Resaca electoral: la cara y la cruz

Leticia Ortiz (SPC)
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El PSOE celebra una victoria en unas generales 11 años después de su último triunfo y de la mano de un líder, Pedro Sánchez, que 'resucitó' después de haber sido desahuciado por su propio partido

Resaca electoral: la cara y la cruz - Foto: SERGIO PEREZ

En su comentado, y criticado, libro Manuel de Resistencia, Pedro Sánchez confiesa que cuando llegó por primera vez a la Secretaría General del PSOE se sintió como «un intruso» en su propio partido porque los barones le veían como alguien ajeno a ellos. Un lustro después de aquello, aquel «intruso» llevó a los socialistas a lograr una histórica victoria en las urnas, 11 años después de su último triunfo en unas elecciones generales. 

En la imagen fija del 28-A que pasará la Historia, el PSOE, y su líder, serán señalados como los grandes triunfadores de la jornada al lograr el apoyo de cerca de 7,36 millones de españoles, lo que se traduce en 123 representantes en el Congreso de los Diputados, 38 más de los que logró en los comicios de 2016. Excepto en el País Vasco, Cataluña y Navarra, las comunidades autónomas se tiñeron de rojo, incluyendo feudos históricos del PP como Castilla y León, Murcia o Madrid.

De esta manera, los socialistas dieron la vuelta a casi una década de pérdida de apoyos y a una legislatura que comenzó con perspectivas nada alentadoras para el partido: una derrota histórica -pese a que evitó el temido sorpasso de Podemos- y una crisis interna que llevó a la dimisión de Sánchez por negarse a facilitar un Gobierno del PP. Pero el madrileño resucitó, cuando había sido desahuciado por los suyos, para volver a liderar a la formación progresista y llevarla hasta la victoria en las urnas.

Resaca electoral: la cara y la cruzResaca electoral: la cara y la cruz - Foto: JUAN MEDINA 

Alianzas. A pesar de su holgado triunfo, con casi el doble de escaños que el segundo partido más respaldado -123 frente a los 66 del PP-, los socialistas necesitarán acuerdos, al menos, para superar la investidura y para tramitar, entre otros asuntos, los Presupuestos Generales del Estado. No hay que olvidar que la caída de las Cuentas del Gobierno del PSOE en el Hemiciclo al no conseguir los apoyos suficientes precipitó la convocatoria electoral. Pese a ello, afrontarán una situación mucho más cómoda que la vivida en los últimos meses -ejercieron el poder con tan solo 85 escaños en el Congreso- y no necesitarán el apoyo de los independentistas catalanes, aunque es posible que sí su abstención para hacer presidente a Sánchez.

La aritmética parlamentaria señala que si Ferraz renueva su alianza con la formación que encabeza Pablo Iglesias, sumará 165 diputados, 18 más que el bloque de la derecha.  A esa cifra podría sumarse el representante de Compromís, los seis del PNV, el de los regionalistas cántabros y los dos de Coalición Canaria. Esos números casi aseguran a Sánchez la investidura, si no en primera votación con mayoría absoluta, sí en la segunda con mayoría simple, aunque podría necesitar la abstención de, al menos, un independentista catalán o un miembro de Bildu.

Y es que quedan muy lejos los tiempos en los que el partido ganador superaba la cifra mágica de 176 escaños en los que se establece la mayoría absoluta. aunque se quedasen lejos de la mayoría absoluta en el Congreso. Alcanzar ese dígito parece ya una quimera por la muerte del bipartidismo, que ni siquiera alcanzó el 50 por ciento de los votos, su peor registro de la democracia. 

 

El acuerdo imposible. Los números indican que el PSOE podría mirar a su derecha, en vez de a su izquierda. De hecho, la calculadora dice que la unión con Ciudadanos sumaría 180 escaños. Pero el pacto parece casi imposible desde antes incluso de la cita con las urnas del pasado domingo. De hecho, para los socialistas sería un acuerdo muy arriesgado después de librar una encarnizada confrontación con los de Rivera en campaña y de lograr una importante movilización de su electorado apoyándose en la necesidad de frenar a la derecha entre la que estaba incluida la formación naranja.

En cualquier caso, Sánchez tendrá enfrente una oposición de derecha muy debilitada, y dispondrá de margen para intentar gobernar en solitario -que es la gran aspiración de Ferraz para evitar ataduras continuas a otras siglas- con acuerdos puntuales a ambos lados del arco parlamentario. Y todo gracias a una victoria que convirtió a los socialistas en los triunfadores, en la cara, del 28-A.

 

Cuando los colegios electorales aún no habían cerrado sus puertas el pasado domingo, la sede popular de la madrileña calle Génova se preparaban para una celebración, pues estaban convencidos de que, aún no siendo la fuerza más votada, podrían arrebatarle el Gobierno a Pedro Sánchez. Pero la fiesta se tornó en funeral conforme se conocían los escrutinios hasta que se confirmó la debacle: el nuevo PP de Pablo Casado cosechaba el peor resultado de la Historia del partido, una derrota sin paliativos.

Los conservadores siguen siendo la segunda fuerza más respaldada por los españoles, pero se dejaron 71 diputados con respecto a la cita de junio de 2016, pasando de 137 a 66, la peor marca registrada por los populares, ya que ni la Alianza Popular de Manuel Fraga obtuvo un resultado tan bajo ni en 1982 (107 escaños) ni en 1986 (105 diputados). Cuando se produjo la refundación con José María Aznar y pasó a tener las siglas actuales, la formación consiguió 107 escaños. El único descalabro similar de un partido vencedor se remonta a 1982, cuando la UCD -después de la dimisión del Suárez y la fragmentación del partido en varias siglas- perdió 157 diputados respecto a los comicios anteriores.

La fragmentación del voto de centro derecha -con el auge de Ciudadanos que se quedó a 0,8 puntos y ocho escaños de dar el sorpasso a los de Casado-, la irrupción de Vox -que entra en el Congreso con 24 diputados- y hasta la coincidencia de la campaña electoral con la Semana Santa están detrás de su desplome en estas elecciones, según remarcan desde Génova. Unos resultados que, sin embargo, parece que no ponen en riesgo el liderazgo de Casado, según fuentes de la dirección.

El líder del PP se presentaba a estas elecciones con unas candidaturas hechas a su medida, de la que fueron apartados los partidarios de su contrincante en las primarias, Soraya Sáenz de Santamaría, así como los restos del marianismo que ya habían salido de la dirección del partido. Así que se la ha jugado en solitario, con solo un grupo reducido de estrechos colaboradores a su lado, apostando por un partido más a la derecha y una presencia continua en los medios de comunicación. Una estrategia que, a tenor de los nefastos resultados, parece no haber dado el éxito esperado.

 

Volcado en la precampaña. Los populares apenas se alzaron con la victoria en cinco provincias (Salamanca, Ávila, Lugo, Orense y Melilla), mientras que perdieron el poder en todas las autonomías. Y eso que su candidato se recorrió en precampaña más de 150.000 kilómetros, lo que supone cinco vueltas a España y tres al mundo, según presume el propio Casado a la hora de mostrar su capacidad de trabajo y entrega al partido. Pero todo este esfuerzo, que algunos consideran como una peligrosa sobreexposición , no sirvió para que el PP remontase sus expectativas electorales.

 Y, si dura fue la caída popular en el Congreso, aún mayor fue la del Senado, ya que de los 150 representantes con los que contaba se queda únicamente con 74, y de ellos, 19 son de designación autonómica, por lo que podrían bajar tras las próximas elecciones regionales.