El drama de volver a casa

Agencias-SPC
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Miles de personas regresan a sus hogares 30 años después de la ocupación de Armenia sin saber qué van a encontrar

Un hombre contempla cómo su casa, ya de por sí en precarias condiciones, sufre un incendio por un cohete que impactó contra ella, a pesar del alto el fuego decretado. - Foto: STRINGER

«Que no quiero verla». Aide Hüseyinova, profesora en la cincuentena, reprime el llanto cuando se le pregunta si quiere buscar la que fue su casa entre las ruinas de Agdam, una ciudad fantasma en los límites del Alto Karabaj, ocupado por Armenia en 1993 y reconquistada por Azerbaiyán en octubre pasado.

«Volver a Agdam me ha hecho llorar mucho, y no quiero ver mi antigua casa», asegura frente a la mezquita de la urbe, el único edificio aún en pie, con dos hermosos minaretes. El resto de la localidad, que antes de la guerra contaba con 40.000 habitantes, está completamente destruido, hasta el punto de que ha recibido el mote de Hiroshima del Cáucaso.

Era un lugar próspero, asegura Mehemmmed Memmedov Nezeroglu, un hombre de 58 años, que también ha regresado a casa. «Había campos, fábricas, viñedos, producíamos champán...», recuerda.

Las personas de mayor edad han sido las que han elegido regresar a su hogar. Las personas de mayor edad han sido las que han elegido regresar a su hogar. - Foto: STRINGERLas milicias armenias conquistaron Agdam con duros combates en julio de 1993, pero nunca la repoblaron: toda una franja de unos 20 kilómetros de ancho quedó como tierra de nadie entre los montes de Karabaj con población armenia y los pueblos azeríes más cercanos.

«Era una política de tierra quemada», aseguran desde el Gobierno de Azerbaiyán, que estima en cinco o seis años el tiempo necesario para reconstruir las ciudades recuperadas gracias al acuerdo del alto el fuego firmado entre Bakú y Ereván, con mediación rusa, en noviembre pasado, después de 45 días de guerra que se cobraron miles de vidas.

Un portavoz militar lo detalla: «Sabemos que hay minas en la zona fronteriza, pero no sabemos si hay también en la propia región de Karabaj; si es así, podríamos tardar de cinco a siete años», asegura mientras su equipo coloca estacas y explota artefactos en los campos que sirvieron de primera línea de defensa durante 30 años.

La localidad de Agdam quedó devastada tras la guerra y se le puso el sobrenombre de ‘Hiroshima del Cáucaso’.La localidad de Agdam quedó devastada tras la guerra y se le puso el sobrenombre de ‘Hiroshima del Cáucaso’. - Foto: Ilya U. TopperDurante siglos, Karabaj, como todo el sur del Cáucaso, era zona fronteriza entre el Imperio otomano, el Imperio ruso e Irán, poblado por azeríes, es decir musulmanes de habla turca, y armenios cristianos. Las tensiones empezaron al derrumbarse el imperio zarista en 1917 y fundarse repúblicas de base étnica, pero se aplazaron al integrarse la zona en la Unión Soviética. En 1988 empezaron nuevos combates durante los que Armenia no solo estableció su control sobre el territorio de Karabaj, de mayoría armenia, sino también sobre las zonas adyacentes, ocupando en total un 20 por ciento de Azerbaiyán.

Tres generaciones

«La guerra era terrible, pensábamos que íbamos a morir allí. Al final salimos vivos, pero los armenios destruyeron mi familia; a los familiares de una tía mía los tomaron como prisioneros, hasta hoy no he vuelto a saber de ellos», recuerda Hüseyinova.

El conflicto produjo cerca de 400.000 desplazados. Uno de ellos es Ali Hasimoglu, orfebre y campesino de Füzuli, otro pueblo destruido durante la guerra y recuperado ahora, que al igual que Agdam quedó completamente destruido.

Los combates del pasado mes de octubre destruyeron muchas edificaciones que aún se mantenían en pie. Los combates del pasado mes de octubre destruyeron muchas edificaciones que aún se mantenían en pie. - Foto: AZIZ KARIMOVEntre las ruinas aún hay cajas de munición y cohetes que las milicias armenias abandonaron en su retirada ante las tropas azeríes en octubre, y en las carreteras de los alrededores hay tanques quemados y proyectiles sin explotar.

Hasimoglu vivió durante unos años en un campamento de desplazados y luego se estableció en Bakú, la capital, en un edificio cedido por el Gobierno de forma gratuita, pero con decenas de personas hacinadas. Y ahí sigue hoy con un hijo de 31 años y un nieto cuatro.

Son tres generaciones de desplazados ya, pero el recuerdo sigue vivo: al pequeño le piden que repita la frase: «Karabaj es Azerbaiyán», lema que se repite en todas partes del país.

«Podremos vivir juntos en el futuro, si los armenios abandonan su mentalidad de ocupación», cree Ali Hasimoglu. Su hijo Mekan discrepa: «Los armenios nunca han abandonado sus rencor contra los azeríes. Una nación que no ha podido vivir en paz con sus vecinos en cien años no será capaz de hacerlo en otros cien años».

También ante la mezquita de Agdam hay opiniones encontrados. «Si no nos hubiesen causado tanto dolor...» reflexiona Hüseyinova. Y Memmedov concluye: «No creo que azeríes y armenios podamos ser amigos. Para eso tiene que pasar una generación».