El quiosquero amable que conectaba con la gente

A.M.
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En recuerdo del vendedor de prensa del Complejo Hospitalario, Román Velázquez, de carácter afable y buen conversador, popular y querido entre los profesionales sanitarios.

Román Velázquez - Foto: D.S.

Aunque quizá no llegara a disfrutar del hotel California que cantaba la banda estadounidense ‘Eagles’,  una de sus favoritas,  pasó por la vida feliz,  haciendo gala de buen humor y,  según quienes le conocieron,  conectando enseguida con la gente.  No en vano estaba en un extraordinario observatorio, un faro,  como es un quisoco de prensa, donde pasó la vida, compartiéndola con la afición a la fotografía, distribuyendo las noticias o el entretenemiento entre los profesionales del Hospital General y acercando periódicos y revistas por las habitaciones para familiares y enfermos. 

Román Velázquez Notario, que ha fallecido a los 58 años de edad, a causa de un cáncer, llevaba vinculado a esta actividad toda su vida desde los orígenes del centro hospitalario, que acaba de vivir la crisis sanitaria más importante de su historia,  desde la inauguración en 1974.  Primero ayudando a su hermano Esteban que, antes de la ampliación,  tenía su puesto en la zona del antiguo acceso junto a la centralita y, posteriormente, ya regentándolo, cerca de la entrada a consultas.  Pero, como en invierno se cerraba la puerta principal, se le permitió subir a las plantas a realizar el reparto. 

Tantos años en el centro hospitalario, con una plantilla de más de un millar de personas, incluido el personal no sanitario, y la relación diaria con quien acudía a consultas o se encontraba ingresado, han hecho un personaje popular de este melómano, que ejerció como ‘disc-jokey’ en una cabina con forma de piano de la antigua discoteca 'Florida', junto con su amigo Juanjo Rincón,  cuya marcha ha dolido a numerosas personas.  Forofo del Atletic de Bilbao y de todo tipo de música –The Beatles, Deep Purple, Depeche Mode o Pink Floyd–,  su sonrisa de complice permanecerá en la mente de todos los que le querían, inseparable con su bonhomía, reconoce Rincón. 

El doctor Pedro Cuadrado, que desde su jubilación mantenía largas conversaciones con Román, hasta que llegó el caos de la Covid-19,  resume su carácter como «un gran tipo», con lo que coinciden otros profesionales.  Un extraordinario conversador, que sabía estar y conectar con la gente,  gastando bromas en el momento preciso, simpático y agradable.  En sus charlas, desde un lado progre,  según el doctor Serrano,  conquistaba a su interlocutor, sin que faltaran comentarios de política, también la local,  siempre con la dosis de crítica adecuada, sin tratar de onfender, incluso de La Granja, donde residóa con su mujer,  Carmen Díaz, once años menor que él,  con quien había contraido matrimonio hacía 29 años, del que nacieron sus tres hijos, dos mellizas de 24 años y el mayor, de 26 años.

Carmen se enamoró de Román a primera vista, con él ha trabajado mano a mano durante quince años, también ella ha subido a repartir por las plantas, «en un equipo maravilloso», siempre juntos.  Carismático, con un don de gentes espectacular, siempre muy feliz, sencillo y sin ambiciones, llevaba cuatro meses luchando contra el cáncer. Confiesa su viuda que tuvo que darle permiso para que se marchara tranquilo y en paz, «era un hombre de familia muy bueno, yo estaba muy enamorada de él, para mí no se ha ido», asegura.  Antes que paciente, muchos de los médicos eran amigos suyos y se han desvivido con él en estos meses tan duros con el hospital al borde del colapso hasta con la a catefería o el salón de actos ocupados con enfermos.

La foto de este obituario tiene historia, según recuerda Rincón, a quien no se le olvida cuando, más jóvenes, salían de fiesta en el Seat Panda rojo de Román, «donde el chiste de los elefantes se hacía realidad, parecía mentira que en un coche tan pequeño entráramos tantos», recuerda. Fue en una cena muy especial de reencuentro con la mujer francesa Marie Lesconnec, a quien ambos conocían desde hacía 40 años,  cuando ella estudiaba español en Segovia, Román dejo su cámara de fotos a Dani, de nueve años, hijo de su amigo, y retrató al retratador.  

Porque la fotografía era otra de las pasiones de este vendedor de prensa que, cada tarde, tomaba su cámara para captar imágenes de Segovia, actividad que, según Carmen Díaz: «le volvía loco, lo hacía con amor y primor, le decía la gente que se presentara a concursos pero él se negaba, no quería competir, se daba por premiado si le seguían en su página de las redes sociales, hizo fotos muy bonitas; ¡y las que se han perdido...»!   

A una de las personas que le atrajeron las instantáneas fue al pediatra José García Velázquez quien escribió poemas a varias fotos de Román: «Bajo el cielo se presenta/este dibujo espectral,/que con magia capta atenta/tu mirada singular». Un verso sobre el horizonte del ‘skyline’ de Segovia, apuntando al  cielo....