"Detrás de la barra aprendí a ser más empático"

Sergio Arribas
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Militar en las COES, jardinero, camarero, empresario de hostelería y técnico de luces en Jácara y en programas de TVE como 'Rockopop'. La trayectoria vital de Javier García Crespo 'Miki' da para una novela. Esta semana escribe en 'La Pizarra'

Javier García Crespo 'Miki', gerente de la AIHS. - Foto: Rosa Blanco

Primera incógnita. Si no se llama Miguel, ¿por qué lo de Miki?

La pandilla del barrio me puso el mote por mi ligero parecido con el cantante de ‘Micky y los Tonys’.  Que conste que me llamo Francisco Javier.

Vayamos por partes, que diría ‘Jack el Destripador’. Es el gerente de la asociación de hosteleros. Si hablamos de Segovia ¡Menudo pastel! Lo digo por la importancia del sector. ¿Muchos quebraderos de cabeza?

Sí, es complicado, sobre todo porque representas a un sector muy variado: alojamientos, restauración, bares de noche y de día, casas rurales…  Hay un trabajo oscuro, que no se ve, que es el de revisar leyes, normativas, ordenanzas, pedir permisos, gestionar cambios de titularidad… Lo de los eventos gastronómicos es lo bonito. Soy como un pequeño presidente de la ONU, siempre buscando el consenso y el equilibrio, que es donde está la virtud.

Licenciado en Empresariales y Máster en dirección de asociaciones. Formación perfecta para el puesto. Pero, ¿qué conjunción astral se produjo para llega a ser gerente de la agrupación?

Cándido estaba de presidente de la agrupación y no se querían gastar mucho dinero. Así que les hice una ‘contraoferta’. Si en un año generaba ingresos para pagar mi sueldo, me contratarían a jornada completa. Era director comercial en MRW. Reduje allí mi jornada y lo compatibilicé con la AIHS durante un año. Era arriesgado pero lo conseguí. Y aquí llevo once años.

Luego hablaremos de la hostelería. Vayamos a conocerle mejor. «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla», que dijo Machado. ¿Los suyos?

De muchos sitios. Están los recuerdos de Fuentesoto y de Almegíjar, el pueblo granadino de mi padre. También en Segovia, cuando de crío me pasaba jugando todo el día en la calle con la pandilla del barrio. Hablo de la zona del Paseo Nuevo, en los años setenta, cuando había olmos y la calle era de adoquín y tierra. ¡ Y no había apenas coches!.

Con 19 años, fue a la mili de voluntario, en Los Grupos de Operaciones Especiales. ‘Los Boinas Verdes’ ¿Qué le queda de la disciplina militar?

Intenté librarme de la mili, pero no pude. Ya que tenía que ir, mi objetivo era no aburrirme. Le debo mucho al Ejército, donde aprendí el valor del esfuerzo, la nobleza, el orden y la constancia. En esos cuerpos de élite, el llegar al límite del sacrificio era muy habitual y no todo el mundo aguantaba. Si no hubiera tenido esa formación militar, creo que mi vida, con las vueltas y tumbos que ha dado, podía haber derivado en cualquier otra cosa.

Hábleme de su faceta como técnico de luces en las mejores salas de conciertos y programas de televisión de la España de los 80 y 90.

Como había estudiado electricidad, mis amigos tiraban de mí para ayudarles con las luces para los conciertos de sus grupos. Luego trabajé con Pablo Cantalejo, montando equipos de sonido. Un amigo suyo, que era jefe de luces con Prince, me fichó. Con el tiempo, llegué a ser jefe de luces de la Sala Jácara, una de las mejores de Madrid. Todos los mejores grupos y artistas del mundo pasaban por esta sala. Luego trabajé también en programas de televisión como ‘Rockopop’ y ‘Pero ¿esto qué es’, a finales de los 80, entre otros. La ‘movida de los 80’ la viví desde dentro. Conocí a todos los grupos españoles y a muchos internacionales.

En el Bahía, en la popular calle de los bares, hizo su primera ‘extra’. ¿Cuantos vasos cayeron al suelo aquel día?

Con apenas 15 años, ya trabajé como camarero en el ‘Bar Aperitivo’. Y en ‘El Bahía’, cierto. ¿Vasos al suelo? Pues ninguno, porque no soy muy torpe. Ahí trabajé con Isidro, con José ‘el Negro’, con el ‘Aspirino’…También de chaval trabajé en la fábrica de ladrillos del Puente Hierro para pagarme mis gastos. He dado muchas vueltas.

¿Cuál fue su verdadera escuela?

Trabajar desde muy pequeño te enseña a tener tesón, a intentar ser honesto, a tratar de entender a todo el mundo y a no perjudicar a nadie.

Y luego fue propietario de varios locales… 

Fui encargado de ‘El Salón’, en la calle de los Bares. Tuve el Indian, el Antiguo Café.. Y en verano me iba a trabajar a Benidorm, a bares y discotecas. 

