finales de junio o más adelante.