«Me metí en charcos sin saber nadar. Siempre salí airoso»

Sergio Arribas
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Atrevido, trasgresor, un adelantado a su tiempo. Marcó una época cuando dirigió Ladreda 25, pero también cuando pasó por Radio Segovia, Antena 3, Punto Radio y Telesegovia. Luis Martín es, sobre todo, un maestro de las relaciones públicas.

Luis Martín - Foto: Rosa Blanco

Tras charlar con Luis Martín solo cabe una reflexión. ¡¿Para cuándo una autobiografía?! Comunicador, disc-jockey, empresario, viajero...Conversador inteligente, de verbo fácil y memoria prodigiosa, Luis, con fino sentido del humor, aparenta una seriedad engañosa: «Me río de casi todo, eso sí, sin que se note». 

Escucho Luis Martín y me viene su voz, radiofónica como pocas.
Es la que Dios me ha dado. Gracias a la voz he vivido durante mucho tiempo. Y no he vivido mal.

Estudió en la academia Club Studio. ¿Cómo le marcó?
Acabé allí porque, bajo la visión de mis padres, era una enseñanza un poquito más dura. Encontré nuevos cauces y caminos que marcaron mi vida. Allí hice mis primeros pinitos radiofónicos. Era un oasis de libertad y un horizonte de convivencia.

Entonces no eran dj’s, eran pinchadiscos ¿Cómo fue eso de ‘pinchar’ música? Para ligar, fijo. ¿O me equivoco?
Lo uno no resta a lo otro. Cuando me licencié, que hice la mili en la aviación, en Madrid, me dieron la oportunidad de gestionar una discoteca y habia que hacer de todo. Y, efectivamente, entre otras cosas también he sido disc-jockey. Lo de conquistador de chicas en la discoteca, esa ya es otra historia.

Comenzó en esos guateques, ‘Musical Studio’, en el club juvenil del mismo nombre. Y a la vista de su éxito, los llevó muy pronto las salas de fiesta (Las Vegas y La Sala Florida). 
Fueron los primeros ‘pinitos’. Dentro del club Studio se ‘pinchaba’ una lista muy similar a los 40 principales. Había que pedir los discos prestados y luego los domingos por la mañana en Florida o en Las Vegas, en verano, se ponían esos discos. Y se completaba con la actuación de algún grupo pionero en aquel momento. Entre ellos, el grupo ‘Los Botines’, que tenía como solista a Camilo Sesto.

Y después Ladreda 25. ¿Vio alguna vez por allí a Tony Manero? 
No, no (se ríe). Pasó mucha gente importante, pero Tony no lo hizo, que yo sepa. Pero sí bailamos música disco, con esos pantalones de campana y esas camisas de cuello tiburón. 

¿Qué le queda a Luis Martín de aquel espíritu transgresor?
Aunque ya estoy rebasando los 70 años, sigo siendo transgresor y hago mis pinitos en diferentes materias, como la música, la fotografía y la pintura. Hay que mirar con visión positiva al futuro y echar la vista hacia atrás con nostalgia pero no recrearse demasiado. Aquel tiempo no vuelve. 

Dirigió Ladreda 25 desde 1970 a 1982. Dígame un recuerdo que le venga a la memoria como un flash.
La gente no salía por la noche hasta que llegó Ladreda 25. Fue un enorme complemento para la actividad cultural, con teatro, recitales, conciertos de solistas... En la Transición marcó una etapa importantísima. En aquellas revistas habladas, como ‘Diálogos de Medianoche’ o ‘Verde que te quiero verde’, participaron invitados de mucha categoría. Hubo noches memorables.

Me recuerda al Hay Festival…
Al Hay lo he criticado, sin malicia. Estaba ya inventado. A veces había que salir a buscar ‘a lazo’ a los personajes. Recuerdo que vino José Luis López Vázquez, que estaba rodando en Segovia. Y fue un tipo maravilloso. Fueron cientos de personajes...

¿Mucho cantautor con letra protesta? ¿Cómo sorteaban a los censores? 
Era condición pasar antes el texto de las canciones, obras de teatro… Si observábamos que visitaba la sala algún censor, le llevábamos al cantante un vaso de agua para que se percatara de la situación y se ajustara al guión aprobado. Nunca nos pillaron.

¿Cómo se le ocurrió en 1973 invitar al obispo, Antonio Palenzuela?
Porque era un hombre extraordinario. Le dije que la entrevista iba a ser en una discoteca y con un cuestionario aprobado por el Gobierno Civil. No me puso ninguna pega. Pero hubo una amenaza de bomba. Estuve toda la noche paseando con el obispo por la ciudad esperando poder hacerlo. Pero nada. No se pudo.

