«La vida se cambia con hechos, no con opiniones»

Sergio Arribas
-

Antiguo responsable de la sección sindical de CCOO en Iberpistas, y del área de transporte en la Federación Estatal de Servicios a la Ciudadanía, en 2017, con 37 años, Álex Blázquez fue elegido para liderar el sindicato en Segovia.

Álex Blázquez, secretario del sindicato CC.OO en Segovia - Foto: Rosa Blanco

Huye del «sindicalismo de salón» porque la lucha obrera, según dice, no se hace desde los despachos o por whatsapp, sino «en la calle, cerca de la gente». «La vida hay que cambiarla con hechos, no con opiniones», asegura Blázquez, madridista confeso y enamorado de su pueblo ‘adoptivo’, El Espinar.

Contaba el humorista Miguel Gila que cuando nació su tía Rosario le dijo el médico al padre: «ha tenido usted una solterona». ¿Cree que sus padres podían imaginar que el pequeño Álex sería dirigente sindical?  
De ninguna de las maneras. Siempre han dicho que de pequeño era muy protestón, que a todo lo que me ordenaban, me oponía. ¿Reivindicativo? Bueno, fui delegado de clase en el colegio, pero en aquella época, siempre se escogía al más gracioso o al que menos hacía. Y, la verdad, buen alumno entonces, pues no era mucho... (se ríe).

«Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica». Lo dijo Salvador Allende.
Lo comparto. Hay que ser revolucionario, de joven y de mayor.

Cuénteme de dónde le viene su pasión por el sindicalismo y lo que se conoce como ‘lucha obrera’…
No nací sindicalista, como la tía de Gila, que nació solterona. Empecé a trabajar con 18 años y al incorporarme al mercado de trabajo vi cosas que no se hacían como se tenían que hacer. De hecho, en un convenio que se firmó en mi empresa nos quitaron el concepto de antigüedad, los nuevos nos sentimos perjudicados y decidimos, entre todos, pelear para cambiarlo. Hicimos frente común y lo conseguimos. Ahí me picó el gusanillo.

¿Por qué Comisiones Obreras?
Siempre me acordaba más de los dirigentes de CC.OO que, por ejemplo, de los de la UGT, sin que nadie se ofenda. Marcelino Camacho, Antonio Gutiérrez… creo que eran más cercanos a la gente que Nicolás Redondo o Cándido Méndez, por ejemplo. El sindicato tiene que estar en las empresas, al lado de los trabajadores, no en los despachos o en la tele. El sindicalismo de salón no me gusta nada. Ahora con las nuevas tecnologías uno puede pensar que con mandar un whatsapp ya está todo hecho. Eso no vale. Hay que hablar con la gente, ponerte en su lugar y tratar de resolver el problema que te plantean. 

Llegó a la secretaría general del sindicato en Segovia en 2017, con 37 años. ¿Cree que su ‘juventud’ fue un valor en su elección? 
¡Ya soy cuarentón! Yo creo que mi juventud fue un valor, porque CC.OO venía de una época de estabilidad, con dirigentes en una edad madura y el que viniera alguien joven fue un valor añadido. Pero eso no exige más. Soy bastante autoexigente. Cuando negocio algo, siempre trato de lograr algo más, me lo impongo.

Sin acritud, pero, le soy sincero, CC.OO me recuerda a C.C.C.P (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), será por la acumulación de ‘ces’ ¿En que órbita ideológica de la izquierda se mueve?
Me considero de izquierdas y progresista, y con eso le digo bastante. CC.OO es un sindicato que no está ahora vinculado a ningún partido. Otros sí. En su día se decidió desvincularse del PCE, que fue el partido con el que nació.

¿Ha pasado de moda el comunismo?
Sí. El comunismo es ahora más para los románticos. Estamos en una sociedad pragmática, que pide que resolvamos los problemas, no quiere debates tontos que no nos llevan a ningún lado.

¿Por qué son necesarios aún los sindicatos?
Porque la vida hay que cambiarla con hechos, no con opiniones.

