Náufragos en la red

Charo Barrios
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El profesor de Inteligencia Emocional Joan Massanés publica 'Internet, citas y soledad', donde cuenta un sinfín de experiencias de un hombre que buscaba amistad y lo que surgiera

El autor catalán está convencido de que el principal filtro en los portales de citas es el físico.

En el siglo de las redes sociales, la soledad se ha convertido en uno de los denominadores comunes de la sociedad actual. Esta es una de las conclusiones que podría desprenderse de la lectura del libro Internet, citas y soledad (Stonberg), del periodista y profesor de Inteligencia Emocional Joan Massanés. Se trata de una novela que describe de una forma original, por lo vívida, el tema siempre actual de los portales de amistad y parejas. El texto presenta una visión desde dentro a través de historias cortas de ficción basadas en la realidad. 

El autor narra con un estilo ameno, que convierte la lectura en adictiva, un gran número de encuentros y situaciones, cada uno distinto del anterior. Parecería osado embarcarse en un portal de internet sin haber leído antes este libro, aunque el catalán reitera que nunca pretendió realizar una guía o un manual de todo lo que puede sucederte en una web, sino aportar un pequeño granito de arena a aquellas personas que nunca se hubiesen imaginado a sí mismas navegando por la red, pero que las circunstancias de la vida les han provocado que la soledad se haya convertido en un sentimiento dominante.

El protagonista, Jordi Massó, periodista de profesión y profesor universitario como el autor de la novela, se ve abocado a un portal por el escenario que le ha tocado vivir. Massó tuvo dos relaciones de pareja que, por coyunturas totalmente distintas, le aislaron de sus amistades, hábitos y aficiones durante ocho años. Al margen de reencontrarse con su gente, necesita ampliar su círculo social. Por consejo de unos amigos, a quienes les había funcionado, se da de alta en un portal de amistades y parejas. Durante períodos discontinuos que suman unos dos años, escribe o recibe más de 100 mensajes, tiene correspondencia por mail con más de 80 personas, lo que deriva en una cincuentena de citas.

El autor enfatiza en que el libro está escrito desde un prisma masculino porque sus citas fueron siempre con mujeres, pero que está convencido, y así se lo han ratificado amistades femeninas que también han navegado por ahí, que podría escribirse una novela similar redactada por una mujer. 

Massanés afirma que la mayoría de contactos podrían tipificarse de normales o convencionales, palabras que a él no le gustan, pero que definen lo que quiere transmitir: personas educadas y con un cierto nivel cultural. Lógicamente, estos no tienen ningún interés narrativo y no aparecen en la novela. No obstante, aproximadamente un tercio de los contactos totales depararon situaciones realmente peculiares, algunas extravagantes. En la novela se narran 23 de estas experiencias.

Una cuestión de obligado planteamiento es si en el portal se dicen muchas mentiras. El autor comenta que hay dos que destacan por encima de las demás. En primer lugar, la foto, ya que prácticamente ninguna de las mujeres de las citas colgó una foto actual. Por otra parte, a menudo te comentan que solo te están escribiendo a ti o quedando solo contigo, cuando lo están haciendo con varias personas a la vez.

 

Juventud, divino tesoro

Hablando de la edad, a diferencia de la época de nuestros padres, en la que el marido solía ser mayor que la mujer, las mujeres buscan hombres más jóvenes o, como mínimo, de su misma edad.

Algo realmente curioso es el tema de los nombres. Por discreción, casi ninguna usa el suyo propio, pero generalmente no buscan otro del santoral, sino el de personajes míticos, elementos de la naturaleza, animales... Así, un hombre que busque a una mujer en el portal puede encontrarse con: Afrodita, Atenea, Venus, Libélula verde, Aurora boreal, Alma de la montaña, Soy yo... El autor explica que una vez quedó con Caperucita roja. Comenta que el nombre le hacía desconfiar, pero que redactaba correctamente y decía ser filóloga. Imaginó que tal vez era una lectora de Charles Perrault y una entendida en Literatura infantil. Cuando se encontraron le preguntó por su nombre real y por qué se había apodado así, a lo que la mujer contestó: «Porque busco a mi lobo». Tardó menos de 10 minutos en pedir la cuenta y marcharse.

El protagonista no descarta encontrar una pareja en el portal, pero, por encima de todo, busca nuevas amistades. Le resulta imposible, todas las mujeres de las citas ansían pareja. Eso le provoca que, en un gran número de casos, le filtren tras un primer encuentro, porque su físico «no las enamora».