"En la vida, si se persiguen los sueños, se cumplen"

César Combarros/ ICAL
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El actor leonés conquistó el corazón de los españoles con su discurso de agradecimiento por el Premio Goya por su trabajo en 'Campeones', de Javier Fesser

“En la vida, si se persiguen los sueños, se cumplen” - Foto: JUAN LAZARO

En una sociedad donde lo virtual parece tener más peso que lo real o que las propias relaciones humanas, cuatro minutos y medio le bastaron al actor Jesús Vidal (León, 1975) para conmover a toda España el pasado fin de semana con su discurso de agradecimiento por el Premio Goya al mejor actor revelación por su trabajo en ‘Campeones’, de Javier Fesser. La miopía magna que le diagnosticaron de niño y que reduce su visión a un 10 por ciento no le impidió licenciarse en Filología Hispánica y cursar un máster en Periodismo a la vez que alimentaba su auténtica pasión: el mundo de la actuación. Su papel como Marín en la película de Fesser le ha dado a conocer al gran público, pero tras ese debut en el cine hay años de trabajo oscuro y callado, recorriendo la provincia de León como los viejos cómicos de la legua con la poesía y el teatro como únicos aliados bajo el brazo. De todo ello habla el hombre del momento en esta entrevista con Ical.

Una tía suya trabajaba en el Teatro Emperador de León como personal de sala. ¿Aquella puerta abierta al cine y el teatro marcó su infancia?

Sí, por supuesto. Todas las semanas iba dos o tres veces al cine y cuando venía alguna función buena procuraba no perdérmela. Ver a actores de cerca determinó que uno de mis sueños fuera imaginarme actuando delante de mucha gente en un escenario. Fue algo que no se me definió como vocación explícita hasta muchos años después, pero la verdad es que desde niño he tenido muy cerca el teatro y las artes.

¿Cuándo tuvo claro que quería seguir ese camino artístico?

A la hora de elegir la carrera universitaria me decanté por Filología Hispánica porque sabía que me iba a permitir tener mucho contacto con la literatura y con el teatro. Luego dentro del currículo te dejaban escoger asignaturas de otras carreras y elegí una rtoncal que estaba en Arte: Historia del Cine. En esos años comencé a desarrollar mis propios espectáculos de manera muy aficionada y amateur.

Por aquel entonces escribía poemas que luego representaba en el escenario...

Sí, eran poemas propios que yo mismo dramatizaba. Ahí empecé a desarrollar cierto sentido teatral, porque muchas veces cuando escribía ya lo hacía pensando en que el público lo iba a escuchar de mi propia voz. No era un yo lírico que se conformara con estar en el libro, era algo más.

Esos años formó parte del grupo literario leonés Aldabón de Bombay, junto a creadores como Roberto Aller, Rubén Mielgo, Valentín Villanueva o Alberto Flecha, entre otros. ¿Qué recuerda de su paso por allí?

Fue una etapa muy bonita. Son los inicios en los que nacen los sueños, los inicios de un gusto compartido por el arte, por el teatro, por la literatura, en los que vivimos una época preciosa de experimento, de jugar con el arte. Fueron las bases sobre las que al final se afianzó mi trayectoria.

Colaboró con el cuentacuentos Manuel Ferrero en ‘Cuempos del más acá’ o con Rodrigo Martínez, del dúo folk Tarna, en ‘Tres: lo mejor de la vida no es gratis’. ¿Eran años de efervescencia creativa en León?

Sí, eran años muy creativos. Estábamos Rodrigo, Manolo, Alfonso Salas, yo… Había un magma muy rico de gente, que en aquel momento éramos muy jóvenes y que teníamos un entusiasmo muy grande por el mundo artístico, con muchas inquietudes. Es un tiempo que siempre estará conmigo.

Esos años recorría la provincia haciendo funciones por los pueblos.

Recuerdo una actuación entrañable que hicimos en Riello. Allí nos quedamos sin luz durante el espectáculo y fuimos a seguir con la representación al único sitio del pueblo donde había luz, una taberna. Cuando te llega una película como ‘Campeones’ o una función como ‘Cáscaras vacías’ está bien recordar esos orígenes humildes.

¿Cuándo se intensificó su pasión por el teatro?

Cerca del final de la carrera, en uno de los proyectos viví un encuentro literario de esos que marcan toda una vida: Sarah Kane. Me apasionó su mundo particular, su poética teatral y cómo era capaz de fundir un texto muy poético con una realidad desgarradora, siempre en los límites de la maldad humana, de la enfermedad mental, de la obsesión. De su mano comprobé hasta qué punto lo que llamamos clínicamente enfermedad puede ser un punto excepcional desde el que ver la vida. A partir de ahí me vinieron las preguntas de qué iba a hacer, y tenía claro que debía ser algo relacionado con el teatro, bien como dramaturgo, director o actor, y seguí con esa trayectoria amateur hasta que unos años después decidí formarme más y dar el paso como actor profesional.