Y en 1976 abrió ‘poetas’. ¿Cuántos se pusieron nerviosos?
He sido muy rentable para los empresarios que me han contratado y un desastre para mis propias empresas. La cultura cuando no está subvencionada es una ruina. Fue una historia romántica y bonita.

En Radio Segovia fue el conductor de ‘Encuentros en la Radio’, el primer magazine matinal de la radio local. Otra vez un pionero.
Fue un reto. La FM por la mañana no tenía emisión. Hablaba ante el micrófono, escribía, ponía los discos, buscaba la publicidad...

Y después Manuel Martín Ferranz le fichó para poner en marcha Antena 3.
Me dolió salir de Radio Segovia porque pasé a ser su competidor más directo. Lo más positivo es que se rompió el monopolio radiofónico. Fue una emisora muy liberal en algunos aspectos.

Director de Punto Radio y entre medias de Televisión Segovia. Es difícil imaginarle sin un micrófono.
Mientras físicamente pueda, seguiré haciendo cosas. Es lo que he mamado y donde he sido enormemente feliz. Volvería a empezar, mañana mismo, cualquier proyecto nuevo vinculado con la comunicación, sobre todo con los temas que domino.

Si no hubiese sido comunicador o periodista hoy sería….
Pues no lo sé. Mi padre era representante de comercio de mercería. Le acompañaba a los sitios con la maleta. Si le vale, le cuento que de pequeño quería ser torero-carpintero. 

Pero es curioso por naturaleza o me equivoco…
Soy un búho, un observador, todo me llama la atención.

Picasso dijo: «Yo hago lo imposible, porque lo posible lo hace cualquiera». ¿Amante de lo imposible?
Pues un poco sí. Yo no pinto, hago borrajetas, porque me descarga mucha tensión. Son cosas que sigo metiendo en una carpeta, que no servirán para nada, pero, de momento, me siento un creativo picassiano.

«Debo confesar que nacía a una edad muy temprana», dijo Groucho Marx. Imagine que tiene ahora 20 añitos… ¿Dónde se ve?
Volvería a empezar, a que me dieran oportunidad en cualquier medio de comunicación. En Radio Segovia me presenté como un maletilla. Haría lo mismo. La formación universitaria me llevaría a otros enfoques, estaría más preparado, pero, como entonces, iría a comerme el mundo.

Amante de los viajes, ¿ha viajado más que el baúl de la Piquer?
Pues no sé cuánto viajó la Piquer. Tengo millones de kilómetros encima, desde los 14 años que acompañaba a mi padre por los pueblos de la provincia hasta hoy… Me he recorrido medio mundo. Es cierto.

¿Nunca fue tentado por la política?
Sí, sí, sí. Han intentado varias veces que fuera en alguna candidatura, para ser concejal, pero no lo han conseguido. Eso es lo que han ganado ellos.

¿Cuántos amigos verdaderos se precia de tener?
He estado más de 40 años de director en diferentes medios de comunicación. Y tenía muchos conocidos. Cuando dejas los medios de comunicación, tienes muy poquitos amigos, pero los que ahora tengo son muy buenos.

¿Contra qué hay que rebelarse siempre?
Contra los sistemas establecidos. Y no siempre se consigue. La intuición me marcó el camino. Me he metido en todos los charcos y muchas veces sin saber nadar y siempre he salido airoso de las situaciones.

¿Rosalía es flor de un día o será la nueva Madonna?
Me parece un gran producto de marketing. El que se ha inventado a Rosalía ha hecho un gran producto.

La tele no mató a la radio. Pero internet, ¿qué puede matar?
Es un vicio. A mi me tiene trastocado y trastornado. Todo lo que he criticado, lo estoy padeciendo. Y no sé como desvincularme. Entrar en internet, apretar una tecla y encontrar respuestas a casi todo... pues es algo que me tiene fascinado.

Su próximo viaje será….
Tengo maleta de verano y de invierno. Tengo una oferta para viajar a Madagascar. Me cae un poco lejos, pero sí me gustaría correr la aventura. No he contado los países que he visitado. Voy poniendo chinchetas en un mapa grande que tengo en casa.

¿Qué pregunta esperaba y no le he hecho?
Lo de mi aparente seriedad. Siempre me lo dicen. Pero, como me dijo un amigo, en la dedicatoria de un libro que me regaló: «Luis se ríe seriamente». Y es que me río de casi todo, pero, eso sí, sin que se note.