"La Iglesia no es una balsa de aceite"

A.M.
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Ordenado sacerdote en 1973, es licenciado en Teología, diplomado en Ciencias Bíblicas y doctor en Teología. El 14 de mayo de 1996, fue nombrado obispo auxiliar de Madrid y, el 20 de noviembre de 2014, tomó posesión como obispo de Segovia.

El obispo de Segovia, César Franco - Foto: Rosa Blanco

El obispo de Segovia, César Augusto Franco Martínez (Piñuecar, Madrid, 72 años), que acaba de cumplir los 25 años de episcopado,  señala en una entrevista con este periódico que «la Iglesia no es una balsa de aceite, hay tormentas y marejadas, como en la sociedad, pero mi  balance es verdaderamente positivo». Tras considerar que los casos de  pederastia «han sido realmente un golpe muy fuerte a la credibilidad de la Iglesia», celebrando que en Segovia no se haya registrado ninguno, discrepa de cómo se ha producido el acuerdo de la Permanente de la Conferencia Episcopal sobre el apoyo a los obispos catalanes en el respaldo a los indultos de los presos del Procés y, como cuestión moral, considera que la ‘Ley trans’ «afecta a la moralidad y a la constitución de la persona humana». Advirtiendo que tendrá que presentar la dimisión cuando cumpla 75 años, el 16 de diciembre de 2023, opina que «ser obispo es un servicio duro y exigene». 

Acaba de celebrar sus bodas de plata como obispo, ¿qué balance puede hacer de su episcopado?

Lo veo todo muy positivo y dando gracias a Dios por haber podido servirle este tiempo de obispo, que es un ministerio exigente y complicado, pero que experimentas la gracia de Dios en cada momento. He pasado 18 años en Madrid de obispo auxiliar y cumplo el séptimo año en Segovia. En todos los sitios he encontrado ayuda y colaboración, ha habido problemas y los sigue habiendo, no cabe duda, la Iglesia no es una balsa de aceite, hay tormentas y marejadas, como en la sociedad, pero mi balance es verdaderamente positivo, aunque muchas veces te preguntas ¿y qué he hecho?, porque te gustaría tener más frutos, no éxitos en el sentido mundano de la palabra, sino que estamos viviendo en una sociedad en la que te agradaría que la respuesta fuera mucho más firme, más consistente, y vemos que la secularización y el abandono de la fe, desgraciadamente, se hace frecuente, se ha llegado a hablar de una apostasía silenciosa, ya en el Sínodo de Europa de 1991, se utilizó ese término. Mi balance es positivo y agradecido.  

¿Qué ha cambiado en la Iglesia Católica en este tiempo?, ¿cuál es su situación aún con polémicas en torno a casos de pederastia, incluso política con la posición con los indultos en Cataluña?

La Iglesia va muy al ritmo de la sociedad y de los tiempos, no es ajena, dice el Concilio Vaticano II que camina con el hombre, sus esperanzas, sus logros y tristezas. Lo de la pederastia ha sido realmente un golpe muy fuerte a la credibilidad de la Iglesia, un sufrimiento enorme porque todos lo hemos padecido en nuestras situaciones personales, se tomaron medidas con Benedicto XVI y por el actual Papa Francisco, ha habido una reforma del Código Penal de la Iglesia, hemos pedido perdón... En Segovia establecí las normas que el Papa nos exigía a todos, constituí formalmente la comisión para cuando haya denuncias o quejas, lo hicimos público en la prensa, y nos toca vigilar y luchar para que no suceda. En Segovia, gracias a Dios, no ha habido ningún caso, cuando vine aquí solamente me encontré con uno que había ocurrido en los claretianos pero creo que se resolvió muy bien, incluso con acuerdos familiares.

En esto que pregunta de Cataluña, no soy obispo catalán, me sobresalté estos días cuando leí en la prensa titulares [sobre el apoyo de la Conferencia Episcopal a los obispos catalanes ante su posición favorable a los indultos de los presos del Procés] en los que no había tenido conocimiento. No pertenezco a la Comisión Permanente, antes sí, sé que se ha hablado del tema, pero creo que ha habido un fallo al no haber hecho pública una nota, como hacemos en otras ocasiones, para que la sociedad comprenda mejor la situación porque se ha dado a entender que todos los obispos estábamos de acuerdo con los indultos y yo, personalmente, tengo mi forma de pensar y no me siento solidario con esa idea de que se han avalado los indultos o que nos hemos puesto en un nivel de buscar un modo político de arreglar la situación. 