Al intentar acceder a la Escuela Municipal de Música, Danza y Artes Escénicas de León vivió una experiencia muy desagradable, ya que le exigieron un certificado médico de que podía actuar. ¿Qué le hizo seguir adelante pese a las adversidades?

Yo evidentemente tengo y tenía en aquel entonces una gran confianza desde la humildad en mis condiciones. Seguí en la Escuela y me aceptaron muy bien a partir de ese momento, sobre todo los compañeros en general. Allí seguí hasta que aposté definitivamente por el profesionalismo y decidí tomar una formación más específica e intensiva, que en ese momento la Escuela de Artes Escénicas de León no me ofrecía.

En 2015 Pepe Tabernero, el programador de actividades culturales de la Universidad de León a quien recordó en su discurso de los Goya, decide estrenar ‘Sala de espera’ en el Teatro El Albéitar. ¿Cómo lo vivió?

Pepe me brindó la oportunidad de estrenar con unas condiciones profesionales. A partir del estreno ese espectáculo tuvo una minigira por León, lo llevé a Madrid, a Matadero, en unas jornadas de arte y discapacidad, y empecé a formarme con el Centro Dramático Nacional, a través de Una Mirada Diferente, que es un festival inclusivo que tiene una parte escénica de exhibición y otra parte de investigación. Allí fui donde recibí la gran base y la mayor parte de mi formación teatral.

En ‘Sala de espera’ combinaba teatro, performance, danza, poesía y música, para hablar del Alzheimer y de las familias de los enfermos. ¿Por qué eligió ese tema?

‘Sala de espera’ trata de la gente que se pasa la vida esperando a que suceda algo. Entre ellos me parecía muy destacable la dejadez que sufrían por parte de las instituciones y de ciertos sectores de la sanidad pública los enfermos de Alzheimer. Yo tuve una experiencia personal cercana, biográfica, de la cual bebe mucho ese montaje. La obra no se quedaba en el Alzheimer, sino que además atendía a la espera de personas de varios colectivos más, como los parados o las personas LGTB.

Al poco de llegar a Madrid, hace cinco años, escribía sobre su paso por un taller con Alfredo Sanzol en Una Mirada Diferente: “Ganas de aprender del director y de los demás compañeros, y de comernos el mundo en cada palabra, en cada gesto y en cada destello”. ¿Esa energía sigue intacta?

Por supuesto, siguen las ganas de comernos el mundo y de aprender cada día, de crecer desde cero, de mejorar como actor y como persona.

En esos años completó su formación con compañías como la vallisoletana Telón de Azúcar y la sala madrileña Cuarta Pared.

Durante un tiempo fui regularmente a las clases de clown y mimo de Telón de Azúcar, y en Cuarta Pared hice un curso de dirección muy bueno, que me ayudó mucho como actor y a cambiar la percepción que tenía de la dirección de actores.

En la siguiente edición del festival Una Mirada Diferente, en 2015, trabajó con Magda Labarga y Laila Ripoll. ¿Cómo fue la experiencia?

A partir de su taller surgió ‘Cáscaras vacías’. Las dramaturgas se pusieron con la idea y el casting, y estuvimos dos años con un trabajo intenso de creación. Después en 2016 tuvo lugar el estreno y hemos estado dos temporadas en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, antes de hacer una gira nacional que el pasado año nos llevó a Soria y Burgos, por ejemplo.

‘Cáscaras vacías’ parte de un material dramático muy crudo, sobre el exterminio de personas con discapacidad que usaron los nazis de banco de pruebas para el genocidio. ¿Fue muy duro meterse en la piel de Hans, su personaje?

Fue muy bonito, porque abordar un personaje esquizofrénico y defenderlo te lleva a intentar comprender muchas cosas, muchos miedos. Además, vivió en la Alemania de los años 40 y tuve que empaparme del expresionismo alemán, de todas las corrientes artísticas alemanas y de cómo vivían los enfermos mentales para prepararlo muy bien.

¿Cómo surgió la oportunidad de participar en el casting de ‘Campeones’?

Me vieron en ‘Cáscaras vacías’ y contaron conmigo para el casting. Me dijeron que habida cuenta de mi trayectoria yo podía aportar mucho y fue muy bonito. Viví la experiencia con más expectación que nervios, y aunque fue un proceso muy largo, desde los primeros pasos vi que podía tener posibilidades.

¿Qué le ha sorprendido del cine?