Nicolás Redondo (UGT) y Marcelino Camacho (CC.OO) ¿Para cuándo otra pareja con el mismo carisma?
No lo sé. Entiendo que ahora mismo ha habido una regeneración en CC.OO con Unai Sordo. Ese liderazgo se está volviendo a recuperar. Redondo y Camacho simbolizan otros tiempos en este país, porque no era solo la lucha sindical, por los derechos, sino que también peleaban por la libertad tras 40 años de represión. 

¿Cuáles son las tres virtudes principales de un buen dirigente sindical?
La paciencia, porque las cosas nunca llegan en el primer momento; la constancia, porque muchas veces chocas contra muros; y la compañía, porque no conozco ningún buen sindicalista que haya sido solo a ningún sitio. La clave del sindicalismo es la organización, la unidad de los trabajadores, porque solo no se puede llegar a ningún lado.

¿Cómo ser sindicalista y no pecar de buenismo?
Difícil. Siempre es más fácil pedir que dar y es verdad que en los últimos tiempos nos ha tocado a dar mucho más a sindicalistas y trabajadores que a la parte que tenemos enfrente, las empresas.

Imagino que, con frecuencia, conocerá situaciones de despidos injustos o abusos. ¿Vence a veces el corazón a la cabeza?
Sí, casi siempre. La gente viene al sindicato y te cuentan que, por ejemplo, que les han tratado mal, que les han humillado... No se puede ser dirigente sindical sin ser empático.  Creo que para ser dirigente sindical hay que pasar por una empresa y sufrir los mismos problemas que sufren a diario los trabajadores. Les entiendo porque yo las sufrí en mis carnes, en mi empresa.

¿Su esposa ya ha aceptado un Álex sindicalista 24 horas?
Lo asume, pero no lo lleva bien. Dice que no entiende mi trabajo. Algún día conseguiré que lo entienda (se ríe).

La manifestación más reducida en la que participó….
Una concentración a las puertas de una empresa en Barcelona. Creo que eramos cuatro. Era una empresa de seis, despidieron a dos, y salieron a protestar los otros cuatro. Es decir, el seguimiento fue del 100% de la plantilla.

Dígame una cosa buena de Santiago Abascal, el dirigente de Vox…
Lleva mucho tiempo en política y en un ámbito que solo él conoce, el de los ‘chiringuitos’. Conoce la política, otra cosa es que la aplique en el beneficio de las personas o en el suyo propio.

¿Caben en su oficio las ‘mentiras piadosas’?
Es difícil. La verdad tiene que ir siempre por delante, aunque duela. Antes era más radical y decía las cosas de otra manera, los años me hacen decir las cosas claras, porque mi trabajo me lo exige, pero de forma más suave.

¿Para cuándo una manifestación de sacerdotes o guardias civiles?
De guardias civiles.. no descarto que haya una en breve. De los sacerdotes, pues me cuesta más imaginarlo.

¿Imagina una huelga ‘a la japonesa’ en España?
No me la imagino. Es ciencia ficción.

Madridista confeso. ¡Bien! Aunque yo le hacía más del Atleti, por aquello del equipo ‘sufridor’…
Me lo dice mucha gente, que cómo puedo ser de CC.OO y del Real Madrid. Nadie es perfecto.

¡Mojése! ¿Qué título incorporaremos este año a las vitrinas?
La Champions y La Liga. No tengo ninguna duda. Ya me lo dirá.

¿Cuál es su afición inconfesable?
Pues veo Tele 5. Yo sí lo veo. Y si tengo que ver un programa del ‘corazón’, no tengo ningún problema. He visto a Joaquín, el jugador del Betis, con sus vídeos sobre el programa de ‘La Isla de las Tentaciones’; aunque yo soy más de ‘Supervivientes’.

¿De qué se avergüenza?
Parezco tranquilo, pero no… soy nervioso. Y me muerdo las uñas hasta límites inconfesables. Me avergüenza no haber tenido fuerza de voluntad para dejar de morderme las uñas.

¿Y su droga legal favorita?
Las fiestas de El Espinar me relajan mucho.. mi ambiente, mis amigos…

¿Sufrirá la crisis de los 40?

Ya la estoy sufriendo. Lo noto bastante. El que tenga pelo, pues ayuda a superarla. Lo veo de otra manera. La mayoría de mis amigos no tienen mucho pelo...y me digo ¡me veo bien! Si tuviera que implantarme pelo lo haría, pero no en Turquía, sino aquí en España.