Yo creo que eso se tiene que resolver en los ámbitos propios, el judicial y el de las competencias propias de quienes gobiernan, y los obispos tenemos que trabajar, como dijimos el 1 de octubre, porque se cumpla la legalidad, estoy a favor de que haya paz y concordia pero que se cumplan las leyes vigentes y que todos tenemos que dar cuenta de lo que hacemos ante la Justicia. Hubiera sido mejor no dejar en una rueda de prensa la conversación que parece que hubo en la Permanente, sino haber hecho un documento oficial de este órgano y haber aclarado que no es toda la Conferencia Episcopal, sino una parte, pero no representa a todos los obispos en casos como son estos tan delicados y complejos. 

Sin embargo, usted se ha caracterizado por mantener discreción en torno a declaraciones que pudieran ir al margen de su mensaje pastoral...

Es que los obispos tenemos como tarea fundamental la evangelización y somos maestros y doctores de la fe, tenemos nuestra opinión propia sobre muchas cuestiones pero no entramos en las que no afecten al ejercicio de nuestro ministerio, otra cosa es como en estos casos de los que hemos hablado, en los que haya cuestiones que tengan implicaciones morales. 

Recientemente he escrito una carta pastoral sobre la eutanasia, en favor de la vida, porque son cuestiones morales, donde no podemos obviar la obligación que tenemos de iluminar las conciencias de las personas. En estos días he recibido bastantes cartas de quejas por esto que ha pasado en Cataluña y si los obispos nos hemos puesto al lado del poder... Como usted dice he procurado centrarme en lo que es mi propio ministerio y, cuando he visto la necesidad de explicar la moral, la fe de la Iglesia en estas cuestiones... Ahora hablaré en breve, tal como salga la ley llamada ‘trans’, porque creo que afecta a la moralidad y a la constitución de la persona humana, son cuestiones morales y me obligan a tener que manifestarme siempre desde el Evangelio y la tradición de la Iglesia.

Desde 2014 preside la diócesis de Segovia,  ¿cómo está siendo la misión para la que fue encomendado?

Como tengo muy buenos colaboradores está discurriendo por los caminos normales de lo que dice el gobierno de la diócesis. Gracias a Dios el obispo no está solo, tiene consejos, el de gobierno, que conoce muy bien la diócesis; el de presbiterio o el de pastoral, planificamos en común y llevamos adelante planes trienales de pastoral. Este año preparamos el siguiente, pero con el tema de la pandemia no hemos podido desarrollar suficientemente el plan del trienio. Yo me encuentro con problemas porque esta diócesis es pequeña pero es compleja, me lo dijeron desde el principio, nos falta clero, tiene mucho patrimonio, escasean los recursos humanos y económicos, a veces, para llevar adelante más empresas, como en el campo de la conservación de templos. Yo me encuentro a gusto, espero que la gente también lo esté y, cuando voy por las parroquias a las confirmaciones o a la misión pastoral que me compete, me encuentro con un pueblo vivo, deseoso de caminar hacia adelante, aunque a veces nos hablen de la Castilla vaciada, término que no me gusta prefiero decir más despoblada, dicho entre paréntesis; y bien, desarrollando los planes pastorales que tenemos entre manos.

Ha tenido preocupadas a muchas personas por su estado de salud, ¿cómo se encuentra? 

Agradezco mucho esa preocupación, me encontré muy mal. Hace dos años, justamente en el aniversario, tuve este regalo de tener que ingresarme urgentemente, lo pasé muy mal esos cuatro meses hasta la operación, estaba completamente intoxicado, y luego me extirparon la vesícula biliar, me tuvieron que hacer un arreglo en los conductos biliares... A consecuencia de esa operación, no pude celebrar la Semana Santa en la Catedral, tuve un poco de fiebre, se alarmaron, me ingresaron, para hacer pruebas, pensaron que era covid, pero gracias a Dios me encuentro bien, me han dicho que estoy normal... Agradezco la preocupación de la gente por sus desvelos y oraciones. 

¿Se habrá llevado una gran satisfacción al poder ordenar un sacerdote en Segovia, Álvaro Marín, después de diez años?

Es una alegría muy grande para un obispo y para la diócesis, lo he hecho con mucha ilusión, me agradó mucho, di gracias a Dios, dije que a lo mejor era el primero y el último que ordenaba, tenemos más, pero yo tengo poco tiempo en Segovia porque a los 75 años presentamos la dimisión, a lo mejor me puede tocar a mi o a otros. Fue una gran alegría y motivo de esperanza. Aprovecho a pedir a jóvenes que lo piensen y que vean si el Señor les llama.

