El despertar de VOX

BELÉN GIL (EFE)
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La irrupción del grupo que lidera Santiago Abascal ha supuesto un terremoto tanto entre las formaciones políticas como en las instituciones, sobre todo en el Congreso, donde se convirtió tras el 10-N en la tercera fuerza más votada

El despertar de VOX

El despertar de Vox y su fulgurante acceso a las instituciones hasta convertirse en poco más de un año en la tercera fuerza más votada ha impregnado la política nacional y se ha convertido en un fenómeno impactante que se ha movido entre la sorpresa, la incredulidad y los intentos para aislarle con cordones sanitarios.

Fundado a finales de 2013 por descontentos con el PP de Mariano Rajoy y presidido desde noviembre de 2014 por Santiago Abascal, Vox pasó un lustro sin apenas trascendencia. Todo cambió a raíz del referéndum secesionista de Cataluña del 1-O. La consulta fue la mecha que comenzó a avivar al bloque de derechas, que el 7 de octubre de 2018 logró reunir a 10.000 personas en la madrileña plaza de toros de Vistalegre en torno al lema La España viva. Dos meses después, contaba sorprendentemente con 12 escaños en el Parlamento andaluz, la primera institución cuyas puertas atravesó.

Su discurso crítico con la inmigración, desafiante con las leyes de violencia machista y memoria histórica y contundente frente a los nacionalistas y las autonomías causó efecto, y su concurso fue imprescindible para acabar con casi 40 años de Gobierno socialista y dar la Junta de Andalucía al PP y Cs.

La reacción no se hizo esperar y la misma noche de las elecciones andaluzas comenzaron a surgir las «alertas antifascistas», como la que lanzó el mismísimo líder de Podemos, Pablo Iglesias, y los intentos para «parar a Vox», como reclamó la hasta entonces presidenta autonómica, Susana Díaz.

La convocatoria adelantada de las generales del 28 de abril no ayudó. Al contrario. Permitió a los de Abascal iniciar 2019 trasladando a la esfera nacional su épica y su estrategia de las andaluzas ante el escepticismo del resto de partidos.

La foto de Colón del 11 de febrero con los lideres del PP, Pablo Casado, y Cs, por entonces Albert Rivera, permitió a Abascal situarse en su mismo nivel y al PSOE y Podemos hablar del trifachito.

Vox logró 24 escaños en las elecciones. Pocos para las gigantescas expectativas creadas en torno a ellos e insuficientes para ser decisivos en la formación de Gobierno, pero muchos si se tiene en cuenta que se estrenaban en el Congreso.

Aun así, se entendió casi como un fracaso, especialmente dentro del partido, y en las elecciones siguientes -las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo- perdió la mitad de los apoyos de las generales. Pero se dio la paradoja de que fueron un revulsivo porque, además de aumentar su representación institucional, esta vez sí eran llave de Gobiernos autonómicos y numerosas capitales de provincia. El PP fue el más votado en muchas de esas instituciones y tuvo que negociar sus apoyos por separado para poder gobernar debido a la negativa de Cs a reunirse y llegar a acuerdos con Vox.

Los populares, sin embargo, no han tenido en este tiempo problemas insalvables con ellos, gracias sobre todo por la afinidad que mantienen sus respectivos líderes. Pero la buena relación parece que comenzó a quebrarse tras el 10-N, en el que los dos bloques subieron en votos y escaños (52 los de Vox, tercera fuerza). Desde entonces, han protagonizado encontronazos. El más significativo fue cuando los de Abascal se quedaron sin un segundo puesto en la Mesa del Congreso por la negativa de Génova a que tuvieran el mismo número de representantes en el órgano de gobierno del Parlamento.

La tensión puede acrecentarse tanto en la Cámara Baja, con ambos en la oposición, como en comunidades y ayuntamientos, donde la aprobación de Presupuestos estará reñida, porque parece que ya no vale solo con el buen entendimiento Casado-Abascal.

En el haber del PP está que los populares nunca ha participado de los cordones sanitarios impulsados por la izquierda. No obstante, hace unas semanas, el líder socialista, Pedro  Sánchez, anunció su intención de hablar con todos los partidos dentro de la ronda de contactos para su investidura, encuentro que Abascal rechazó mientras sigan las negociaciones con los independentistas.

Vox cierra así un año exitoso a nivel institucional. Sus asuntos pendientes para 2020 serán las elecciones autonómicas de septiembre en el País Vasco y Galicia, comunidades donde su representación es ínfima, y la reestructuración del partido.

Las numerosas citas electorales han impedido que la organización interna haya podido ser adaptada al rápido crecimiento y ha hecho que el partido esté dirigido por gestoras en más de una veintena de provincias de todo el país.

En febrero, la formación celebrará su asamblea anual ordinaria para aprobar las cuentas y es posible que haya algún retoque en los estatutos, y antes del verano celebrará primarias en toda España.