Sueños en azul y grana

Nacho Sáez
-

Rufino Alonso, veterano socio gimnástico, transmite a sus nietos Asier y David su pasión por la Segoviana.

Sueños en azul y grana

A pesar de las extrañas circunstancias que rodean el ‘play off’ en esta ocasión, Segovia respira el ambiente de las citas importantes. Numerosos balcones están decorados desde hace días con los colores azulgranas, los taxistas han añadido una banderita gimnástica a su carrocería y numerosos bares se preparan para retransmitir el decisivo partido de este sábado contra el Zamora, aunque no lo publiciten con el objetivo de evitar aglomeraciones. Rufino Alonso lo verá en uno de ellos, ilusionado ante la posibilidad de que la Segoviana consiga el cuarto ascenso de su historia a Segunda B y que él pueda añadir otro capítulo a su historia de amor con el que es su club desde niño. 

A sus 75 años, recuerda que era un escolar cuando entró las primeras veces al campo de El Peñascal. «Al principio me colaba con los del Hospicio y luego con las entradas que regalaba al colegio la Caja de Ahorros», cuenta ataviado con una camiseta azulgrana, por supuesto. Le acompañan dos de sus nietos, Asier (siete años) y David (cinco), que también tienen el corazón gimnástico. Poco a poco aprenden lo que significa ser de la Segoviana: humildad, sacrificio y orgullo de toda una ciudad.

Tres ascensos a lo largo de 92 años de historia parece poco bagaje, pero Rufino puede presumir de un montón de recuerdos vinculados a esta pasión. «Me acuerdo de ver jugar a Pilín, a Costa, a Antón, a Sanchidrián...», apunta. Entonces los campos eran de tierra y no había posibilidad de ver por televisión los partidos que se disputaban fuera de casa. Este sábado sí que podrá seguir cada detalle del choque contra el Zamora, una final que este veterano socio observa con esperanza «pero porque es lo último que se pierde». «El Zamora tiene una plaza de ascenso adjudicada desde que el año pasado se la quitaron y se la dieron finalmente al Andorra de Piqué», indica desconfiado.

Él vivió en directo los ascensos de Logroño (2011) y del Atlético Malagueño (2017). En el primero de ellos aún no habían nacido sus nietos, que estos días también viven con expectación la fase de ascenso. Sobre todo el mayor de los dos, Asier, que juega en las categorías inferiores de la Segoviana y que es socio desde casi su nacimiento. Su padre le dio de alta antes de acudir al Registro Civil a hacer su inscripción. «Empezó haciendo atletismo, pero luego ha preferido el fútbol», explica su abuelo. «David es diferente, pero al final hará lo que él quiera», añade.

Los tres paseaban orgullosos este miércoles por la avenida del Acueducto con sus camisetas de la Segoviana. Porque la pasión no entiende de edad. Rufino pertenecería al ‘Club de los 28’ –los 28 socios más antiguos del club– si no fuera porque durante algún año en los sesenta se dio de baja, pero su vida está indiscutiblemente asociada a  los colores azulgranas. Los aprendió a amar durante su niñez, los cuidó durante su adolescencia y los verenó en su etapa adulta junto a sus hermanos. Entre todos consiguieron transmitir este sentimiento al hijo de Rufino, Santiago, y ahora a los pequeños de la familia, que sueñan en azul y grana.