En su mensaje a Álvaro Marín le aconsejaba que huyera de todo lo que le recluya en el mundo asfixiante de las luchas e intrigas internas de la Iglesia, de los grupos cerrados en sí mismos que persiguen cuotas de poder, ¿existe esta situación?

Sí, en Segovia quizá menos porque no es una gran diócesis, el Papa nos lo ha dicho, cada vez que habla a los sacerdotes y a los obispos nos da caña (ríe) porque pide que no seamos carreristas, que cuidado con las luchas de poder... Me sirvió mucho leer en la mujer francesa que está en proceso de beatificación, Madeleine Delbrêlr, que hablaba de este mundo clerical asfixiante y peligroso, porque una cosa es ser eclesial, de corazón católico, y otra cosa es el clericalismo, que si han dicho o han dejado de decir, o los grupos que se cierran en sí mismo pensando que van a alcanzar poder; ¿pero qué poder hay?, si ser obispo es un servicio duro y exigente. Es verdad que se lo quise decir porque recordaba también un libro precioso que escribió el gran teólogo francés Henri de Lubac, ‘Meditación sobre la Iglesia’, que tiene un capítulo dedicado a este tema de ser católico y no ser de guetos, grupos o tensiones internas, que bastante tenemos en la sociedad para que se cultiven en la iglesia.

El vicario general, Ángel Galindo, ha destacado su cercanía y disponibilidad para acudir a las solicitudes que le hacen sus diocesanos y que ejerce sus funciones episcopales de enseñar, fortalecer en la fe y pastorear con humildad, fortaleza, comprensión y fidelidad al Evangelio, ¿comparte esas virtudes?

Son palabras muy elogiosas, demuestra que tiene un corazón grande y generoso. Intento hacerlo, mi vida no la entiendo si no es en plena disponibilidad y siempre que he podido, cuando he estado enfermo he procurador acelerar que me dieran el alta o pedir que me dejaran ir a mi diócesis que aquí también me pueden curar, pues lo he hecho, es la única manera de ser un pastor como necesita el mundo de hoy, sin hacer aspavientos, porque usted está al servicio de los medios y la sociedad y nosotros estamos trabajando al servicio del bien común y un obispo es lo mejor que puede hacer.

¿Qué objetivos tiene para esta diócesis, ahora que parece que se refuerzan las vocaciones?

Estamos preparando el plan pastoral, centrándonos en tres objetivos fundamentales: laicado, familia y vocaciones; luego, como sabe, el Papa ha convocado un Sínodo, en 2023, que inaugurará este octubre, y quiere implicar a todas las diócesis en un proceso sinodal, de manera que lo haremos también en Segovia. Las diócesis lo inauguraremos una semana después que el Papa y pretende que todas se incorporen a este proceso de reflexión, a través de parroquias y comunidades, para que, cuando llegue el Sínodo de Roma, se lleven las aportaciones de cada una de ellas. Luego preparamos una asamblea de todo el presbiterio, que durará dos días, la haremos en Ávila, donde tocaremos la situación de la Iglesia de Segovia en todos los aspectos que afectan a la vida de los sacerdotes, por ahí va el camino a seguir en este futuro próximo.

¿Cómo ha vivido la Iglesia estos quince meses duros de pandemia?

Lo más triste de todo ha sido no poder realizar el culto, aunque no hemos cerrado las puertas totalmente, los templos podían estar abiertos con un aforo determinado. Lo más triste ha sido que no hemos podido estar en ese momento tan doloroso y humano, donde las personas necesitan orar, juntarse y participar en el dolor de la familia, hemos experimentado ahí una fragilidad muy grande y hemos podido comprender más ese dolor porque eso que ha ocurrido en pandemia, a veces, tristemente sucede en gente que muere sola. 

Una de las cosas que más me dolía cuando estaba de obispo auxiliar de Madrid era cuando me enteraba en las visitas pastorales de ancianos que habían muerto solos en sus casas, sin nadie; en mi misma parroquia, tuve que ayudar a amortajar a unas hermanas que habían muerto una semana detrás de otra y los vecinos no se habían dado cuenta. Esa soledad tan trágica, ya de por sí la muerte es tremenda, lo he visto en pandemia, me consta que los sacerdotes han podido estar cercanos, han podido celebrar los rituales pero en la soledad de las restricciones que nos han obligado a mantener, esperemos que esto pase pronto y que no vuelva.