La diferencia entre el teatro y el cine a nivel técnico es grande, pero gracias al equipo de ‘coaching’ y al trabajo sensacional que hace Javier Fesser con los actores, el paso para mí fue muy fluido. También me sorprendió que esperaba que la cámara fuera fría y para nada noté frialdad, porque detrás de ella hay personas. Vas recogiendo ‘feedback’ del director cuando acaba la toma y tienes la posibilidad de repetir tomas y jugar con los registros: aquí le meto más ternura, aquí le voy a dar un punto algo más canalla…

Tanto ‘Campeones’ como ‘Cáscaras vacías’, de modos antagónicos, desde la comedia y el drama, son un elogio y una reivindicación de la diferencia. ¿Ve esa conexión entre ambas historias?

Sí, porque las dos nos ofrecen un mundo de personas que hasta ahora mismo no habían sido contempladas de tú a tú por la sociedad. Además son dos proyectos que creen en el valor artístico de las personas con diferencia, creen que ese es un valor añadido.

¿Le ha cambiado la vida su participación en la película?

Me ha mejorado como actor y, ante todo, me ha mejorado mucho como persona. En el resto de mis compañeros del equipo de Los Amigos he descubierto a unas personas a las que la sociedad les ha puesto la horrorosa etiqueta de discapacitados intelectuales, cuando son personas, sin más.

¿Cuáles son, a su juicio, las principales discapacidades de la sociedad actual?

El miedo, la ignorancia, el no investigar en las cosas y no contrastarlas, dejarnos llevar por la apariencia y a partir de ahí etiquetar a las personas. Otra muy importante es etiquetar a las personas por las cosas que no pueden hacer, porque se habla de personas con discapacidad y no se habla de las capacidades que tienen esas personas, que tenemos las personas con discapacidad.

En un mundo estandarizado, donde las tiendas son las mismas en todas las ciudades y el modo de vestir o de pensar se tiende a homogenizar, ¿se castiga o se oculta lo diferente?

Por parte de cierto ‘establishment’ o ‘mainstream’ sí, pero también es verdad que la gente al final está buscando lo que le sorprende, lo que le extraña, y en parte por eso se explica el éxito de ‘Campeones’. La gente va por libre, tiene criterio y al final lo que en este caso era un producto pequeño se ha convertido en todo un fenómeno.

¿Cómo vivió el antes y el después de la ceremonia de los Goya?

Muy contento. El antes lo disfruté como una fiesta. Había sido invitado por la Academia a una gran fiesta y simplemente fui a estar con mis compañeros de profesión. Luego llegó el premio que fue el colofón, porque con él fui consciente de que iba a poder divulgar muchas cosas y dar todavía más visibilidad a lo que es la discapacidad y el valor que la discapacidad tiene en el arte.

Todos coinciden en que con su discurso emocionó a un país.

Es un gran elogio porque en ese discurso intenté dar visibilidad a mucha gente que normalmente no tiene voz. Lo intenté hacer desde el corazón y yo creo que llegó.

¿Qué sueños ha cumplido y qué sueños le quedan por cumplir?

Los sueños que he cumplido son hacer teatro y cine, y como el actor empieza cada día desde cero me quedan muchos más por cumplir: consolidar mi carrera, hacer series, trabajar en más registros…

El próximo 4 de marzo hará el saque de honor del Real Sociedad-Atlético de Madrid. Supongo que le hará especial ilusión siendo txuri-urdin de toda la vida.

Sí, sí. Para mí es un orgullo ir a Anoeta y hacer el saque de honor con la Real Sociedad.

Es curioso que pese a que su padre era seguidor del Bilbao, cuando usted tenía siete años le regaló una equipación de la Real que le ligó para siempre a ese equipo.

A pesar de lo que dicen, las aficiones de la Real Sociedad y del Bilbao siempre han sido hermanas. Es muy común ver en los derbis cómo están sentados juntos, merendando o cantando. Son dos clubes que se quieren mucho. Tienen cierta rivalidad, pero dicen que ‘amores reñidos, amores queridos’, y en el caso de la Real y el Athletic de Bilbao es así.

‘Campeones’ toca ese tema también. ¿Qué podemos aprender como sociedad del mundo del deporte?

El esfuerzo por mejorar día a día y que competir con uno mismo y mejorar no significa competir con los demás de manera agresiva. También podemos aprender que, en la vida, si se persiguen los sueños, se cumplen.

Hace cinco años escribía: “La ruina cultural nos amenaza”. ¿Es ahora más optimista o sigue siendo crítico con el estado de la cultura?

La cultura es un patrimonio en peligro, que suele salir a flote por medio de los artistas y algunas entidades o instituciones que luchan por ella, pero siempre hay que estar vigilante.