Retrato del obispo que acabó de misionero

Nacho Sáez
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La vida del obispo Luis Gutiérrez, fallecido en 2016, es objeto de homenaje en un libro escrito por el que fuera su secretario personal, el también claretiano Vicente Pecharromán. «Ha sido la persona de referencia en mi vida», dice.

Retrato del obispo que acabó de misionero - Foto: Rosa Blanco

D e Navalmanzano a Guatemala, la vida del exobispo de Segovia Luis Gutiérrez (nació el 26 de noviembre de 1931 y falleció el 22 de junio de 2016) descubre a un hombre «responsable, trabajador y piadoso», según su secretario personal, Vicente Pecharromán, autor de un libro que pretende convertirse en «un homenaje» cuando se cumple el tercer aniversario de su muerte. ‘Para vuestra edificación’ –así se titula, en referencia al lema episcopal que eligió– se acaba de publicar y en él Pecharromán vuelca más de tres décadas de relación profesional y personal y de responsabilidades y confidencias al lado de a quien define como «un buen castellano que vivía desde la sinceridad, llamando al pan, pan, y al vino, vino».

El relato arranca en Navalmanzano –donde nació Gutiérrez– y concluye en Madrid, escenario del último reencuentro entre un obispo atípico (pasó buena parte de sus últimos años de vida como misionero) y su fiel secretario, que se empapó de la personalidad de alguien «de sentimientos delicados pero práctico». Navalmanzano fue su localidad natal pero el cercano municipio de Pinarejos, «el lugar de su infancia», tal y como subraya Pecharromán, que cuenta que a los 11 años ingresó en el Seminario Claretiano de Segovia. De ahí pasó a Santo Domingo de la Calzada, donde se ordenó, y después a Roma, que le vio empezar a desempeñar tareas relevantes.

Profesor y miembro del equipo de representantes de la Iglesia en la Embajada de España ante la Santa Sede, el obispo Luis escaló posiciones hasta ser nombrado superior provincial de los Claretianos en Castilla y, más tarde, vicario judicial y obispo auxiliar de la Diócesis de Madrid. «Escuchaba, centraba los discursos e iluminaba muy bien el problema», destaca Pecharromán, que le conoció en Roma. Volvieron a coincidir en Madrid y como también era claretiano, «don Luis me pidió de secretario».

Cree que los doce años que estuvo como obispo de Segovia encarnaron su etapa de mayor responsabilidad. En el libro, Pecharromán recuerda una frase que dijo la madre del obispo, doña María, el día de su toma de posesión al frente de la Diócesis de Segovia: «Mi hijo es un gran trabajador. Pondrá toda la ilusión en servir a los segovianos». Y no se equivocó, porque recorrió todos los pueblos de la provincia y puso en marcha las unidades parroquiales de acción pastoral. También jugó un papel fundamental en la exitosa edición de Las Edades del Hombre que se celebró en Segovia en 2003, aunque su gran anhelo no se cumplió hasta que en 2007 presentó su renuncia como prelgado por edad.

Se marchó de misionero a Guatemala, su época « más féliz», según su  secretario. «Es verdad que lo pasó mal, por el clima sobre todo, pero desde pequeño había querido ir a las misiones. En Guatemala se compró una finca y construyó pabellones para que pudieran vivir los niños», relata. Su delicado estado de salud le obligó a regresar a España, pero su huella quedó grabada. Ahora se puede recordar con más detalle en este libro que se puede adquirir en la librería diocesana por un donativo mínimo de 15 euros. «Es la persona de referencia en mi vida», zanja Pecharromán.