¿Qué cualidades debe tener un buen profesional de hostelería?

En hostelería si das buen servicio y calidad a buen precio, el negocio funciona. Es vital conocer a tu cliente, tratarle bien. Buen producto tiene todo el mundo, pero buen servicio no, y ahí es donde nos tenemos que diferenciar.

¿Qué se aprende detrás de una barra?

Acabas siendo un poco psicólogo de todo el mundo. Aprendí a ser más empático, a conocer a la gente incluso antes de que hablase o hiciese algo. Se puede adquirir mucha sabiduría.

¿El cliente siempre lleva la razón?

No. Muchas veces exigen cosas que no deberían. Y nosotros, a veces, tampoco cumplimos. Es así.

¿Cree que es suficientemente reconocida esta profesión?

No. Y en Segovia, menos. La hostelería es muy sacrificada. Trabajas donde los demás se divierten. Al empresario de hostelería le tienen crucificado y eso debe revertirse. La hostelería da mucho trabajo a su alrededor. Son muy injustas algunas críticas. Si un hostelero compra diez merluzas  y vende ocho, las otras dos las tiene que tirar. Pero el pescadero cobra las diez merluzas.

Volvamos a su pasado. He encontrado una tarjeta como ‘animador de fiestas’

¡Con mi amigo Chas! Lo hicimos de cachondeo. Tuvimos una época de fiesteros, de reírnos, de pasarlo bien. Un día vimos una máquina de hacer tarjetas al momento y decidimos hacernos unas que ponía ‘Chas y Miki, animadores de fiestas’. Y funcionó. Nos llamaban para un montón de fiestas, incluso desde Madrid.

Siempre lució melena y barba.

La barba me la dejé en la mili por no afeitarme. Cuando me licencié, me dejé el pelo largo. Eran los 80  y había que romper con lo establecido.

Una maldad. La primera vez que se cortó el pelo se parecía al entonces alcalde de Madrid Juan Barranco.

Sí, sí (se ríe). Y, con los años, a Nicolas Cage. O al menos eso dicen.

Me cuentan que es un optimista convencido.

Sí, lo soy. Sigo pensando que todo el mundo es bueno, hasta que se demuestre lo contrario. Hay más gente buena que mala, pero a los malos se les ve más.  Soy un tío que me ilusiono por cualquier cosa, me emociono. Lloro con la película de Bambi. Y luego si hay un accidente, una pierna rota, no pierdo los papeles. Ahí soy tranquilo.

Demos ‘pistas’ a sus enemigos. ¿Su mayor defecto?

Mi mayor defecto es que, quizá, hablo de más y me abro demasiado a la gente. Y luego me vienen las tortas. Nunca aprendo.

¿Pedrosa, Márquez o Sito Pons?

Soy motero, veo carreras, pero no soy fanático. Me quedo con Márquez, quizá porque es más agresivo. 

¿Es de conducción tranquila o de acelerones?

En mi vida he tenido mis acelerores (se ríe). La vida me ha enseñado a ser competitivo y a no quedarme atrás. Soy de los que doy el paso y me quedo en primera fila. No me escondo, doy la cara y luego busco la velocidad adecuada.

Tuvo una moto Benelli de seis tubos de escape…

Cierto. De 750 c.c. y seis tubos de escape. Fue hace 35 años. Y marcaba ya velocidad máxima de 250 km/h. Pesaba más de 200 kilos y casi no podía con ella.

Es motero, pero también tiene una autocaravana. ¿Necesita escaparse?

No soy radical en nada. Me gusta probar un poco de todo. Todo lo que me emociona, me gusta. La moto me da libertad y la autocaravana me permite una forma de viajar distinta. Teníamos una perra enferma y la única forma de viajar era en autocaravana. He recorrido Europa, España de arriba a abajo… Es una forma de viajar en la que disfrutas del camino, del propio viaje.

¿Con que ligó más? ¿Con las motos o en los bares con una buena copa? ¿Cuáles son sus armas de seducción?

La simpatía es mi arma de seducción. Guapo no soy, es así, te tienes que trabajar otra serie de virtudes. Al amor, desde el humor.

¿Por qué podemos brindar?

Por llegar a acuerdos. Siempre hay un punto intermedio que permite el entendimiento.

Una música imprescindible en un bar.

El rock de los 80 y 90. Oigo mucha música variada. Pero, eso sí, el ‘perreo’ me parece una aberración. No veo difícil hacer esa música. No cantan, no tienen voz, la música es electrónica, enlatada… 

La última. Quiero su opinión. El otro día me prepararon un Gin Tonic con macedonia de frutas.

Está muy bien la innovación, pero con cabeza, siempre. Brindaremos con un Gin-Tonic, de los de toda la vida.